14 abril 2022

SOMMARTAG (Tren veraniego) (1961) Jan Troell

 


     Me fascinan los trenes y los tranvías, los autobuses y los autocares no tanto, en unos me siento libre, en los otros encerrado. El autobús y el autocar no ha dado ninguna obra maestra al cine, y el tren y el tranvía unas cuantas, por encima de todas “Fin” (1992) de Pelechian y “Tranvía atravesando la ciudad” (1973) de Stanukinas. Pues bien, a este díptico imprescindible, se le suma una tercera pata, la génesis, “Tren veraniego” de Jan Troell, una especie de síntesis de las dos, de documental poético, en la línea de su admirado maestro, el también sueco, y todavía más desconocido que él, el genial, según el día, Arne Sucksdorff (“Copacabana es mi hogar” (1965)), discípulo de Flaherty. De nuevo un ejercicio de estilo, de montaje, se encarga hasta de la maravillosa fotografía en blanco y negro, con un poso humanista, observacional, que pasa de lo objetivo a lo subjetivo, del interior al exterior, del plano corto al plano general, a capricho. A Troell le falta la valentía narrativa de Pelechian de prescindir de un personaje que sirva de hilo conductor, a mayores un niño, pero a nadie se le puede pedir ser un suicida, un outsider, y mucho menos cuando aspiras a entrar en la industria como era el caso de Troell. Un director, que por mucho que fuera el niño bonito de Bergman, nunca estuvo a la altura de las expectativas, salvo en sus primeras, y más desconocidas, películas, este corto primerizo amateur (versión mejorada, pulida, de su trabajo conjunto con Wirderberg, “Pojken och draken” (El niño y el dragón) (1962)), otro maravilloso corto, “Porträtt av Asa” (Retrato de Asa) (1965), que en la actualidad sería calificado de pederasta porque retrata con total libertad el día a día de una niña pequeña casi salvaje, la fascinante Asa, que se pasa la mayor parte del día en pelota picada, y “Ole dole doff” (Jorgito, Jaimito, Juanito) (1968), otro ejercicio de estilo, aunque en este caso más nouvelle vaguero, más existencialista.





13 abril 2022

NOCTURNE (Nocturno) (2002) Emily Richardson

 



     Quien a los suyos se parece honra merece. Un bonito refrán castellano que sirve para legitimar el plagio, haciendo una interpretación malévola, o para resaltar lo evidente, que nada viene de la nada, que en arte, y en todo, existe algo llamado tradición, los usos y costumbres, también en el lenguaje. Que una directora británica beba directamente de las fuentes de Chris Welsby es lo más natural del mundo, lo mismo pasaría en España con Val del Omar. Por supuesto hablo de influencia, de punto de partida, no de calco, que eso ya no merece ninguna honra. Chris Welsby, entre otros ("Spacey" (1981) Takashi Ito), descubrió el potencial cinematográfico del time-lapse, vamos del secuenciador, del temporizador, vamos recoger las imágenes a intervalos, de forma acelerada, o retardada, para descubrir movimientos, tanto espaciales como lumínicos, que no se pueden apreciar a la velocidad normal. En la vida todo va tan despacio, aunque parezca que va a toda prisa, que la retina apenas aprecia una continuidad, pasamos del día a la noche sin darnos cuenta de las ligeras variaciones que se producen cada segundo. Pues bien, esta técnica de captación de imágenes convierte el movimiento, la luz, en algo misterioso, en cuadros abstractos, en un continuo ballet de una belleza plástica, cinética, prodigiosas. Tanto como descubrir que la vida, que todo, tiene un ritmo interno, un compás, y no solo las estaciones, que el universo es música, la música de las esferas. El inconveniente, que como toda cosa condensada, lo peligroso es encontrar la medida, la mirada humana no tolera tal grado de concentración, de saturación, en periodos temporales muy extensos. Pretender que una sesión de fuegos artificiales, un video-clip, un orgasmo, dure una hora es una utopía, 5 minutos de time-lapse, son dos horas de película normal, por eso cuanto más cortos mayor es el impacto. Su película más larga, “Petrolia”, dura 21 minutos y sobre la mitad empiezas a desconectar. “Nocturno” tiene la duración justa, 5 minutos, y sí, transcurre de noche.



