08 octubre 2022

ALMOST YOU (Tal para cual) (1983) Adam Brooks

 


     Me gustan mucho los árboles, pero creo que me gustan más los pezones, probablemente junto al agua sea el mejor invento del siglo XX. Supongo que ser sietemesino sin necesidad de incubadora ha influido en esta altruista afición. El momento pezón, insinuado bajo un liviano suéter rosa, de Karen Young es muy bonico de ver, lo mismo que sus dientes separados. De hecho vi la película con la única finalidad de volver a fascinarme con Brooke Adams, la inquietante protagonista de “Días de cielo” de Malick, y salí de ella ligeramente desencantado con Brooke, y enamorado de Karen (también guionista y directora de dos cortos, el más conocido “Pesky Suitor”, el debut en el cine de Claire Danes) y del pelo de Laura Dean (la Lisa de “Fama”), enamorarse platónicamente es gratis, y no computa como infidelidad. Sin cuernos no hay comedia romántica, o anti-romántica, que se precie. Así que hablamos de una comedia romántica canónica, con ribetes de tragedia. Comedia no porque eches carcajadas, ni porque haya situaciones, diálogos, graciosos, sino porque todo se asume con cierta ligereza, indiferencia, sin montar pollos, crímenes pasionales. La vida, el amor, lo toman como viene, sin hacerse demasiadas preguntas, ni falsos dilemas morales a lo Rohmer. Digamos que es un existencialismo de baja intensidad, un nihilismo compatible con el romanticismo, con el capitalismo, la protagonizan parejas con profesiones liberales, seudo artísticas, yupis-pijos-hipsters, no perroflautas antisistema. Lo que es histerismo, histrionismo latino en Léaud, el alter-ego del enano pichabrava Truffaut, se transforma en pachorra con amargura, en parsimonia con frustración, en Griffin Dunne, el calco americano de Léaud. El protagonista de tres comedias americanas fundamentales de los años 80, casi consecutivas, ésta, su hermana gemela al ralentí (y eso que la monta Sally Menke, la montadora de Tarantino) “Cold Feet” (1983), y “Jo, ¡qué noche!” (1984). Como aliciente deciros que ganó el Premio Especial del Jurado, en la categoría drama (¿?), en el Festival de Cine Independiente de Sundance de 1985, la edición más espectacular de toda su historia, también ganaron premios “Stranger than Paradise”, “Blood Simple” y “Streetwise”. Si os gustan las películas, personajes, historias de amor, sencillas, entrañables, sin florituras de guión, ni formales, a lo “Friends” pero con adultos, esta es vuestra elección, indecisión.




https://www.dailymotion.com/video/x2b2bsd (en inglés)

https://www.dailymotion.com/video/x2dpyyb (en español latino)




COLD FEET (Pies fríos / Cuatro igual a dos) (1983) Bruce van Dusen

 


