
Juzgar
el todo por la parte siempre es injusto, pero si la parte es casi el
todo no tanto. Al genocida Stalin le apoyaba mayoritariamente el
pueblo soviético. Al genocida Hitler le apoyaba mayoritariamente el
pueblo alemán. Al genocida Putin le apoya mayoritariamente el pueblo
ruso. Y no, no eran, son, víctimas de la desinformación, en el
siglo XXI siempre hay un modo alternativo de informarse aunque te
censuren las principales plataformas, aunque se dediquen miles de
millones a crear una falsa realidad paralela, y aún más en el país
paraíso de la piratería, de los hackers. Podemos, casualmente
pro-Putin, ha fracasado por completo a pesar de controlar las redes,
lo mismo le va a pasar a Vox, casualmente pro-Putin, los
supremacistas catalanes, casualmente pro-Putin, fracasaron
estrepitosamente en su amago de Golpe de Estado a pesar del apoyo
logístico, informático, de Rusia y de China. El relato único ya no
se puede imponer, ni tan siquiera en la dictadura comunista de Corea
del Norte. El intento, frustrado, de invadir la región ucraniana del
Donbás en 2014, de tratar de romper la soberanía territorial de
Ucrania, fue una de las operaciones de manipulación masiva a gran
escala más exitosas de la historia. Consiguió hacer pasar una
operación estrictamente económica (lo mismo que hacen los
supremacistas catalanes-vascos en España, tratar de convertir una
cuestión económica, no querer aportar parte de su inmensa riqueza a
la hucha común, en una cuestión identitaria, nacionalista,
eugenésica), es la región más industrializada, minera, de Ucrania,
estratégica (las bases en Crimea), controlar todos los puertos del
Mar Muerto, por una legítima acción de defensa propia de una región
supuestamente pro-rusa (el 82% votó a favor de la secesión de la
Unión Soviética, que prohibió la utilización del ucraniano,
hablar ruso no te convierte en pro-ruso, en pro-Putin), en la que los
rusos insurgentes eran supuestamente masacrados (no hay cifras
oficiales de muertos, ni ninguna denuncia admitida en la ONU ni en el
Tribunal de Derechos Humanos), como si resistirse legítimamente a
una invasión extranjera, todo separatista lo es, fuera un genocidio.
A este gran fake de Crimea y el Donbás contribuyó la pasividad
absoluta de Europa y de EEUU, más preocupadas por sus respectivas
crisis económicas que por los Derechos Humanos. De los barros de
Clinton, de Merkel, estos lodos.

La
prueba de que esta invasión nunca tuvo un apoyo masivo de los
habitantes del Donbás es que 8 años después, y
a pesar del empleo por parte de Rusia de miles de mercenarios de todo
el mundo, y de fabricar miles de acciones de falsa bandera
(autobombardeos a civiles, violaciones, montajes fotográficos,
cinematográficos, banderitas nazis, etc.) para tratar de vender al
mundo, y a los propios rusos, la imagen de Ucrania como un pueblo de
sanguinarios nazis (recuerdo que 8 millones de ucranianos murieron en
la Segunda Guerra Mundial, que 200.000 partisanos ucranianos
combatieron contra los nazis en Ucrania), Rusia
no ha conseguido su objetivo, hacerse con el control de la región.
Si se necesitaran más pruebas, cuando en 2022 la invasión ha
entrado en su fase final de intervención militar masiva sin
disimulos, los cientos de miles de habitantes de la zona no han ido a
refugiarse a Rusia, sino al resto de Ucrania y a Europa. Si el Donbás
era zona rusa y solo pretendían liberarla del yugo nazi ucraniano,
resulta paradójico que el pueblo del Donbás haya recibido a balazos
a sus libertadores y no con clavelitos. La heroica resistencia de
Mariupol comparada con la de Numancia es un juego de niños, la
constatación más que evidente de que la pro-rusidad de la región
es un simple sueño húmedo del genocida Putin, una vulgar excusa
para justificar lo injustificable, que a estas alturas ya no compra
nadie con dos dedos de frente, los supremacistas catalanes-vascos y
los pro-comunistas =
pro-fascistas
españoles,
Podemos
y Vox son indistinguibles, no
tienen ni medio. El
gran mantra de la propaganda rusa con respecto al Donbás es que la
insurgencia partió del pueblo (el mismo mantra del separatismo
catalán, un movimiento vertical, de las élites burguesas, que nunca
ha tenido un respaldo, impulso, popular, siempre ha sido
teledirigido, subvencionado, desde las propias instituciones
catalanas, desde el sistema, y
no será por falta de adoctrinamiento educativo, mediático),
que los rusos en
ningún momento intervinieron, se ve que las armas aparecieron de
forma milagrosa, total 8 años de guerra no generan gastos militares,
porque si hubieran intervenido el asunto hubiera durado una semana.