https://www.youtube.com/watch?v=DYCV8Etqvjs




AL-MUMMIA (La momia) (1969) Shadi Abd al-Salam

 


     Una de mis grandes frustraciones como cinéfilo es el cine africano, hace años me propuse hacer una antolejía con mis 100 películas favoritas, la antesala, estímulo, para descubrirlas, y lo tuve que dejar por imposible, ni estirando mucho llegaba a las 25. Un continente de más de 1.000 millones de habitantes, de 54 países, la supuesta cuna de la humanidad (¡viva la escultura persa!), y ni rebuscando entre las piedras del desierto, que alguna habrá, daba con joyas ocultas u olvidadas. Obviamente ser el continente más pobre del mundo, gracias a la colonización y a los posteriores dirigentes autóctonos, no ayuda mucho, pero Hispanoamérica tampoco es que nade en la abundancia y a las 100 llegas con relativa facilidad. Cinematografías potentes en el continente solo ha habido, hay, dos, Egipto en el cine clásico (aunque los egipcios no se consideran africanos, los argelinos más o menos lo mismo), Chahine, que no es para tanto, se codeaba con los grandes en todos los festivales, y Nigeria en el moderno, aunque en este caso sea una simple cuestión de cantidad, Nollywood (más de un millón de trabajadores, más de 1.500 películas al año, el Wakalywood ugandés va por el mismo camino) es la segunda industria más grande del mundo después de Bollywood, la tercera es Hollywood. Un enigma parecido al que haya tan pocas grandes películas realizadas por negros, perdón racializados, en los Estados Unidos, aunque aquí hay que dividir entre el África Blanca (Argelia, Egipto, Libia, Marruecos y Túnez), de influencia francesa, y el África Negra, a ellos mismos no les gusta que se les mezcle, son así de escogiditos, los negros son tan racistas como los blancos y los café con leche. Ahora pasemos a la película, de las pocas africanas, sin ganas de ofender, que están en mi canon canónigo desde el principio, incluso años antes de que Scorsese la descubriera, es lo bueno de ser un visionario por parte de madre, de pequeño tenía alucinaciones que siempre se cumplían, de mi adolescencia teosófica hablaré otro día. Antes de nada decir que no amo Egipto, salvo por Om Kalthoum, y que no he estudiado arqueología espoleado por el visionado de Indiana Jones, que en España los hay a miles en mi generación, luego la momia del título no me sirvió de aliciente, tampoco las pirámides, que me resbala saber su origen, por mí como si las hicieron los extraterrestres. Mi aproximación a “Al-Mummia”, la gran obra maestra del cine africano, de nuevo con perdón, dejémoslo en árabe, es estrictamente cinematográfica, formal, no hay exotismo, snobismo, que valga. La esotérica película, mezcla de aventuras, western y misticismo, o la versión formalista, misteriosa, críptica, de Indiana Jones, aúna en su seno dos tipos de belleza, la formal, encuadres, montaje, y la plástica, el interior del encuadre, fotografía y dirección artística, algo que no siempre suma, aquí sí.






06 abril 2022

OLEGS KRIG (La guerra de Oleg) (2017) Simon Lereng Wilmont

 