     La gran diferencia entre las comedias románticas de Rohmer y las comedias románticas americanas, neoyorquinas, en su vertiente indie, yupi (su cumbre formal es “All the Vermeers in New York” (1990) de Jon Jost), es la absoluta falta de pretenciosidad, de amaneramiento, al menos hasta que llegó Linklater, el Rohmer de los chinos, y en parte el Mumblecore. Existe el mismo caos existencial, las mismas indecisiones, amorosas, laborales, personales, pero lo que no hay es una sucesión de monólogos filosóficos, ni amores inter-generacionales, vamos proto-pederásticos, como sucede también con las películas de Woody Allen, el cabrón tira al monte. En estas sencillas, realistas, películas, los cuernos (o casi cuernos, hablamos de parejas casi separadas, el peligroso interín llamado “vamos a tomarnos un tiempo”) no son tanto un fruto, una consecuencia, del furor sexual, de los irrefrenables instintos, sino más bien de la crisis de la mediana edad, y del desgaste, rutina, aburrimiento, de las parejas, de los matrimonios. Lo que en una película latina, comedia madrileña (la vertiente patria de las comedias neoyorquinas, “El baile del pato”, “Cuerpo a cuerpo”, “Pares y nones”, “Todo es mentira”, etc.), sería posesión, pasión, sano despendole, aquí no pasa de inercia, de intermedio entre indecisiones, el sexo no es más que una excusa, un trampantojo. Los tochos no son tomados como una tragedia, como un drama de rasgarse las venas a mordiscos, total no pasan de vulgar huida hacia delante, no son ni traición, algo impensable en la mentalidad cristiana. Iba a decir judeo-cristiana, pero no, la comedia neoyorquina es casi un chiringuito judío, salvo el irlandés Edward Burns (“Los hermanos McMullen”, “Ella es única”), y las americanadas, para bien, de Manuel Summers, “Ángeles Gordos” (1982), y Fernando Colomo, “La línea del cielo” (1983), lo siento Truebas, lo vuestro no pasa de fallida asimilación cinéfila. No me imagino una película de Rohmer, en la que una de sus divas pre-adolescentes se suene los mocos, o tome sus propias decisiones, errores. Como sucede con las protagonistas femeninas de “Almost You”, Marissa Chibas (con esa sonrisa te puedes morir, incluso vivir, tranquilo) y Blanche Baker son para llevárselas a casa, de visita, tampoco nos pasemos. El azar cartesiano rohmeriano es inasequible al inocente capricho sentimental de los americanos. ¿Queda claro que prefiero la simpleza americana al racionalismo francés, o tengo que haceros un croquis?

https://www.youtube.com/watch?v=Iy45-IXC0Vs


PD: Los amantes de los micrófonos visibles la vais a gozar.




LA VIE RÊVÉE (La vida soñada) (1971) Mireille Dansereau

 


     Una forma como otra cualquiera de ningunear a una mujer directora, es esposarla exclusivamente a referencias masculinas, convertirla, en el mejor de los casos, en una alumna, discípula, o en el peor, en una vulgar plagiaria, copista, de directores hombres. Dicho de otro modo, las mujeres también pueden dirigir, pero siempre y cuando perpetúen un modelo, código, lenguaje, establecido en exclusiva por los hombres. Un lugar común, una falacia, que ha cuajado en el imaginario cinéfilo y crítico, a pesar de la evidencia historiográfica de que las mujeres comenzaron a dirigir, y sobre todo a montar, desde los albores del cine. A Dansereau, bailarina en el agua, para no variar, le ha pasado esto. Su genial debut en el largo, y su obra maestra, fue emparentado directamente con Godard y Cassavetes, dos influencias que encasquetan a toda aquella directora que pretende hacer un cine libre y directo, aunque el estilo, el ritmo, el contenido, no tenga absolutamente nada que ver. De hecho mientras la ves te vienen a la mente dos nombres muy distintos, y casualmente, o no tanto, mujeres: Vera Chytilova (“Margaritas”, 1966) y Agnès Varda (“La una canta, la otra no”, 1977), dos directoras especialistas en tratar el universo femenino con total libertad, despendole, formal. Se podría añadir un tercer nombre, que constituye una excepción en la misógina nouvelle vague, Rivette (“Celine y Julie van en barco”, 1974). Pues bien, a este brillante tridente de dúos femeninos, de empáticas, solidarias, activas, amistades femeninas sin veleidades lésbicas, que tanto le gustan a los críticos, voyeuristas vocacionales, hay que añadir la liberadora “La vida soñada”, probablemente la menos pretenciosa, la más entrañable, espontánea, vitalista, fluida (se nota que la directora fue bailarina) de las cuatro. Aquí no hay solo parodia pop, ni panfleto feminista, ni una estructura alambicada, hay una crítica del castrador, alienante, papel destinado a la mujer pequeño-burguesa, madre-esposa-cuidadora, en contraposición a la mujer moderna, trabajadora, independiente, que tiene acceso a la creación, a la sociedad, más una reflexión sobre la influencia de la publicidad, del romanticismo hollywoodiense, en la vida de las mujeres, en la creación de falsas expectativas, la principal el hombre ideal, el príncipe azul, insertas dentro de la propia estructura narrativa, no es un discurso al margen. Esa perfecta mezcla de naturalismo intuitivo amateur, a lo cine directo, a lo nouvelle vague, y de collage experimental metacinematográfico, a lo nueva ola checa, es lo que la convierte en algo especial, único. Hasta los desnudos están desposeídos de toda carga erótica, objetual, no hay la mirada sucia de un hombre detrás, solo libertad sin censura, intimismo, sentimientos y belleza, insuperable la inocencia de Liliane Lemaître-Auger. Una búsqueda de una nueva forma de narrar que combine a la vez la realidad con un toque de ironía y la imaginación, los sueños, el subconsciente. Un intento de sintetizar el pragmatismo de una vida profesional que te dé de comer, y otra más plena, en la que poder desarrollar todas tus potencialidades, talentos. Una síntesis que en la vida real es una continua fuente de frustración, de amargura. Los sueños, sueños son.




