14 diciembre 2023

POESÍA COMPLETA DE LYDIA CHERVINSKAYA (Nueva traducción)

 



     Hay cosas que nunca se olvidan, los idiomas no son una de ellas. Llevado por mi pasión por la literatura rusa, el vodka Moskovskaya, y la iconografía soviética, lo que viene siendo comunismo de postal, con 18 años empecé a estudiar ruso de forma autodidacta. No pasé de memorizar el alfabeto cirílico, y algunas palabras, frases, sueltas. Las suficientes para poder fingir que sabía ruso, e impresionar a alguna incauta, generalmente bastante cocida. Las mismas frases, palabras, me sirvieron para confraternizar con algunos polacos en Inglaterra, dado mi nivel de inglés resultaba más comprensible en ruso. Con los años esas palabras se fueron reduciendo a su mínima expresión, hasta el punto de que solo podía escribir Julio en ruso, y más que nada porque hubo una época, en concreto en Portugal, en la que firmaba mis caricaturas callejeras así. No me hice de oro (no duró mucho la cosa, los caricaturistas son tan territoriales como los mendigos, como la mafia, y tratar de razonar con caboverdianos de 150 kilos no es recomendable), pero al menos podía pagarme la pensión y comer caliente una vez cada tres días. Tuvieron que pasar muchos años para que el ruso volviera a mi vida, el motivo cumplir un sueño infantil, hacer mi propia vuelta al mundo en 80 días, mi libro favorito cuando era niño. Eso sí, versión precaria, versión balcánica, el objetivo era conocer la cara b de Europa, como homenaje envenenado a Cioran, encadenando trabajos de mierda en negro gastando lo mínimo posible. Objetivo que no pude cumplir del todo, y eso que con mi cartelito de cartón con el lema WORK FOR FOOD y mi camiseta del Real Madrid de Modric solventé de manera notable los primeros días gracias a generosas ancianas y madridistas (a cambio les enseñaba tacos, y tapas, tortilla de patatas con mantequilla es mal). Pero cuanto más me acercaba al Este más se complicaban las cosas, y el WORK FOR FOOD era literal, pura explotación tercermundista. Era lo previsto, pero surgió lo imprevisto, que un rumano de 1´90 y 4x4 quisiera porculizarme, sin éxito, milagrosamente (o no tanto, en las cocinas siempre se encuentra a mano algún objeto contundente, abollable). Aborté mi sueño, convertido en pesadilla, y volví por patas a España, más nihilista que nunca. Me enclaustro, y para regodearme en mi fatalismo vuelvo al nihilismo ruso, “Novela con cocaína”, descubro por casualidad a Lydia Chervinskaya, fue quien desenmascaró al autor del libro, y decido retomar el aprendizaje del ruso para poder traducirla. Adquiero el nivel justo para hacerlo, y acto seguido lo olvido con la misma facilidad, lo mismo me ha pasado con el portugués y el italiano, y eso que en este caso tenía nivel siciliano aborigen, al francés le doy dos años para olvidarlo del todo. El caso es que como estoy dando punto final a COÑO DE DIOS, mi antolejía de 100 libros mujeres, volví a leer mi traducción y me pareció muy pobre, robótica, por lo que he dedicado unos meses al estudio intensivo del ruso, y el resultado es esta nueva traducción, infinitamente mejor. Como ha sido un aprendizaje meramente instrumental, y no voy a volver a utilizar el ruso en mi vida, casi por una cuestión moral, viva Ucrania, pues espero que mi precaria memoria lo borre de inmediato, confío mucho en ella, gracias a su asombrosa capacidad puedo disfrutar de la revisión de cada película, de cada libro, como un virginal adolescente.


Solo aquello que nunca dejará huella en mí, lo que nunca podré olvidar.” Lydia Chervinskaya




(la cuarta por la izquierda)



Descarga: 





No hay comentarios:

Publicar un comentario

PRÓXIMAMENTE: DIOS ES ESPAÑOL (Cultura española para hispanófobos)

  EXORDIO Sangre y sol      No todo el mundo ha tenido la tremenda suerte, desgracia, de haber nacido en España, es una evidencia estadís...