     Juzgar el todo por la parte siempre es injusto, pero si la parte es casi el todo no tanto. Al genocida Stalin le apoyaba mayoritariamente el pueblo soviético. Al genocida Hitler le apoyaba mayoritariamente el pueblo alemán. Al genocida Putin le apoya mayoritariamente el pueblo ruso. Y no, no eran, son, víctimas de la desinformación, en el siglo XXI siempre hay un modo alternativo de informarse aunque te censuren las principales plataformas, aunque se dediquen miles de millones a crear una falsa realidad paralela, y aún más en el país paraíso de la piratería, de los hackers. Podemos, casualmente pro-Putin, ha fracasado por completo a pesar de controlar las redes, lo mismo le va a pasar a Vox, casualmente pro-Putin, los supremacistas catalanes, casualmente pro-Putin, fracasaron estrepitosamente en su amago de Golpe de Estado a pesar del apoyo logístico, informático, de Rusia y de China. El relato único ya no se puede imponer, ni tan siquiera en la dictadura comunista de Corea del Norte. El intento, frustrado, de invadir la región ucraniana del Donbás en 2014, de tratar de romper la soberanía territorial de Ucrania, fue una de las operaciones de manipulación masiva a gran escala más exitosas de la historia. Consiguió hacer pasar una operación estrictamente económica (lo mismo que hacen los supremacistas catalanes-vascos en España, tratar de convertir una cuestión económica, no querer aportar parte de su inmensa riqueza a la hucha común, en una cuestión identitaria, nacionalista, eugenésica), es la región más industrializada, minera, de Ucrania, estratégica (las bases en Crimea), controlar todos los puertos del Mar Muerto, por una legítima acción de defensa propia de una región supuestamente pro-rusa (el 82% votó a favor de la secesión de la Unión Soviética, que prohibió la utilización del ucraniano, hablar ruso no te convierte en pro-ruso, en pro-Putin), en la que los rusos insurgentes eran supuestamente masacrados (no hay cifras oficiales de muertos, ni ninguna denuncia admitida en la ONU ni en el Tribunal de Derechos Humanos), como si resistirse legítimamente a una invasión extranjera, todo separatista lo es, fuera un genocidio. A este gran fake de Crimea y el Donbás contribuyó la pasividad absoluta de Europa y de EEUU, más preocupadas por sus respectivas crisis económicas que por los Derechos Humanos. De los barros de Clinton, de Merkel, estos lodos.



     La prueba de que esta invasión nunca tuvo un apoyo masivo de los habitantes del Donbás es que 8 años después, y a pesar del empleo por parte de Rusia de miles de mercenarios de todo el mundo, y de fabricar miles de acciones de falsa bandera (autobombardeos a civiles, violaciones, montajes fotográficos, cinematográficos, banderitas nazis, etc.) para tratar de vender al mundo, y a los propios rusos, la imagen de Ucrania como un pueblo de sanguinarios nazis (recuerdo que 8 millones de ucranianos murieron en la Segunda Guerra Mundial, que 200.000 partisanos ucranianos combatieron contra los nazis en Ucrania), Rusia no ha conseguido su objetivo, hacerse con el control de la región. Si se necesitaran más pruebas, cuando en 2022 la invasión ha entrado en su fase final de intervención militar masiva sin disimulos, los cientos de miles de habitantes de la zona no han ido a refugiarse a Rusia, sino al resto de Ucrania y a Europa. Si el Donbás era zona rusa y solo pretendían liberarla del yugo nazi ucraniano, resulta paradójico que el pueblo del Donbás haya recibido a balazos a sus libertadores y no con clavelitos. La heroica resistencia de Mariupol comparada con la de Numancia es un juego de niños, la constatación más que evidente de que la pro-rusidad de la región es un simple sueño húmedo del genocida Putin, una vulgar excusa para justificar lo injustificable, que a estas alturas ya no compra nadie con dos dedos de frente, los supremacistas catalanes-vascos y los pro-comunistas = pro-fascistas españoles, Podemos y Vox son indistinguibles, no tienen ni medio. El gran mantra de la propaganda rusa con respecto al Donbás es que la insurgencia partió del pueblo (el mismo mantra del separatismo catalán, un movimiento vertical, de las élites burguesas, que nunca ha tenido un respaldo, impulso, popular, siempre ha sido teledirigido, subvencionado, desde las propias instituciones catalanas, desde el sistema, y no será por falta de adoctrinamiento educativo, mediático), que los rusos en ningún momento intervinieron, se ve que las armas aparecieron de forma milagrosa, total 8 años de guerra no generan gastos militares, porque si hubieran intervenido el asunto hubiera durado una semana. La realidad es tozuda, y la fase final de la invasión rusa, del intento de exterminio de Ucrania, 2022, ha demostrado de forma palpable que no solo no son capaces de tomar el control de las supuestas zonas pro-rusas, porque no tienen ni el apoyo de los habitantes ruso hablantes, que se consideran tan ucranianos como el resto, sino que a mayores en el resto del país se han encontrado con una feroz, heroica, resistencia. La supuesta Guerra Civil (hay unos separatistas y otros que defienden su tierra) que los rusos trataron de vender, nunca fue tal, fue una insurrección auspiciada, pilotada y subvencionada por los rusos, que infiltraron a miles de mercenarios entre la población, también en Kyiv con poco éxito (lo mismo que intentó Putin en Cataluña con el 1-O, no contaba con la cobardía de los supremacistas catalanes, ni con el patriotismo de los españoles). Los mismos que masacraron a los civiles pro-rusos con ataques de falsa bandera para provocar que la población se pusiera de su parte, cosa que no sucedió, y para crear una coartada, justificación, para la invasión del ejército ruso en 2022, ya que tras 8 años de guerra de guerrillas no habían conseguido ninguno de sus objetivos, el pueblo ucraniano, el reducido ejército ucraniano, les habían parado los pies, lo mismo que están haciendo ahora a gran escala. Conviene recordar que es el mismo pueblo que se levantó contra los tártaros, contra los nazis, contra los fascistas comunistas, contra el corrupto Yanukóvich, que soportó la humbruna provocada deliberadamente por Stalin en los años 30, que hizo la “Revolución Naranja” para protestar contra la ruptura de las negociaciones para un acuerdo de asociación entre la Unión Europea y Ucrania. Los ucranianos siempre se han sentido europeos, sus dirigentes no tanto. “Es verdad, nadie sabe dónde están los límites de la Unión. De Kiev a Lisboa, Europa está desconcertada. Pero algo es seguro: para los ucranianos, Europa ya está aquí.” (Konstantin Sigov). Un pueblo que como el argentino ha encadenado crisis económica tras crisis económica, ya tiene callo, toda su vida han vivido en economía de guerra, así que resistir una guerra real para ellos es un día más en la oficina, resisten casi por inercia. Antes de la invasión de Putin, Ucrania como nación, como identidad, estaba en plena construcción, ahora hay una unidad, un sentido patriótico, identitario, que no existía, los ucranianos nunca se han sentido tan ucranianos como ahora. Putin esperaba que lo recibieran bajo palio, y lo que ha conseguido es despertar, crear, una nación, a mayores querida por todo el mundo. A Rusia, a los rusos, les va a costar décadas recuperar el prestigio cultural que tenían, son los nuevos parias, payasos, del mundo.