 “Ellos [los hombres de la Asociación Cooperativa de Producciones Audiovisuales] decían: '¿Por qué no eliges otro tema, más comprometido, más político?' mientras que yo considero que el mero hecho de hacer una película es un acto político. Un tipo quería que cambiara el final. Otros criticaban: "No son sueños reales de una mujer (¡qué sabrán ellos!) Y luego, no está lo suficientemente estructurada, no es suficientemente lógica". Sin embargo, hoy sigo pensando que la película tiene la lógica de la vida interior, de la imaginación. He tratado ante todo de mostrar hasta que punto las mujeres están influenciadas por las imágenes, cómo la psique femenina está incrustada por esta imaginería: las imágenes que son evidentes, las que vemos en todas las revistas, la imagen de la mujer que se ve a sí misma o que es vista por el hombre, la imagen que quiere dar a los demás -y está también, más profundamente, el imaginario que vuelve a las fantasías: el deseo de volver a la infancia, el deseo del padre, el problema de imponer la dominación del mundo patriarcal, el padre, el patrón y el hombre soñado. No me siento feminista. Creo que debo serlo porque La vida soñada fue tomada de esa manera por las feministas estadounidenses. Es la historia de dos chicas jóvenes de dieciocho, veinte. Fue hecha en 1971. Ni siquiera sabía lo que era el movimiento feminista en el 71. En mis películas, hay una mirada femenina, no diría feminista. Mi película pretende representar la condición alienante de un pequeño burgués, de ninguna manera pretende ser una película comprometida, una película sobre la liberación de la mujer. Quería hablar sobre la amistad femenina. Algo que no conocía. Vengo de una generación en la que las mujeres eran muy competitivas entre sí. También quería hablar del patriarcado y criticar las bellas imágenes de felicidad que presentan las revistas. Mi película está llena de imágenes de la familia nuclear, del hombre soñado, de vacaciones, de bebés. Pero al final, las dos chicas destrozan todas estas imágenes.” Mireille Dansereau




AFRICA ADDIO (Adiós África) (1966) Gualtiero Jacopetti y Franco Prosperi

 



     La frase más repetida, a nivel mundial, en los últimos 50 años es: "El futuro de la Humanidad es África". Un futuro inminente que a estas alturas del siglo XXI ya nadie se cree, espera. Salvo que se refieran exclusivamente al fútbol, porque entonces sí, el futuro, y el presente, es africano, tanto aborígenes como africanos emigrantes de segunda, tercera y cuarta generación. El gran símbolo de esta revolución futbolística es el equipo blanco por antonomasia, el Real Madrid, que ha pasado en menos de 40 años de considerar algo exótico, excepcional, a jugadores como Didí, Cunningham, Anelka, Hulio, Drenthe, Congo, Seedorf, Makelele, Diarra, Essien, Adebayor, Karembeu, Julio César, Robinho, Etóo o Freddy Rincón, a contar con más de 7 jugadores de color, negro, a la vez. Esta hubiera sido la evolución lógica de África, pero no, la descolonización no trajo mayor justicia, prosperidad, para los negros, pasaron de ser explotados, esclavizados, científicamente eso sí, por cuatro pelirrojos blancos, a serlo por los propios negros, de manera más irracional, atávica. El resultado es que ahora mismo África no es más que el vertedero de Occidente, y de Oriente. Y los africanos la mano de obra barata de la industria alimentaria europea, y de la prostitución de polígono. 




