08 octubre 2022

LOS VIEJOS HERALDOS (2018) Luis Alejandro Yero

 



     Cuando el azar, las casualidades, los hechos fortuitos, se filtran en la forma, la forma deja de ser formalista, y se convierte en humanista. La realidad en bruto siempre da al esteticismo racional un plus de profundidad, de verdad. Si “Los viejos Heraldos” fuera un simple registro de la vida cotidiana de dos ancianos cubanos, pues la cosa tendría un interés muy limitado, la rutina tiende a ser rutinaria. Pero es mucho más que eso, la Historia, si es que la política de una dictadura merece esa mayúscula, se filtra en la historia, como telón, ruido, de fondo, sin apenas modificarla, inquietarla. De hecho una lectura posible del corto es que la “Revolución” agoniza, da sus últimos coletazos, o que permanece inalterable como los tradicionales hornos de carbón. Lo que viene a ser lo mismo, lo que no cambia, se transforma, muere por inacción, por inercia. Los dos ancianos contemplan los supuestos cambios políticos con la misma indiferencia, falta de ilusión, con la que ven una telenovela. Cuba hace décadas que es una película de zombies, una cápsula del tiempo amojamada de los años 50. Como el director trabaja dentro del sistema, esta interpretación mía que acerca la película al cine sutilmente contestatario de la genial Susana Barriga (“Patria”, “Cómo construir un barco”), está solo en mi cabeza, creo. El origen del proyecto es conocido, el director realiza una sesión de fotos al protagonista masculino de la película, Tatá (Antonio Cordobé González), para una crónica periodística de una amiga, Carla Gloria Colomé (https://revistaelestornudo.com/tata-botanico-manual-yerbas-medicinales/). Conoce su historia y le fascina que construya hornos de carbón vegetal. El rodaje comienza en abril coincidiendo con la elección del nuevo presidente, es un decir.

Encontraba algo profundamente cinematográfico en los cambios que ocurrirían durante el rodaje de esta película. Ramas muertas de los árboles se transformarían en carbón, mientras la elección de un nuevo presidente sin el apellido Castro, marcaría el fin de una era para Cuba. En la escala cotidiana y en la histórica, saltos tan abruptos evidenciaban el paso del tiempo de una forma intensa, emotiva y registrable. Pero más allá de realizar una documentación de momentos significativos, me interesaba indagar en el espíritu profundo de ambos tiempos: el íntimo que habitan Tatá y Esperanza, y el impuesto por las planificaciones de la política. LOS VIEJOS HERALDOS es el retrato de dos ancianos excepcionales que miran un suceso extraño y distante.” Luis Alejandro Yero




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