11 enero 2024

CINE LATINOAMERICANO / LATINOAMERICAN´S CINEMA (TOP 100) (Antolejía / Antolye) (Antología / Anthology) (Última actualización)

 


     De todas las antolejías que he realizado, seguramente la del cine latinoamericano y la del cine realizado por mujeres sean las más necesarias, incluso para mí mismo, fueron una forma de rellenar lagunas, más bien lagos. Y la que más me costó completar fue ésta, si en todas tuve que hacer decenas de descartes, tuve que ir afinándolas con los años para subir la nota media, en ésta tuve que hacer un esfuerzo extra, estiramientos, para llegar a los 100 títulos, de hecho es la única que no he actualizado en todos estos años, creo que era del 2015. Si lo hago ahora es porque no quedé convencido con el resultado final, demasiado irregular, y porque en estos años he ido acumulando unas cuantas películas, no tantas como quisiera, que merecen su lugar de privilegio. Con todas las novedades, más de 20, el subidón de calidad es muy considerable, y salvo advenimientos espectaculares en los próximos años, va a ser muy difícil de actualizar, de mejorar, tampoco tengo la más mínima intención de hacerlo.


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P.D: Última actualización del blog hasta fin de año, que os sea leve el 2024.



ALICIA EN EL PUEBLO DE MARAVILLAS (1991) Daniel Díaz Torres

 


     Las crisis en las dictaduras, casi siempre de origen económico, suelen ser una gran oportunidad creativa, un pequeño oasis de libertad. Pasó en España con la dictadura fascista de Franco en los años 60, el Nuevo Cine Español (la generación más brillante de su historia, de hecho no ha existido otra en el sentido estricto de la palabra), auspiciado por el propio Régimen (nunca se valorará lo suficiente la labor de García Escudero), una coartada para vender el aperturismo en todo el mundo, una manera inteligente de romper el bloqueo, y en la dictadura comunista de Fidel en la crisis de finales de los 80, con la Perestroika tenían el culo apretao. Aunque en el caso de Cuba más que apertura fue relajación, esa fase de toda dictadura en la que las cosas se dejan pasar por inercia, por pura indolencia. De hecho les colaron la película sin ningún problema, y eso que estaba producida por el Instituto Cubano de Cine (ICAIC), y tuvo que pasar los preceptivos filtros de guión, vamos censura, lo que eufemísticamente llaman grupos de trabajo. Solo una vez terminada se dieron cuenta de la bomba de relojería que tenían entre manos, una oda a la disidencia, y la estrenaron de tapadillo durante tres días. El director tardó años en volver a dirigir, y el Instituto Cubano de Cine perdió su escaso margen de libertad. ¿Y la cosa era para tanto? Pues la verdad es que sí, porque hasta los propios marxistas, que muy largos no son, apreciaron que tras la máscara de la sátira, del humor, se escondía una crítica salvaje a la dictadura, perdón Revolución. Al sistema clientelar cultural, en el que la cultura es lo de menos, y el adoctrinamiento, la propaganda, lo de más, por lo que la crítica se puede extender a cualquier democracia, en su vertiente pública subvencionada. Una crítica que sigue completamente vigente, lo mismo que su humor, aparentemente absurdo, y lleno de verdad, de sangre, difícilmente escucharéis tantas veces en una película el castizo, castellano, coño. Para que os hagáis una idea, es un cruce perfecto entre “Ciudad Zero”, también crítica con la dictadura comunista de Stalin, y “Amanece que no es poco”, por su costumbrismo surrealista. Si el nivel de una cinematografía se mide por la calidad de su comedia de culto, ese es mi baremo, pues Cuba milita en la Champions, en la Superliga, lo mismo que México con “Ahí está el detalle”, y España con “El grano de mostaza” (lo siento, “Amanece que no es poco” es demasiado misógina como para rendirle ningún tipo de culto, hace años que salió de mi lista de 100), no puedo decir lo mismo de Argentina, “Esperando la carroza”. De nuevo se constata que el gran humor, el atemporal, el universal, siempre es transgresor, disidente, anti-sistema. Aguante Fidel.





