27 marzo 2025

ENTREVISTAS A FRANCO BATTIATO (Traducción propia)

 



Meditación


      Nací en 1945, pero mi vida empezó a definirse como tal cuando descubrí la meditación, a principios de los años setenta. La practico dos veces al día, como los egipcios. Cambio de horario según la estación. Sin embargo, no son reglas fijas, si tengo compromisos lo cambio.
      La mía es una meditación personal. A lo largo de los años he leído y recogido todas las indicaciones posibles. Después he elegido mi línea personal. Medito entre cuarenta y cincuenta minutos. Cuando empecé en los años setenta, tardaba media hora en relajar todo el cuerpo. Hoy, en una fracción de segundo puedo reconectar con todo el trabajo que ya he hecho. Si hay partes que necesitan aflojarse, si estoy lleno de nudos, es difícil agarrar algo. Es la eterna lucha entre el sí y el no. Al principio el cuerpo, al no estar entrenado, tiene sus sus necesidades, no quiere quedarse quieto en esa posición, le sugiere todo tipo de excusas, compromisos imaginarios, compromisos inaplazables. Aunque todo es aplazable.
      Todavía hoy hago yoga por motivos absolutamente físicos, mientras que el yoga comenzó como algo metafísico. He dado prioridad a la meditación, porque soy sedentario, hago yoga por razones absolutamente de movimiento, o mejor dicho, de movimiento no físico.
      Se necesitan verdaderos maestros para estudiar el propio cuerpo. Un mal pianista, por una mala escuela, interpreta un mal Chopin. En el campo esotérico se pueden combinar desastres más peligrosos.


A finales de los 60 y principios de los 70 entra en una crisis.


      (..) una crisis que groseramente podríamos decir de identidad, pero en mi caso no era una crisis de identidad de personalidad. ¡No! Sino de raza. En el sentido de que en ese momento tenía dificultades para comprender a los humanos, como seres biológicos. No fue una crisis psicológica, digamos. No, pero debido precisamente a una comprensión poco clara del hombre, a una inseguridad para identificar, para comprender lo que es este ser. Cuando, por ejemplo, se me ocurrió subir a un autobús -algo que he hecho muy pocas veces en mi vida; solo en los inicios- tuve que bajarme, porque esta masa de gente, estos seres, no los comprendía. En resumen, me parecían monstruosos.


¿En su comportamiento?


      En sus no-comportamientos, incluso si permanecían inmóviles, en suma. Y también la naturaleza. Quiero decir que el cielo me parecía mucho más pequeño y diminuto de lo que es, algo plastificado. Resumiendo que eran los clásicos fenómenos depresivos. Así que era una cosa seria. Tenía que encontrar una solución.


Los años de «encerrado en una habitación»; entre el 72 y el 78.


      Muy poco contacto con el mundo exterior. Fueron años años estupendos para mí. Tuve la buena fortuna, haciendo este trabajo, de combinar agradablemente la práctica meditativa con el viaje sonoro. (...) El sintetizador era, en mi experiencia, una herramienta terapéutica. He ido más allá del instrumento. He realizado viajes misteriosos y fantásticos a horcajadas sobre el sonido. No he experimentado tanto con la música en sí, como en mí mismo. La investigación del sonido por sí misma nunca me ha interesado. El instrumento como simple fuente de sonido era algo parecido a un juego, y siempre lo he considerado como tal. He hecho muchos juegos sonoros en esta dirección que no significaban nada. En cambio, me encontré armonizándome con el sintetizador a la manera griega, recorriendo las civilizaciones pasadas con sonidos artificiales. ¡Esto fue realmente interesante! Para mí, el instrumento electrónico era una especie de máquina del tiempo, a través de la cual sondeaba mi psique perceptiva.
      Durante ese periodo casi no escuchaba música ligera. Hubo una fractura total e inexplicable para un tipo como yo que sin embargo sentía curiosidad por el mundo de la música. Sólo veía Sanremo, que consideraba una pasarela delirante.


Encerrarte en una habitación, yendo, por lo que tengo entendido, a buscar ese conocimiento, esa reflexión a través de la cual darte respuestas... ¿Qué respuestas te diste a ti mismo?


      Comencé -que no es poco- a redescubrir mi esencia, a saborear de nuevo así el placer del destino. Saber para qué has sido creado, si existe un sentido, si realmente estás cumpliendo tu cometido, etc. Las respuestas son justamente una síntesis dilatada en el tiempo. Aunque no tengas respuestas inmediatas no importa. Porque sientes que, poco a poco, madura una visión del mundo que es tuya, que no se lee en los libros y que ni siquiera es fantasía sino que es realmente un camino práctico de conocimiento.