La realidad es tozuda, y la fase final de la invasión rusa, del
intento de exterminio de Ucrania, 2022, ha demostrado de forma
palpable que no solo no son capaces de tomar el control de las
supuestas zonas pro-rusas, porque no tienen ni el apoyo de los
habitantes ruso hablantes, que
se consideran tan ucranianos como el resto, sino que a mayores en el
resto del país se han encontrado con una feroz, heroica,
resistencia. La supuesta Guerra Civil (hay
unos separatistas y otros que defienden su tierra) que
los rusos trataron de vender, nunca fue tal, fue una insurrección
auspiciada, pilotada y subvencionada por los rusos, que infiltraron a
miles de mercenarios entre la población, también en Kyiv con poco
éxito (lo
mismo que intentó Putin en Cataluña con el 1-O, no contaba con la
cobardía de los supremacistas catalanes, ni con el patriotismo de
los españoles).
Los mismos que masacraron a los civiles pro-rusos con ataques de
falsa bandera para provocar que la población se pusiera de su parte,
cosa que no sucedió, y para crear una coartada, justificación, para
la invasión del ejército ruso en
2022, ya que tras 8 años de guerra de guerrillas no habían
conseguido ninguno de sus objetivos, el pueblo
ucraniano, el reducido
ejército ucraniano, les habían
parado los pies, lo mismo que están haciendo ahora a gran escala.
Conviene
recordar que es el mismo pueblo que se levantó contra los tártaros,
contra los nazis,
contra
los fascistas comunistas, contra
el corrupto Yanukóvich, que
soportó la humbruna provocada deliberadamente por Stalin en los años
30, que
hizo la “Revolución Naranja” para protestar contra la ruptura de
las negociaciones para un acuerdo de asociación entre la Unión
Europea y Ucrania. Los ucranianos siempre se han sentido europeos,
sus dirigentes no tanto. “Es
verdad, nadie sabe dónde están los límites de la Unión. De Kiev a
Lisboa, Europa está desconcertada. Pero algo es seguro: para los
ucranianos, Europa ya está aquí.” (Konstantin
Sigov).
Un
pueblo que como el argentino ha encadenado crisis económica tras
crisis económica, ya tiene callo, toda su vida han vivido en
economía de guerra, así que resistir una guerra real para ellos es
un día más en la oficina, resisten casi por inercia. Antes
de la invasión de Putin, Ucrania como nación, como identidad,
estaba en plena construcción, ahora hay una unidad, un sentido
patriótico, identitario, que no existía, los
ucranianos nunca se han sentido tan ucranianos como ahora. Putin
esperaba que lo recibieran bajo palio, y lo que ha conseguido es
despertar, crear, una nación, a mayores querida por todo el mundo. A
Rusia, a los rusos, les va a costar décadas recuperar el prestigio
cultural que tenían, son los nuevos parias, payasos, del mundo.

Hecha
la introducción pasemos a lo mollar, al cine. La invasión del
Donbás, me niego a llamarla Guerra, o Conflicto, porque es una
agresión unilateral sin ningún motivo humanitario ni moral, ha sido
tratada en el cine con bastante brillantez, incluso con cierto
sarcasmo, “Donbass” (2018) de Loznitsa, “La cacofonía de
Donbás” (2018) de Igor Minaev, algo ajeno a los rusos, el pueblo
más literal, serio, en el mal sentido, del mundo (recuerdo que Gogol
era ucraniano, y que Dostoyevski y Tolstoi la alegría de la huerta
no eran). Voy a obviar las rusas (incluyo “Donbass” (2016), el
“documental” de parte, pro-ruso, de la subnormal Anne-Laure
Bonnel, la Talegón francesa, a la que la actualidad, los bombardeos
rusos a civiles, a niños, Buya, la han dejado completamente sin
argumentos, noqueada, aunque siga con sus memeces pro-Putin en
twitter, como la payasa voxera Liu Sivaya) porque los rusos no hacen
cine, hacen propaganda, siempre la han hecho, razón por la que el
90% del doctrinario, dogmático, cine soviético no hay por donde
cogerlo, da arcadas, Goebbels era un aprendiz en comparación. La
gran diferencia entre el capitalismo y el comunismo es que el
capitalismo no te impone una forma de vivir ni de crear, ni de ver la
vida ni el arte, puedes vivir completamente al margen, doy fe, sin
terminar en Siberia. Sin libertad no hay vida, no hay creación,
pensamiento, posible, luego el comunismo es incompatible con la vida,
con el arte, con el cine. “La guerra de Oleg” es la mejor
película sobre la insurrección separatista del Donbás, sobre la
guerra como fondo en general, desde el punto de vista de los
sufridores, de los civiles, en concreto las mujeres, y sobre todo los
niños. Lo más cercano que vas a estar nunca de sentir el miedo, la
incertidumbre, de una guerra en tus propias carnes. Pensé que “La
tierra es azul como una naranja” (2020) de Iryna Tsilyk era
insuperable pero esta es todavía mejor, e igual de bella, de hecho
es imposible que no le sirviera de referencia. Lo mejor de todo es
que la película está situada en tierra de nadie (Hnutove, cerca de
Mariupol, la Sarajevo del siglo XXI), se nota que el director es
danés, por lo que no se puede calificar ni de pro-rusa ni de
pro-ucraniana sino solamente de anti-bélica, o una película sobre
la crueldad, inconsciencia, desamparo, de la infancia. “La piel que
brilla”, “El camino”, del cine directo-diario.