Una de las leyendas que se tejió después sobre la película fue que el proyecto fue semiclandestino, que le escondimos la bola a la dirección del ICAIC. Eso revela una gran ingenuidad; dudo mucho que allí se pueda esconder bola alguna. Cuando el mecanismo de producción echó a andar, a fines del 89, se trataba de una película más, y nada más. Una película que algunos vaticinaron sería exitosa y polémica, pero que nadie imaginó se convirtiera en… lo que se convirtió. Ciertamente, el mundo era una cosa en 1987, 88 e incluso 89, y algo muy distinto en 1991. Eso puede y debe entenderse.” Eduardo del Llano (responsable del grupo Nos-y-otros y co-guionista de la película)




NADA (2001) Juan Carlos Cremata



     Diez años son toda una vida, en diez años la transformación física es tan brutal que cuesta hasta reconocerte en el espejo. Diez años sin una gran película cubana que llevarte a los ojos (“Fresa y Chocolate” (1993) se queda a medio camino, es menos transgresora de lo que parece), la última fue la genial comedia “Alicia en el pueblo de Maravillas” (1991) de Daniel Díaz Torres (para las siguientes no hubo que esperar tanto, el testamento cubano desde el exilio “Inside Downtown” (2011) de Nicolás Guillén Landrián, “Opus” (2005) de José Ángel Toirac, y “Patria” (2007) de Susana Barriga, todas críticas, crípticas, a su manera). Diez años en los que Thais Valdés, la protagonista de ambas, haciendo el mismo personaje, parece otra persona, bastante menos inquietante, fascinante, físicamente, la belleza es tan efímera como el talento, el pelo pollo final de escapada no ayuda. Diez años en los que la dictadura cubana fue ensimismándose más, enclaustrándose más, hasta asfixiar por completo a los cubanos. Aunque eso es pecar de optimistas, todavía tenían margen de caída, como se puede comprobar en la actualidad, en la que Cuba es un muerto viviente, o muerto a secas. Diez años desde la polémica que suscitó la película de Daniel Díaz Torres, que supuso el fin del aperturismo del cine cubano (la película es una directa derivada, una secuela ensimismada que deja bien a las claras los nuevos límites en los que era posible moverse, solo en el terreno de la libertad formal. La maniquea carta final, el inverosímil final, no es más que una concesión al sistema, al Régimen, la forma que tiene Cremata de evitar una nueva polémica, una nueva limpia). Diez años de cine convencional, mediocre. Diez años de nada, de blanco y negro, de grises con pequeñas pinceladas de color (el recurso formal de colorear algunos objetos no es un capricho estético, es una metáfora ajustada de la realidad cubana). Si en “Alicia en el pueblo de Maravillas” a pesar de la indolencia, del conformismo, todavía existía cierto espíritu crítico, cierta vitalidad, sarcasmo, rabia, solidaridad, en “Nada” ya solo hay tristeza (el humor es más chaplinesco, más ibáñeziano, más chytloviano, jeunetiano, godardiano, nichettiano, aleaiano), amargura, frustración, soledad, y rebeldía en segundo plano (la crítica a la dictadura es mucho más sutil, aparentemente inocente (por ejemplo la camiseta del Ché al revés, que tenga el libro “El mono desnudo” en su estantería, que ponga mala cara al beisbol, el deporte nacional cubano, la parodia del marxismo en el documental sobre animales, etc.), los más corticos verán en la película una especie de “Amélie” a la cubana, casualmente del mismo año), en primero ya no era posible en 2001. Hasta el punto de que para sobrevivir los cubanos se tienen que inventar una vida, emociones, para al menos fingir que están vivos. La imaginación, la escritura, la creación, como último recurso, como única forma de tratar de salvar el presente. La encrucijada de la protagonista era, es, la encrucijada de todos los cubanos, o vivir en una Cuba sin presente ni futuro, o emigrar fuera, con pocas posibilidades de presente, pero al menos con alguna esperanza de futuro. El famoso lema cubano de Patria o Muerte, convertido después de décadas de dictadura cubana en Patria = Muerte. En definitiva, una comedia política disfrazada de romántica, eso sí, de un romanticismo apasionado y a la vez triste, nostálgico, desesperado, como el de Kieslowski, otra víctima del comunismo, el comunismo es incompatible con la alegría, con la libertad, con el dejarse llevar, errar.