     La película trata de captar con inmediatez, objetividad, de reportero, de película de acción, de aventuras, tiembla "Mogambo", este periodo, que se suponía meramente transitorio, entre la África antigua, sumisa, y la África moderna a punto de llegar, que nunca llegó. Lo que quería pasar por una especie de testamento, de documento para la posteridad, del salvajismo africano, tanto de blanquitos como de negritos, con el paso del tiempo se ha convertido en la perfecta explicación en imágenes del porqué África sigue siendo el culo del mundo. Son incapaces de canalizar su increíble exceso de energía, de potencia, también sexual, reproductiva, de manera constructiva, productiva, racional. Esa violenta ataraxia es su condena, su maldición. Justo lo contrario de lo que es el montaje de la película, acelerado pero preciso (3 años de edición), lleno de contrapuntos, de contrastes, aparentemente caóticos pero completamente ajustados a su contenido, a su objetivo totalizador, esclarecedor, por mucho que Jacopetti se regodee con cierto ahínco en la crueldad, salvajismo, de los negros, lo contrario hubiera sido buenismo, un condescendiente publi-reportaje a lo National Geographic. África da miedo, y lo dará siempre, con o sin Tarzán.




     ¿Adivináis quiénes trataron de censurarla, quiénes la denominaron racista, y fascistas a los directores? Exacto, las izquierdas, tanto socialistas como marxistas. Eso de mostrar la verdad en crudo, sin sesgo ideológico ni maquillaje doctrinario, les superaba. Inferir que el ser humano, sin colores que valgan, en el fondo es una mala bestia y no un inocente corderillo condicionado por la terrible sociedad capitalista, ponía patas arriba todos sus dogmas buenistas, populistas. Cambiar África por Afganistán, por Hispanoamérica, y el resultado es exáctamente el mismo. En cuanto dejan de estar tutelados, vigilados, orientados, retroceden en apenas horas varios siglos en la escala evolutiva. Hay colectivos, culturas, religiones, países, continentes, ajenos a la civilización, al progreso social, económico, a la igualdad. Y no, no es racismo, es neorrealismo, estadística. Y quien piense lo contrario que le pregunte a las afganas si se sentían más libres, iguales, protagonistas, con los americanos o con los talibanes, o a los ucranianos, si prefieren vivir bajo el paraguas democrático de la Unión Europea, o bajo el yugo de la dictadura comunista rusa. No todas las culturas, tradiciones, ideologías, son respetables.

"Si digo que en África mueren 180 hipopótamos cada día, tengo que mostrar veinte más o menos, ¿verdad?" Gualtiero Jacopetti



SOUVENIRS DE MADRID (2009-2019) Jacques Duron (y Fabienne Morel)

 


