06 abril 2022

OLEGS KRIG (La guerra de Oleg) (2017) Simon Lereng Wilmont

 



     Juzgar el todo por la parte siempre es injusto, pero si la parte es casi el todo no tanto. Al genocida Stalin le apoyaba mayoritariamente el pueblo soviético. Al genocida Hitler le apoyaba mayoritariamente el pueblo alemán. Al genocida Putin le apoya mayoritariamente el pueblo ruso. Y no, no eran, son, víctimas de la desinformación, en el siglo XXI siempre hay un modo alternativo de informarse aunque te censuren las principales plataformas, aunque se dediquen miles de millones a crear una falsa realidad paralela, y aún más en el país paraíso de la piratería, de los hackers. Podemos, casualmente pro-Putin, ha fracasado por completo a pesar de controlar las redes, lo mismo le va a pasar a Vox, casualmente pro-Putin, los supremacistas catalanes, casualmente pro-Putin, fracasaron estrepitosamente en su amago de Golpe de Estado a pesar del apoyo logístico, informático, de Rusia y de China. El relato único ya no se puede imponer, ni tan siquiera en la dictadura comunista de Corea del Norte. El intento, frustrado, de invadir la región ucraniana del Donbás en 2014, de tratar de romper la soberanía territorial de Ucrania, fue una de las operaciones de manipulación masiva a gran escala más exitosas de la historia. Consiguió hacer pasar una operación estrictamente económica (lo mismo que hacen los supremacistas catalanes-vascos en España, tratar de convertir una cuestión económica, no querer aportar parte de su inmensa riqueza a la hucha común, en una cuestión identitaria, nacionalista, eugenésica), es la región más industrializada, minera, de Ucrania, estratégica (las bases en Crimea), controlar todos los puertos del Mar Muerto, por una legítima acción de defensa propia de una región supuestamente pro-rusa (el 82% votó a favor de la secesión de la Unión Soviética, que prohibió la utilización del ucraniano, hablar ruso no te convierte en pro-ruso, en pro-Putin), en la que los rusos insurgentes eran supuestamente masacrados (no hay cifras oficiales de muertos, ni ninguna denuncia admitida en la ONU ni en el Tribunal de Derechos Humanos), como si resistirse legítimamente a una invasión extranjera, todo separatista lo es, fuera un genocidio. A este gran fake de Crimea y el Donbás contribuyó la pasividad absoluta de Europa y de EEUU, más preocupadas por sus respectivas crisis económicas que por los Derechos Humanos. De los barros de Clinton, de Merkel, estos lodos.



     La prueba de que esta invasión nunca tuvo un apoyo masivo de los habitantes del Donbás es que 8 años después, y a pesar del empleo por parte de Rusia de miles de mercenarios de todo el mundo, y de fabricar miles de acciones de falsa bandera (autobombardeos a civiles, violaciones, montajes fotográficos, cinematográficos, banderitas nazis, etc.) para tratar de vender al mundo, y a los propios rusos, la imagen de Ucrania como un pueblo de sanguinarios nazis (recuerdo que 8 millones de ucranianos murieron en la Segunda Guerra Mundial, que 200.000 partisanos ucranianos combatieron contra los nazis en Ucrania), Rusia no ha conseguido su objetivo, hacerse con el control de la región. Si se necesitaran más pruebas, cuando en 2022 la invasión ha entrado en su fase final de intervención militar masiva sin disimulos, los cientos de miles de habitantes de la zona no han ido a refugiarse a Rusia, sino al resto de Ucrania y a Europa. Si el Donbás era zona rusa y solo pretendían liberarla del yugo nazi ucraniano, resulta paradójico que el pueblo del Donbás haya recibido a balazos a sus libertadores y no con clavelitos. La heroica resistencia de Mariupol comparada con la de Numancia es un juego de niños, la constatación más que evidente de que la pro-rusidad de la región es un simple sueño húmedo del genocida Putin, una vulgar excusa para justificar lo injustificable, que a estas alturas ya no compra nadie con dos dedos de frente, los supremacistas catalanes-vascos y los pro-comunistas = pro-fascistas españoles, Podemos y Vox son indistinguibles, no tienen ni medio. El gran mantra de la propaganda rusa con respecto al Donbás es que la insurgencia partió del pueblo (el mismo mantra del separatismo catalán, un movimiento vertical, de las élites burguesas, que nunca ha tenido un respaldo, impulso, popular, siempre ha sido teledirigido, subvencionado, desde las propias instituciones catalanas, desde el sistema, y no será por falta de adoctrinamiento educativo, mediático), que los rusos en ningún momento intervinieron, se ve que las armas aparecieron de forma milagrosa, total 8 años de guerra no generan gastos militares, porque si hubieran intervenido el asunto hubiera durado una semana. La realidad es tozuda, y la fase final de la invasión rusa, del intento de exterminio de Ucrania, 2022, ha demostrado de forma palpable que no solo no son capaces de tomar el control de las supuestas zonas pro-rusas, porque no tienen ni el apoyo de los habitantes ruso hablantes, que se consideran tan ucranianos como el resto, sino que a mayores en el resto del país se han encontrado con una feroz, heroica, resistencia. La supuesta Guerra Civil (hay unos separatistas y otros que defienden su tierra) que los rusos trataron de vender, nunca fue tal, fue una insurrección auspiciada, pilotada y subvencionada por los rusos, que infiltraron a miles de mercenarios entre la población, también en Kyiv con poco éxito (lo mismo que intentó Putin en Cataluña con el 1-O, no contaba con la cobardía de los supremacistas catalanes, ni con el patriotismo de los españoles). Los mismos que masacraron a los civiles pro-rusos con ataques de falsa bandera para provocar que la población se pusiera de su parte, cosa que no sucedió, y para crear una coartada, justificación, para la invasión del ejército ruso en 2022, ya que tras 8 años de guerra de guerrillas no habían conseguido ninguno de sus objetivos, el pueblo ucraniano, el reducido ejército ucraniano, les habían parado los pies, lo mismo que están haciendo ahora a gran escala. Conviene recordar que es el mismo pueblo que se levantó contra los tártaros, contra los nazis, contra los fascistas comunistas, contra el corrupto Yanukóvich, que soportó la humbruna provocada deliberadamente por Stalin en los años 30, que hizo la “Revolución Naranja” para protestar contra la ruptura de las negociaciones para un acuerdo de asociación entre la Unión Europea y Ucrania. Los ucranianos siempre se han sentido europeos, sus dirigentes no tanto. “Es verdad, nadie sabe dónde están los límites de la Unión. De Kiev a Lisboa, Europa está desconcertada. Pero algo es seguro: para los ucranianos, Europa ya está aquí.” (Konstantin Sigov). Un pueblo que como el argentino ha encadenado crisis económica tras crisis económica, ya tiene callo, toda su vida han vivido en economía de guerra, así que resistir una guerra real para ellos es un día más en la oficina, resisten casi por inercia. Antes de la invasión de Putin, Ucrania como nación, como identidad, estaba en plena construcción, ahora hay una unidad, un sentido patriótico, identitario, que no existía, los ucranianos nunca se han sentido tan ucranianos como ahora. Putin esperaba que lo recibieran bajo palio, y lo que ha conseguido es despertar, crear, una nación, a mayores querida por todo el mundo. A Rusia, a los rusos, les va a costar décadas recuperar el prestigio cultural que tenían, son los nuevos parias, payasos, del mundo.