02 enero 2024

TOP 10 CINE ARGENTINO / ARGENTINIAN CINEMA

 

01- No abras nunca esa puerta (1952) Carlos Hugo Christensen



02- Rosaura a las diez (1958) Mario Soffici



03- La terraza (1963) Leopoldo Torre Nilsson



04- Crónica de un niño solo (1965) Leonardo Favio



05- Invasión (1969) Hugo Santiago



06- El habilitado (1971) Jorge Cedrón



07- Silvia Prieto (1999) Martín Rejtman



08- La ciénaga (2001) Lucrecia Martel



09- Fantasma (2006) Lisandro Alonso



10- Papirosen (Cigarrillos) (2011) Gastón Solnicki






EL HABILITADO (1971) Jorge Cedrón

 


    La gran joya oculta del cine argentino, su obra maestra con mayúsculas, su película más cruel, la más abiertamente anti-española, o no, anti-cultura-española, o no, razón de más para disfrutarla el doble como españoles, como gallegos. Cedrón, alias “Tigre”, incluso se permite el lujo de descojonarse, varias veces, o no, del pasodoble “Gallito” (también de “Yo quiero ser torero”), el himno oficioso de España, y de cometer la herejía, la blasfemia, o no, de burlarse de lo más sagrado que tienen los gallegos exiliados, su Santo Grial, la gaita. Aclaro los o no, como todo el mundo sabe, un gallego nunca se sabe si sube o baja, y Cedrón es un apellido de origen gallego, asturiano, además que la película es autobiográfica, el director trabajó en un almacén llamado “Los Gallegos”. Esto en cuanto a los españoles, que en Argentina solo ocupaban dos rangos muy extremos, o patrón o currito, el resto es igual de transgresor, de salvaje. La película supura odio de clase, amargura, frustración a raudales, el protagonista, sobrino del director, es el personaje más chuleta, sociópata, hijoputa, visto jamás en una película, y su antagonista, el gallego Manuel, Manué, Manolito, un espectacular Héctor Alterio, la encarnación más patética, neorrealista, del pobre hombre de toda la vida. Ni a Jesucristo le humillaron tanto de camino al monte Calvario. Lo alucinante es que este despliegue de crueldad, de sadismo, se perpetra desde el humor, un humor más negro que el betún de Judea, siguiendo con la parábola bíblica. La tesis de la película se puede resumir en: si te gustó el colegio, te encantará el trabajo en equipo. También se puede leer como una crítica al capitalismo, para que puedan dormir tranquilos los marxistas.




Ya sé que algunos no van a encontrar en mi película esas vastas teorías sobre la realidad que construyen algunos cineastas a la francesa. Tampoco me propongo un cine de tesis, a lo Solanas; para mí, cualquier tipo que exprese su visión del mundo con claridad es revolucionario. Lo demás no me preocupa. Creo que si se toma una historia, una situación cualquiera, y se ahonda en ella sin piedad —eso sí: sin piedad— saldrán a flote todas las contradicciones, todas las cosas negativas de la sociedad en que vivimos. Simplemente narrando, sin grandes palabras ni estruendosas propuestas. En mi película cabe más la estética de un Roberto Arlt, de un Beckett, que los firuletes de algunos adictos a la Nouvelle Vague. Al menos, eso creo. En todo caso, entre el contenido y lo formal no hay diferencia. Por ejemplo, uno de los juegos de la película es que cada personaje imita a los otros cuatro a cada momento. Eso, que parecería ser un juego tipo “teatro dentro del teatro”, no es sino una exigencia de la historia, de la realidad de la historia narrada. Eso da pie al humor y al grotesco que hay en el humor, que en cualquier momento pasa a ser trágico.” Jorge Cedrón


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KÉKSZAKÁLLÚ (Barba Azul) (2016) Gastón Solnicki

 