     Hecha la introducción pasemos a lo mollar, al cine. La invasión del Donbás, me niego a llamarla Guerra, o Conflicto, porque es una agresión unilateral sin ningún motivo humanitario ni moral, ha sido tratada en el cine con bastante brillantez, incluso con cierto sarcasmo, “Donbass” (2018) de Loznitsa, “La cacofonía de Donbás” (2018) de Igor Minaev, algo ajeno a los rusos, el pueblo más literal, serio, en el mal sentido, del mundo (recuerdo que Gogol era ucraniano, y que Dostoyevski y Tolstoi la alegría de la huerta no eran). Voy a obviar las rusas (incluyo “Donbass” (2016), el “documental” de parte, pro-ruso, de la subnormal Anne-Laure Bonnel, la Talegón francesa, a la que la actualidad, los bombardeos rusos a civiles, a niños, Buya, la han dejado completamente sin argumentos, noqueada, aunque siga con sus memeces pro-Putin en twitter, como la payasa voxera Liu Sivaya) porque los rusos no hacen cine, hacen propaganda, siempre la han hecho, razón por la que el 90% del doctrinario, dogmático, cine soviético no hay por donde cogerlo, da arcadas, Goebbels era un aprendiz en comparación. La gran diferencia entre el capitalismo y el comunismo es que el capitalismo no te impone una forma de vivir ni de crear, ni de ver la vida ni el arte, puedes vivir completamente al margen, doy fe, sin terminar en Siberia. Sin libertad no hay vida, no hay creación, pensamiento, posible, luego el comunismo es incompatible con la vida, con el arte, con el cine. “La guerra de Oleg” es la mejor película sobre la insurrección separatista del Donbás, sobre la guerra como fondo en general, desde el punto de vista de los sufridores, de los civiles, en concreto las mujeres, y sobre todo los niños. Lo más cercano que vas a estar nunca de sentir el miedo, la incertidumbre, de una guerra en tus propias carnes. Pensé que “La tierra es azul como una naranja” (2020) de Iryna Tsilyk era insuperable pero esta es todavía mejor, e igual de bella, de hecho es imposible que no le sirviera de referencia. Lo mejor de todo es que la película está situada en tierra de nadie (Hnutove, cerca de Mariupol, la Sarajevo del siglo XXI), se nota que el director es danés, por lo que no se puede calificar ni de pro-rusa ni de pro-ucraniana sino solamente de anti-bélica, o una película sobre la crueldad, inconsciencia, desamparo, de la infancia. “La piel que brilla”, “El camino”, del cine directo-diario.







