
No
voy a haceros sufrir esperando la sentencia, la carrera de Erice es
de una coherencia absoluta, comenzó mal, muy mal, “Las ilusiones
perdidas”, “Los desafíos”, y termina, o no, igual de mal, o
peor, de manera catastrófica, cinematográficamente hablando, si es
que se puede emplear la palabra cinematógrafo para definir este
sindiós, este sincine. Como hablamos de un director de larga, por
edad, e irregular trayectoria, los críticos aman la fallida “El
Sur”, y el público “El espíritu de la colmena”, pues lo
difícil es decidir cómo abordar la crítica de esta película, si
desde la condescendencia, desde la admiración, desde el cariño, o
exclusivamente desde el cine, la única forma honesta, la que deja
fuera el componente emocional, personal. De primeras decir que mis
expectativas eran nulas, desde “El sol del membrillo” nada de lo
que había hecho Erice me había interesado, tocado, formalmente
hablando, así que cualquier sorpresa hubiera sido positiva, por
desgracia no la ha habido, se confirma su inexorable declive
creativo, su irreparable orfandad de Ángel Fernández-Santos y
Adelaida García Morales, sin esqueleto las imágenes, las
palabras,
se diluyen en la nada. En cuanto al edadismo a la contra, el de
alabar a alguien simplemente por su edad, como si hubiera que
protegerlo de algún modo de la sensación de fracaso, ya que las
posibilidades de remontada a ciertas edades es casi imposible, pues
es algo en lo que nunca he caído, ni tan siquiera con Oliveira, no
hay mayor desprecio a un creador que tratarle como si fuera
retrasado, sobre todo si como en el caso de Erice es tan
auto-exigente con su trabajo, nadie es profeta en su espejo. Cannes
fue de mi parecer y no le regaló, como a Almodóvar, la Sección
Oficial, hubiera sido menospreciarlo, devaluar su propia filmografía.
Películas, no nombres, paternalismo en el que caen la mayoría de
Festivales. Pasemos a la admiración, el hecho de que admire a
alguien nunca me ha hecho dejar de ver sus defectos, sus errores,
vamos que no es ciega, ni incondicional. A Erice lo admiro, y por
respeto jamás le doraré la píldora solamente para no herir su
orgullo, casi siempre desmesurado, de creador, las personas creativas
son profundamente frágiles, pero no idiotas, prefieren una ostia a
mano vuelta a una condescendiente sobada de lomo. En cuanto al
cariño, pues no se lo tengo, el hecho de que retenga la publicación
del libro póstumo de cuentos de Adelaida García Morales, que en sus
libros siempre lo caracterizaba como vampiro, me hace más bien
sentir un profundo desprecio personal por él, Adelaida es de la
familia, Erice no.

Luego
resumiendo, expectativas cero, admiración y falta de cariño, hacen
que pueda afrontar la película de forma equilibrada, racional, sin
necesidad de cebarme, ni corriendo un tupido velo. Me hubiera
encantado que me gustara, pero no ha sido así, y tengo que ser
honesto aunque le duela al propio Erice, y un poco a mí mismo porque
ya no disfruto con estos aquelarres. Pasemos al intento de análisis,
el porqué no me gustado, ni tan siquiera interesado. De primeras
decir que si la hubiera visto a ciegas jamás hubiera podido
identificarla como una película de Erice, jamás hubiera asociado la
mediocridad con él, la podría haber firmado el mismísimo Garci
(“El
abuelo”).
La
primera secuencia, los tres primeros planos, son prometedores, se aprecia una
distancia, espacial, temporal, que anticipa cierto poso, rigor,
formal. Temple espejismo que se ve desmentido con la convencional, vulgar,
forma de resolver el diálogo de los protagonistas, cualquier
realizador televisivo lo hubiera resuelto igual, de Erice espero
mucho más. Del guionista también, soltar toda la información con
palabras nunca es una buena opción cinematográfica, siempre es lo
más cómodo, literario, teatral. Un
primer acto tedioso, 15 minutos de cháchara insustancial (parece
una novela policiaca de las malas, digamos que es una versión de los
chinos, nunca mejor dicho, de “El halcón maltés”, pero ni Erice
es Huston, ni Coronado Bogart),
que te sacan completamente de la película, y que no te despiertan ni
el menor interés por saber lo que va a pasar en el segundo, ni por
profundizar en los personajes, carentes de interés, tanto el de Pou
como el de Coronado, vamos que más que una siembra es un funeral. El
segundo acto es todavía peor, mucho más vulgar, televisivo,
explicativo,
ilustrativo, con
unos mimbres muy parecidos el testamento cinematográfico de Jaime de
Armiñán, “14,
Fabian Road” (2008), es infinitamente más profundo,
maduro, misterioso. Las actuaciones de los secundarios, la de la
presentadora
roza el ridículo, hace buena la plana de los protagonistas, salvo
la de Coronado, que da hasta grima.
Mala,
falsa, es “Tren de sombras”, pero este pastiche-culebrón
pseudo-metacinematográfico no hay por donde cogerlo. Sin Adelaida
García-Morales no hay tensión, atmósfera. Sin Fernández-Santos no
hay costumbrismo, raíz. Erice
naufraga estrepitosamente queriendo emular las películas de pesquisa
de Welles, las películas de itinerario de Kiarostami, no hay doblez,
ironía, narración, sorpresa.
Es tan carente de ideas, de emoción formal, como las últimas de
Almodóvar, y lo digo con pena, al
cine español ya no lo puede resucitar ni Regueiro (tendré que
retomar “España cruel” y “Tierra absoluta”).