El centro de gravedad permanente


      El centro de gravedad permanente es el grado de conciencia de Ser. Aunque existen diversas «posibilidades de perfección» del propio Ser. Es ese grado de conocimiento que te lleva a una verdad personal, que, como consecuencia, se refleja externamente en una proyección de justicia y precisión.
      Cuando decimos que una persona está «descentrada», que «no tiene centro», decimos que está “descentrada”. Sienten que les falta eso que los orientales sitúan bajo el plexo celíaco. Y podemos determinarlo con un ejemplo de ley física: hay un punto en el que una persona está equilibrada sobre sí misma; otro punto en el que basta un poco de viento para hacerte caer. Es el centro alrededor del cual gira todo el mundo de la percepción y de la impresión: es una posición desde desde la cual todo lo demás es periferia, una posición desde la que ves el mundo entero. Hay una conexión con el control de las emociones. Se trata de una idea de unidad llevada a las últimas consecuencias, contra la naturaleza fragmentaria del ser, para Ser Uno. El centro perfecto -realmente difícil de alcanzar- es la posibilidad de no tener dudas sobre nada porque todo está claro. Desde ese punto todo se ve con claridad y perfección. Pero hay varios niveles.


La duda es una fase esencial en la evolución personal, seguida de lo que los sabios llaman «fulguración». ¿Sucede que primero te envuelve esta oscuridad de la razón e inmediatamente después te ilumina un nuevo pensamiento que cambia radicalmente las cartas sobre la mesa?


      Soy partidario de los no excesos: por eso me siento más inclinado a manifestar entusiasmos y malos humores controlados. Al final prefiero quedarme en el «término medio», que es lo que me interesa. Por lo tanto, me encuentro siempre dando pequeños pasos sin exagerar nunca, ni tocar cimas extremas. La duda ciertamente me embarga, pero prevalece en mí la parte racional que me sugiere lo saludable que es siempre intentar y probar. Y me gusta subrayar que el camino del centro no implica en absoluto la supresión de las emociones que por el contrario deben permanecer intactas. Por lo tanto, es un hecho inevitable que muchas de mis elecciones están regidas por factores emocionales que nunca soportaría desterrar de mi vida. Prefiero tomar decisiones que razonablemente pueden tener un buen efecto concreto, que dejarme abrumar por una serie de convicciones destinadas a resultar ilusorias. Sin embargo estoy firmemente convencido de que el entusiasmo, que considero un fermento creativo, debe dominarse del mismo modo que todas las emociones fuertes.


¿Has encontrado tu centro de gravedad permanente?


      Afortunadamente, no. Creo que es imposible. En compensación he encontrado algo importante. Nunca más he cambiado de opinión sobre una persona. De hacer un giro en U.


Reencarnación


      Partiría del hecho de que una persona primero tiene que conocerse a sí misma, de lo contrario, es mejor dejarlo estar. El conocimiento concierne también a las propias tendencias y a la profundización de los propios deseos. Una vez que has identificado una dirección y establecido el ideal de nuestro deseo, pasamos a descubrir el porqué de las causas de estas cosas. Te gusta un tipo de mujer. Entonces tienes que preguntarte por qué las mujeres que tienen esa determinada característica son tu ideal. El verdadero problema entonces, una vez que has identificado tus gustos, es aceptarlos o no. Puede haber una segunda fase mucho más interesante, la de la emancipación del propio ideal, el distanciamiento del propio deseo. Puedes comprender que una cosa ya no te interesa. Dentro de estas categorías hay tantas variantes que también se cruzan y conciernen al “tras haber sido”. Si no aclaramos este punto, todo lo que se dice se vuelve oscuro. Todo depende del grado de conocimiento que tengas de tu vida pasada y del conocimiento que tengas de tu ser hoy, en tu relación con el otro. Esto no significa, sin embargo, que tengas que acatar ciertas reglas, es decir, estar sometido a ellas, sino que también significa que puedes oponerte a estas reglas. Si has sido generado por un padre que en el pasado fue tu hijo, o que fue tu madre o tu hermana, nos encontramos ante realidades que se mezclan de forma absurda y perfecta al mismo tiempo. Son cosas que nos resultan incomprensibles a la luz de la tradición en la que nos hemos criado. Desde otro punto de vista, el mío, por ejemplo, estas cosas son perfectamente naturales. Pero el juego de roles debe ser siempre el de la tradición: aunque tu padre fuera tu hermana, cada uno tiene que estar en su lugar. Los juegos son difíciles de predecir. Cuando uno es hijo, debe ser hijo, aunque exista la posibilidad de que un hijo se convierte en padre de su propio padre, etc. Es un intercambio de papeles que se produce, lo sepa la gente o no. Sucede naturalmente. He visto a hijas actuar como madres de su madre, sobre todo en un momento determinado de la vida. Todo debe verse desde esta perspectiva. La dificultad reside en comprender qué tipo de esencia posee uno. También se puede tener la esencia de un ángel sin sexo, sentir atracción por cierto tipo de cosas...