     La última película castiza, gata. El cuarteto madrileño: Chamberí, la Latina, Lavapiés, Malasaña, sigue siendo popular (Malasaña más que popular es pijo, hipster), pero ya no es castizo. La multiculturalidad, la fusión, es lo que tiene, que la esencia se acaba diluyendo en una especie de magma común mucho más aseadito, menos extremo. Muchos dirán que eso es bueno, que en eso consiste la modernidad, la evolución, el progreso, pero lo que se gana en educación, en corrección, en apertura, se pierde en genialidad, en libertad, en radicalidad, de raíz. El Madrid de los 90, en su vertiente más esencial: calle, bares, comercios tradicionales de barrio, metro, Rastro, obras, bancos de madera, fiestas de barrio, más jubileta, obrero, todavía conservaba resabios sainetescos, chulescos, post-franquistas. La religión aún no se había convertido en una atracción más para viajeros en búsqueda de anacrónico exotismo provinciano. El Madrid de la película no está contaminado de posmodernismo, de cosmopolitismo, de terracismo, es un Madrid cercano, en zapatillas de paño, de felpa, un Madrid de las personas, en el que los monumentos, los edificios singulares, los museos, no tienen cabida, ni como telón de fondo. Un Madrid provinciano, pueblerino, en el que todavía hay contacto humano, callejeo, suciedad, deterioro. La grandeza de la película radica en su humanismo, en su absoluta falta de pretensión, no hay un intento de hacer una crítica-crónica sociológica, generacional, de la época, no es una película de tesis, de argumento, es un sencillo retrato, fotomatón, de un mundo en transformación, en vías de extinción. Un mundo congelado de tradiciones y costumbres que en el presente no ve más que una proyección nostálgica del pasado, por falta de energía, hablamos de ancianos, y de voluntad, cualquier tiempo pasado fue mejor. Una especie de “Daguerréotypes” (1975) de Agnès Varda, pero sin veleidades formales, autorales, aquí hay un director de cine con la modestia suficiente para dar todo el protagonismo a las personas, singulares por su normalidad, sencillez, y al cine, lo que viene siendo el plano fijo, el único recurso cinematográfico que logra convocar el misterio, la verdad, que no deja que el director te guíe por completo la mirada. En manos de cualquier otro director, “Souvenirs de Madrid” hubiera terminado siendo una película turística, el gabacho Duron esquiva ese riesgo a base de costumbrismo, de autenticidad, de paciencia, de dar a cada paisano su tiempo, su espacio, para mostrar su verdadera cara, forma de expresión. Todos y cada uno tienen su momento de gloria, su chispazo de gracia, de grandeza. Espontaneidad que se consigue a base de confianza, de cercanía, ninguno fue rodado a escondidas, sin su consentimiento, el proceso de grabación duró 3 años, de 1995 a 1997, y hasta 2009 no tomó cuerpo cinematográfico gracias a la montadora Fabienne Morel, el montaje definitivo es de 2019. Resumiendo, una película crepuscular, intimista, que no refleja la mirada contemplativa de un turista accidental, sino la de un amante, la de un conocedor, un vividor.




Mi película quería ser un retrato de la vida, contada tal cual sucede, exactamente como sucede la vida, ni más ni menos. Aunque la idea era sencilla, la arquitectura era compleja y requería de mucho esfuerzo. Yo quería dar la impresión de estar filmando en el momento, pero había mucha preparación previa. Quería grabar con la cámara en un trípode, en un plano fijo (nunca modificado por quien hablara). Quería filmar a la multitud, no como una entidad, sino aislando cada uno de sus componentes, como si los personajes que la componían pasasen por turnos, en primer plano, delante de la cámara. También quería transmitir la atmósfera de cada lugar mediante un único plano que respirase. Era, en definitiva, la permanencia de una actitud hacia el sujeto filmado, una actitud hecha de distancia calculada, de precaución en el acercamiento, de respeto; una distancia que constantemente había que redefinir y, al mismo tiempo, mantener entre la cámara y el personaje: la distancia realista de la mirada humana. Esta "voluntad" impuso al documental el rigor de una película de ficción: la exactitud en la posición de la cámara, la exactitud en el encuadre y el ritmo. Es sin duda este deseo de proximidad, sostenida a distancia por la puesta en escena, lo que me permitió dar cuerpo y vida al tema, sin hacer demasiado y sin caer en el exotismo.” Jacques Duron









LOS VIEJOS HERALDOS (2018) Luis Alejandro Yero

 



