13 abril 2022

AL-MUMMIA (La momia) (1969) Shadi Abd al-Salam

 


     Una de mis grandes frustraciones como cinéfilo es el cine africano, hace años me propuse hacer una antolejía con mis 100 películas favoritas, la antesala, estímulo, para descubrirlas, y lo tuve que dejar por imposible, ni estirando mucho llegaba a las 25. Un continente de más de 1.000 millones de habitantes, de 54 países, la supuesta cuna de la humanidad (¡viva la escultura persa!), y ni rebuscando entre las piedras del desierto, que alguna habrá, daba con joyas ocultas u olvidadas. Obviamente ser el continente más pobre del mundo, gracias a la colonización y a los posteriores dirigentes autóctonos, no ayuda mucho, pero Hispanoamérica tampoco es que nade en la abundancia y a las 100 llegas con relativa facilidad. Cinematografías potentes en el continente solo ha habido, hay, dos, Egipto en el cine clásico (aunque los egipcios no se consideran africanos, los argelinos más o menos lo mismo), Chahine, que no es para tanto, se codeaba con los grandes en todos los festivales, y Nigeria en el moderno, aunque en este caso sea una simple cuestión de cantidad, Nollywood (más de un millón de trabajadores, más de 1.500 películas al año, el Wakalywood ugandés va por el mismo camino) es la segunda industria más grande del mundo después de Bollywood, la tercera es Hollywood. Un enigma parecido al que haya tan pocas grandes películas realizadas por negros, perdón racializados, en los Estados Unidos, aunque aquí hay que dividir entre el África Blanca (Argelia, Egipto, Libia, Marruecos y Túnez), de influencia francesa, y el África Negra, a ellos mismos no les gusta que se les mezcle, son así de escogiditos, los negros son tan racistas como los blancos y los café con leche. Ahora pasemos a la película, de las pocas africanas, sin ganas de ofender, que están en mi canon canónigo desde el principio, incluso años antes de que Scorsese la descubriera, es lo bueno de ser un visionario por parte de madre, de pequeño tenía alucinaciones que siempre se cumplían, de mi adolescencia teosófica hablaré otro día. Antes de nada decir que no amo Egipto, salvo por Om Kalthoum, y que no he estudiado arqueología espoleado por el visionado de Indiana Jones, que en España los hay a miles en mi generación, luego la momia del título no me sirvió de aliciente, tampoco las pirámides, que me resbala saber su origen, por mí como si las hicieron los extraterrestres. Mi aproximación a “Al-Mummia”, la gran obra maestra del cine africano, de nuevo con perdón, dejémoslo en árabe, es estrictamente cinematográfica, formal, no hay exotismo, snobismo, que valga. La esotérica película, mezcla de aventuras, western y misticismo, o la versión formalista, misteriosa, críptica, de Indiana Jones, aúna en su seno dos tipos de belleza, la formal, encuadres, montaje, y la plástica, el interior del encuadre, fotografía y dirección artística, algo que no siempre suma, aquí sí.






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