¿Eres más hijo de tu padre o de tu madre?


      De ninguno de los dos. Tenemos que volver a lo que acabo de decir, y a lo que sabes de ti mismo. ¿De qué naturaleza eres como pasta celeste? Puede que no seas ni hombre ni mujer. Puedes ser hombre. Puedes ser mujer. Puedes ser mujer que en cambio es hombre, y puedes ser hombre que en cambio es mujer. Pero el que está a mitad de camino siempre está a mitad de camino: no es ni ni lo uno ni lo otro. Cuando decimos que los ángeles no tienen sexo, aludimos a tal categoría. Con la edad he descubierto que las relaciones entre tú y quien te engendró, se vuelven de orden jurídico. Celestial, pero jurídica. Y tú aceptas este papel como salvaguarda de tu integridad ética. Y por tanto debes ayudar al padre y a la madre en la misma medida. No creo en la muerte. El padre después de la muerte es algo. O puede ser que haya vuelto a la vida, y que yo sepa quién es hoy, y dónde está. Eso es interesante. Mi padre nunca murió. Por supuesto que no. Me confronto constantemente con su figura, con lo que es hoy, con con lo que me enseñó y me sigue enseñando. Y tal vez yo también le estoy ayudando. Los males que se hacen y se perdonan, ayudan a la persona que los cometió. Es como cuando uno roba, y el robado le tranquiliza diciéndole que no presentará cargos. Es decir: si alguien te roba algo y no lo denuncias, el juez le impone una pena menor e incluso puede absolverle. Lo mismo ocurre en el juicio extraterrenal sobre los padres, sobre la relación con sus hijos, sus fallos, sus omisiones.


¿Cuál es el primer recuerdo que conserva?

 

     Es algo relacionado con el peligro. Tengo conciencia prenatal, de antes de nacer.


¿Cómo?


      Creo en la reencarnación. Cuando una energía entra en el feto de una mujer, comienza la vida. Y recuerdo perfectamente mi entrada.


¿Y lo que fue en vidas anteriores?


      Creo que sí. Pero no indago; lo que me interesa es lo que soy hoy.

 

 

Sexualidad


       Debo decir que, en general, siempre he sido contrario a cierto tipo de radicalismo sexual. Los travestis me hacen un cierto efecto físicamente. Otras relaciones homosexuales me parecen más naturales. Algunas son perfectas, mejores que las relaciones heterosexuales. Otras son tremendas. Caricaturas del matrimonio. ¡Qué desastres! Son cosas patéticas. Como estos homosexuales vengativos... Las cosas antinaturales me enferman. Me perturba la no aceptación del propio karma. Creo que soy muy libre por un lado, pero muy conservador por otro. Una mujer que se convierte en hombre y viceversa... ¿Por qué? Son tantos los casos.


La última canción de “Voce del padrone” (La voz del patrón), titulada «Sentimiento nuevo», trata el tema del amor no sólo como un sentimiento, sino como una fuerte carga sensual. En este sentido, dados tus intereses místicos y esotéricos, ¿también perteneces a esa corriente de pensamiento que experimenta el elemento divino a través de la sexualidad fisiológica?


      Es una pregunta interesante, pero llena de trampas en mi caso personal. Durante años me he debatido entre dos caminos, el que utiliza el sexo como una elevación mística y la vía católica de transformación. Hay una frase que no sé si utilizaré para Gilgamesh, pero que había escrito para esta obra. Dice así: «Cuando alcanzo una fuerte intensidad en el amor, mi semen se vuelve más denso y más puro». En la antigüedad se hablaba del paroxismo orgiástico, de la técnica de retención del semen, un orgasmo continuo con una eyaculación y retorno del semen. Era una técnica para alcanzar niveles de éxtasis más allá de lo humano, casi insoportables en fuerza, intensidad y gozo.