04 abril 2022

BRIDGE HIGH (Puente Alto) (1975) Manfred Kirchheimer



 

   Un alemán que ha vivido toda su vida en los Estados Unidos sigue siendo un alemán que vive en los Estados Unidos, no hay asimilación posible. La cinematografía americana es tan rica, variada, sobre todo dentro del cine independiente-marginal, porque americanos, lo que se dice americanos, no hay. Solo los indios, a los que el Señor, la Señora, no les ha llevado por el camino del cine, tampoco a los negros, lo siento Charles Burnett, lo siento Spike Lee. Algo tan incomprensible como que no haya campeones de natación. Estados Unidos es un país de países, un país bastardo, como la Argentina. Cada americano es de su padre y de su madre, no hay un acervo, tradición, común. No es casualidad que los directores americanos independientes más potentes formalmente, los más neorrealistas, sean todos de origen Centroeuropeo y del Este. La edición, el montaje, es patrimonio de las mentes cuadriculadas, ordenadas, voluntariosas. Si algo tienen en común Wiseman (de origen letón), Rogosin (de origen lituano), Ruth Orkin (de origen ucraniano), y Manfred Kirchheimer (nacido en Alemania), además de que todos son judíos, es su asombrosa capacidad de observación, de análisis, de síntesis. Y desde luego el más desconocido de todos, a pesar de la retrospectiva del MOMA de 2017, que tiene la misma capacidad de arrastre, de influencia, que la de cualquier festival de cine español provinciano. Al bueno de Manfred no le conoce ni su familia a la hora de cenar, y no será por falta de longevidad creativa, más de una docena de películas, ni vital, 91 años. Al contrario que Wiseman, o Benning, de momento no ha habido ninguna cinefilia europea que lo adopte, que lo difunda. La cinefilia amateur hace tiempo que ha adelantado, por la izquierda y por la derecha, a la crítica y paracrítica mercenaria, perdón profesional, y al amiguismo, centenarismo, institucional, festivalero. La mediocre, chauvinista, historia del cine amañada por americanos y franceses ya no se la cree nadie, ya no representa a ningún cinéfilo con un mínimo de cultura y curiosidad. La historia del cine hay que reescribirla con urgencia, no podemos seguir consultando un manual que caducó en los años 60, y que no recoge los cientos de hallazgos de las últimas décadas. Escojo “Puente Alto” porque es su película más alemana, más Ruttmann, más sinfónica, puentil en lugar de ciudadana, le pondría palote a los futuristas, a los constructivistas. Igual de recomendables sus películas más callejeras, la híbrida “Short Circuit” (1973) y “Free Time” (1960-2019), que siguen la línea de la maravillosa “In the Street” (1948) de Helen Levitt (https://uloz.to/file/bpFt2xw0y8Ji/in-the-street-1948-1080p-bluray-x264-bipolar-mkv#!ZGDlBQR2AwAuAQEzBQL1LJV2MQplL2yXBUy2HUymJS94qwxjAt).