     Cuando el azar, las casualidades, los hechos fortuitos, se filtran en la forma, la forma deja de ser formalista, y se convierte en humanista. La realidad en bruto siempre da al esteticismo racional un plus de profundidad, de verdad. Si “Los viejos Heraldos” fuera un simple registro de la vida cotidiana de dos ancianos cubanos, pues la cosa tendría un interés muy limitado, la rutina tiende a ser rutinaria. Pero es mucho más que eso, la Historia, si es que la política de una dictadura merece esa mayúscula, se filtra en la historia, como telón, ruido, de fondo, sin apenas modificarla, inquietarla. De hecho una lectura posible del corto es que la “Revolución” agoniza, da sus últimos coletazos, o que permanece inalterable como los tradicionales hornos de carbón. Lo que viene a ser lo mismo, lo que no cambia, se transforma, muere por inacción, por inercia. Los dos ancianos contemplan los supuestos cambios políticos con la misma indiferencia, falta de ilusión, con la que ven una telenovela. Cuba hace décadas que es una película de zombies, una cápsula del tiempo amojamada de los años 50. Como el director trabaja dentro del sistema, esta interpretación mía que acerca la película al cine sutilmente contestatario de la genial Susana Barriga (“Patria”, “Cómo construir un barco”), está solo en mi cabeza, creo. El origen del proyecto es conocido, el director realiza una sesión de fotos al protagonista masculino de la película, Tatá (Antonio Cordobé González), para una crónica periodística de una amiga, Carla Gloria Colomé (https://revistaelestornudo.com/tata-botanico-manual-yerbas-medicinales/). Conoce su historia y le fascina que construya hornos de carbón vegetal. El rodaje comienza en abril coincidiendo con la elección del nuevo presidente, es un decir.

Encontraba algo profundamente cinematográfico en los cambios que ocurrirían durante el rodaje de esta película. Ramas muertas de los árboles se transformarían en carbón, mientras la elección de un nuevo presidente sin el apellido Castro, marcaría el fin de una era para Cuba. En la escala cotidiana y en la histórica, saltos tan abruptos evidenciaban el paso del tiempo de una forma intensa, emotiva y registrable. Pero más allá de realizar una documentación de momentos significativos, me interesaba indagar en el espíritu profundo de ambos tiempos: el íntimo que habitan Tatá y Esperanza, y el impuesto por las planificaciones de la política. LOS VIEJOS HERALDOS es el retrato de dos ancianos excepcionales que miran un suceso extraño y distante.” Luis Alejandro Yero




TEAM AMÉRICA (Equipo América) (2004) Trey Parker

 


     Toda parodia supone un homenaje, aunque sea envenenado. Implica conocimiento, devoción, tiempo, blasfemar forma parte de la religión, es su manifestación más destilada, una oración a la contra. Si una parodia no funciona como película de género, si no respeta su estructura no hay nada que hacer. Una parodia es una voladura controlada desde dentro, una improvisación que parte de un estándar. Solo puedes reírte del patriotismo, del nacionalismo, del terrorismo, haciendo una película patriota, nacionalista, terrorista. En la superficie claro está, la película es una farsa, una sátira, porque muestra cómo se ven los americanos a sí mismos, o cualquier otro país, el típico efecto borrachera, desde el punto de vista de cómo les ven los demás, los amigos abstemios del borracho. Todo patriotismo, todo nacionalismo, llevado al extremo, resulta ridículo, pueril. Todo narcisista, todo egocéntrico, llevado al extremo, resulta patético, infantil. Y en esta clasificación caben tanto los políticos, como los actores, como los periodistas, psicópatas del ego. “Team América” es una enmienda total a la incultura de los superhéroes, de los buenos y los malos, un cuestionamiento absoluto del buenismo de postal, del populismo, de izquierdas y de derechas. Pero no olvidemos lo fundamental, es una comedia, una genial comedia, tan destructiva, autocrítica, como “Borat”, en la que cuando menos te lo esperas sueltas una carcajada, lo mismo que pasa con su serie nodriza, “South Park”, y su serie excrecencia, “Robot Chicken”. “Team América” es una bomba de racimo que desde fuera puede parecer un simple petardo. Una anarquista actualización del espíritu de los “Thunderbirds” (1965). América del norte es una gran caja de muñecas, de moñecos. Las marionetas, los títeres, recuperan su histórica función contracultural, anti-sistema.




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  EXORDIO Sangre y sol      No todo el mundo ha tenido la tremenda suerte, desgracia, de haber nacido en España, es una evidencia estadís...