     Hecha la introducción pasemos a lo mollar, al cine. La invasión del Donbás, me niego a llamarla Guerra, o Conflicto, porque es una agresión unilateral sin ningún motivo humanitario ni moral, ha sido tratada en el cine con bastante brillantez, incluso con cierto sarcasmo, “Donbass” (2018) de Loznitsa, “La cacofonía de Donbás” (2018) de Igor Minaev, algo ajeno a los rusos, el pueblo más literal, serio, en el mal sentido, del mundo (recuerdo que Gogol era ucraniano, y que Dostoyevski y Tolstoi la alegría de la huerta no eran). Voy a obviar las rusas (incluyo “Donbass” (2016), el “documental” de parte, pro-ruso, de la subnormal Anne-Laure Bonnel, la Talegón francesa, a la que la actualidad, los bombardeos rusos a civiles, a niños, Buya, la han dejado completamente sin argumentos, noqueada, aunque siga con sus memeces pro-Putin en twitter, como la payasa voxera Liu Sivaya) porque los rusos no hacen cine, hacen propaganda, siempre la han hecho, razón por la que el 90% del doctrinario, dogmático, cine soviético no hay por donde cogerlo, da arcadas, Goebbels era un aprendiz en comparación. La gran diferencia entre el capitalismo y el comunismo es que el capitalismo no te impone una forma de vivir ni de crear, ni de ver la vida ni el arte, puedes vivir completamente al margen, doy fe, sin terminar en Siberia. Sin libertad no hay vida, no hay creación, pensamiento, posible, luego el comunismo es incompatible con la vida, con el arte, con el cine. “La guerra de Oleg” es la mejor película sobre la insurrección separatista del Donbás, sobre la guerra como fondo en general, desde el punto de vista de los sufridores, de los civiles, en concreto las mujeres, y sobre todo los niños. Lo más cercano que vas a estar nunca de sentir el miedo, la incertidumbre, de una guerra en tus propias carnes. Pensé que “La tierra es azul como una naranja” (2020) de Iryna Tsilyk era insuperable pero esta es todavía mejor, e igual de bella, de hecho es imposible que no le sirviera de referencia. Lo mejor de todo es que la película está situada en tierra de nadie (Hnutove, cerca de Mariupol, la Sarajevo del siglo XXI), se nota que el director es danés, por lo que no se puede calificar ni de pro-rusa ni de pro-ucraniana sino solamente de anti-bélica, o una película sobre la crueldad, inconsciencia, desamparo, de la infancia. “La piel que brilla”, “El camino”, del cine directo-diario.







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