      El acto sexual, el orgasmo por excelencia, para mí es como un ensayo general del abandono definitivo del cuerpo. A través de placer sexual ya no hay frenos, y por tanto uno se sale del yo.

     La energía sexual es como el humo que atraviesa las puertas. No se puede encerrar, no se puede sellar porque se transforma. En el momento en que reprimes una cosa, se escapa a otra parte. Yo diría más bien, como sugieren los místicos católicos más evolucionados, que puedes intentar transformar la sexualidad. Muchos cristianos han sido capaces de canalizar la energía sexual en otras direcciones.         

     El único tipo de «castidad» que he practicado se refiere a ese tipo particular de energía que se canaliza completamente, si considero mi caso, en la aplicación a componer: como efecto de esta absorción, la sexualidad se ve tan transformada que toma otros caminos. Es decir, a veces tienes tanto que hacer y estás tan absorto en tu empeño que sublimas esa pulsión. La sexualidad también necesita espacio para manifestarse y cuando mi mente está en otra parte ni siquiera pienso en ello.

      Mis dos caminos diferentes son estos: por un lado, la consecución
de una situación diversa, a través de un uso particular de la sexualidad, por otro, desplazar la sexualidad hacia otras cosas, transformando la energía. Como un trabajo que produce calor. No te he dicho el tercer camino posible: no perder tanto tiempo en tentativas vanas. Sin hacer discursos elevados: también se puede considerar la sexualidad como un desfogue físico necesario, un vaciado de la columna vertebral. Si no eres capaz de convertirla en otra cosa, es mejor que ciertas tensiones de la energía sexual que se organizan dentro sean expulsadas y liberadas.
      Si la castidad es una solución final, completamente dominada, está bien. Si es como estrategia de imitación o para limitarse, puede ser tan peligrosa como su contraria. Buda lo enseña.
      Sin embargo en el amor lo que más me interesa es la unión de un mundo con otro. Me ha sucedido, durante mis viajes al extranjero, esperar horas en el aeropuerto y observar a los demás para pasar el tiempo: la observación sigue siendo mi actividad principal. Así que, de vez en cuando, me ha ocurrido ver pasar a una persona, observarla y amarla de repente, pero no en el sentido habitual. Sentir que su pertenencia a un cierto mundo, a una vida, a una sociedad, a una familia, era algo que había que amar. Ciertos gestos, cómo se movía, cómo cogía las maletas... Desgraciadamente me ha pasado pocas veces; han sido especiales. Son personas a las que nunca he conocido; nunca sabrán de mi existencia, ni yo de la suya. Son encuentros parecidos a los que se tienen con una flor, en cierto momento de tu vida, una flor cuyo aroma permanece contigo durante mucho tiempo; o el recuerdo imborrable de ciertos atardeceres. Son emociones que van más allá de la atracción sexual, como si te atrajeran a un mundo de valores que para ti tienen un sentido y son un espejismo lejano.

 

 

El peligro de las caídas


      También se puede meditar, estar a un gran nivel y, al mismo tiempo, no haber resuelto problemas muy grandes de ego y de orgullo que te nublan y así, estando en el camino espiritual y habiendo experimentado cosas interesantes y verdaderas, se pueden haber cometido pecados que a veces son incluso peores que los de los hombres inconscientes. Porque un hombre inconsciente puede cometer un pecado mortal que es, sin embargo, un pecado menos grave que el pecado venial de un hombre consciente. Ya sabes que cuando uno cae desde arriba, cuanto más alto, peor es la caída.


Has conocido a hombres importantes en tu vida. ¿Qué te han transmitido? ¿Qué posibilidades te han abierto para ulteriores logros? ¿Hay alguna experiencia en particular?

 

      No se pueden sintetizar porque son muchas. A veces, para el camino que he elegido, no es importante que alguien te cuente secretos. A veces incluso un comportamiento silencioso, pero del cual puedes percibir, por ejemplo, la profundidad de una verdadera esencia, se convierte en una verdadera experiencia. Son cosas que permanecen contigo de forma indeleble: como una cabeza que se inclina para rezar, etc., pero al mismo mismo tiempo, he tenido la fortuna de conocer a personas que también me han transmitido también ciertos secretos, digamos.

 

P.D: Aplazo sine die la continuación de las dos entradas battiateras porque ya no tengo edad para mantener tantos procesos mentales a la vez y me disperso en exceso.

 

 

 

(Continuará en un tiempo...)




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