Quise rodar la ciudad como si fuera un visitante desde el futuro.” Manfred Kirchheimer




Descarga:

https://uloz.to/file/Ey8m43eRuekj/bridge-high-1975-dvdrip-x264-bipolar-mkv#!ZGR2MGR1BJEzZQV2AwN4LmExBQyynzgyqH1KZQyfYxyULzR0




01 abril 2022

ILIUZIJOS (Ilusiones) (1993) Kornelijus Matuzevicius y Diana Matuzeviciene

 


     Me encanta el nihilismo, fatalismo, lituanos, para un castellano viejo es como sentirse en casa. Sabonis, Homicius, los dos más grandes jugadores de baloncesto lituanos de la historia, jugaron en el Fórum Filatélico de Valladolid. Curioso que para los vallisoletanos este nombre represente una de las páginas más gloriosas del deporte local, y a la vez su mayor oprobio, la más grande estafa piramidal de la historia de España. No hay mayor demostración de que todo lo que sube, baja, de que nunca vas a estar más cerca del vacío que cuando triunfes. Este pesimismo existencial, tan eslavo como castellano, hace que hasta la palabra ilusión suene a sarcasmo, a esperanza de penitente. Este corto es desolador no por lo que cuenta, que no es más que exteriorizar nuestros pensamientos, rumios, más íntimos, con la crudeza de un Cioran, sino por cómo lo cuenta, con una frialdad quirúrgica, con una belleza helada, lo más cálido en él es la nieve. “Ilusiones” es una invitación a la ataraxia, a la no-acción, a la no-creación, un preferiría no hacerlo como la Catedral de Burgos. Si necesitas una coartada para no hacer nada, para no calentar el corazón, ni el cerebro, esta es tu película, una píldora de sabiduría amarga, un petardo en un funeral.






KOMITAS (1989) Don Askarian

 


     Creo que estaremos de acuerdo en que Tarkovski no inventó el cine, es más, puestos a añadir consensos, podría incluso afirmar que antes de su advenimiento ya se utilizaba el travelling, las panorámicas, la grúa y el zoom para hacer visibles el tiempo, el espacio, la cámara. A pesar de los esforzados esfuerzos de Schrader por convertir a Tarkovski en un director trascendental, el único trascendental de la historia del cine, la realidad es que es tan inmanente, terrenal, cinéfilo, como el resto. Y su principal aportación cinematográfica es convertir la utilización de la música clásica en un cliché festivalero, algo en lo que tampoco era pionero, cuando los rusos van, los polacos y los checos hace tiempo que han vuelto. No pretendo menospreciar a Tarkovski, al que hace décadas que no veo, solo bajarle del púlpito, en el que cierta crítica le ha subido, el espectador cada vez menos. Como Antonioni, su principal referente junto con Bresson, Bergman y Buñuel, sin olvidar a los ucranianos Dovzhenko y Parajanov, tuvo su propia escuela: Bartas, Nuri Bilge Ceylan, Lav Diaz, Tarr, Reygadas, Sokurov, Zvyagintsev, Malick, Kieslowski, Erice, y un largo etcétera, en el que habría que incluir al armenio Askarian, que seguramente tuvo en mente “Andrei Rublev” (1966) al realizar esta película, aunque con la que tiene más semejanzas, afinidades, es con “Pirosmani” (1969) del georgiano Giorgi Shengelaya, y sobre todo con “Csontváry” (1980) del húngaro Huszárik, aunque formalmente esté más cercana a Angelopoulos. Las cuatro son biopics de artistas místicos (Komitas era compositor), o enfermos mentales para sus contemporáneos, que anteponen las visiones, las imágenes, a la narración convencional, a la vulgar biografía. Digamos que son películas simbólicas, plásticas, más destinadas a los sentidos que al cerebro, tratar de interpretar, de descifrar, sus imágenes es perder el tiempo, la cultura eslava nos viene grande, hemos perdido por completo nuestro acervo, bestiario, medieval. Si eres inmune a la belleza apabullante de esta película, felicidades, eres un psicópata, disfrútalo.



https://www.youtube.com/watch?v=e0i1N2O9tXM



P.D: A los cinéfilos pata negra les gusta más “Avetik”, salen tetas.




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  EXORDIO Sangre y sol      No todo el mundo ha tenido la tremenda suerte, desgracia, de haber nacido en España, es una evidencia estadís...