     Cuenta la leyenda que vayas al lugar del mundo donde vayas encontrarás a un argentino, doy fe, es cierto. Lo que ya no es tan cierto es que los argentinos amen más a Borges que a Sábato, ni que Argentina sea el país con el mayor número de cinéfilos comprometidos del mundo. No hablo de cantidad, que puede ser, sino de compromiso con el cinematógrafo. La crítica y la cinefilia argentina tienen dos cánceres, que se han fusionado en uno solo: el populismo, que apenas ya afectan al resto del mundo. Uno específico, el peronismo, y otro más global, el marxismo, que confluyen en un objetivo, finalidad, común: adoctrinar desde el cine. Para ellos el cine tiene que ser algo útil, ideológico, comprometido, con las causas sociales, con las ideas políticas, por supuesto de izquierdas, no con la forma, el lenguaje. Razón por la que siempre aparecen en las listas de las mejores películas de la historia del cine argentino garbanzadas del tipo Solanas, Birri, Gleyzer o Aristarain. Por suerte en la vieja Europa, y en el ámbito anglosajón, este enfoque político, retrógrado, acinematográfico, hace tiempo que pasó a mejor vida. El cine, el cinematógrafo, sirven para formalizar la realidad, lo cotidiano, y para generar realidades paralelas y/o alternativas, que una película sea o no comprometida con determinada ideología populista no debe de ser más que una nota a pie de página, incluso un borrón. La consecuencia de este estúpido adoctrinamiento, es que la peor forma de adentrarse en el cine argentino es leer a los críticos y cinéfilos argentinos, conviene recordar que su película más popular es la infame comedia “Esperando la carroza” (1985) de Alejandro Doria , que por comparación convierte a “Torrente” en cine de autor. Sus listas de 100 son casi tan ridículas como las españolas, o más, porque en Argentina no existen 100 grandes películas, como mucho 15, y la gran mayoría de ellas son unas perfectas desconocidas para el común de los cinéfilos argentinos, españoles, de hecho no suelen entrar en estas listas. Salvo “La ciénaga”, que a pesar de los marxistas, a estas alturas ya ha alcanzado el estatus de película intocable, ninguna película argentina genera tanto consenso a nivel mundial.



     Todo este rollo introductorio para decir que siendo la cinematografía argentina el equivalente al Made in China, al Made in Taiwan, vamos que no hay película-director mundial que no hayan tratado de plagiar, emular, sobre todo si ha ganado algún Festival europeo, siempre me extrañó que su película más prestigiosa, reconocida, no hubiera creado escuela, no hubiera provocado un aluvión de calcos. Supongo que su complejidad formal, su morbosa atmósfera, les echaba para atrás. Pues bien, por fin he encontrado una de ellas, una secuela aún más formalizada, distanciada, aún más precisa, e igual de fascinante, si la firma un director austriaco (su familia tiene origen polaco-austriaco y se nota), ¿Ruth Mader, Nina Menkes?, nadie se hubiera extrañado. No hay un solo plano de desperdicio, ni un solo diálogo insustancial que sobre, porque todos lo son, que falte, todo está reducido a su mínima expresión, a su máxima potencia expresiva. Todos los planos son aparentemente intrascendentes a nivel narrativo, y todos ellos son imprescindibles a nivel significativo. Vamos que no son cromos aleatorios, que las piezas se van ensamblando de manera fluida, y repito, precisa, el montaje es una filigrana. Si no es la película formalmente más rigurosa (solo planos fijos), ensimismada, misteriosa, de la historia del cine argentino, le falta el canto de un peso. ¿Y el contenido? Pues pijos de vacaciones, valga la redundancia, y como pequeño contrapunto, que no se diga que no hay conciencia de clase, obreros de cadena. Lo sé, demasiado poco para poder levantar el puñito. Mucho menos lo podrán levantar con su obra maestra, “Papirosen” (2011), que los marxistas pata negra calificarán de individualista, como si eso fuera algo negativo, hay que quererlos.

Nadie tenía guión, tampoco había diálogos. Sin embargo, el rigor formal era uno de los pilares de nuestra búsqueda. En ese sentido, el límite de un único lente (40mm), resultó una de las estrategias más interesantes. Un lente muy versátil, que nos permitía concentrarnos en la gestación de nuestra ficción y no en su manipulación. A las series de imágenes cándidas y espontáneas le imprimió un rigor y una consistencia formal, aprendida de los maestros. Es uno de los aspectos que descoloca al espectador. No entender si lo que está viendo, está compuesto o encontrado.” Gastón Solnicki




P.D: Subo su obra maestra porque es más difícil de encontrar.


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SE BUSCA (CON URGENCIA) "EL CANTAR DE LOS CANTARES" (1959) MANUEL ALTOLAGUIRRE

 





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  EXORDIO Sangre y sol      No todo el mundo ha tenido la tremenda suerte, desgracia, de haber nacido en España, es una evidencia estadís...