11 septiembre 2023

CETTE NUIT-LÀ (Aquella noche) (1958) Maurice Cazeneuve

 



     La pasión de los franceses por el género policíaco, es digna de un estudio psiquiátrico. Tanto cartesianismo tenía que supurar por algún lado, y como buenos ciudadanos que son, la rebeldía, la transgresión, la dejan para la intimidad, para la imaginación. Los ingleses, más atormentados, sangre de horchata, aún, necesitan un antídoto más fuerte, contundente, el sadomaso. Fuera de los Estados Unidos, Francia es el único país del mundo que puede hacer una lista de sus diez mejores películas de cine negro, de polares, sin apenas despeinarse. Y alguna de ellas podría figurar en una hipotética lista de las diez mejores a nivel global. Seguramente todos estaréis pensando en “El silencio de un hombre” (1967) de Melville, y seguramente ninguno en ésta, la obra maestra absoluta del cine negro serie-b francés, en su vertiente crepuscular, manierista, podría serlo la de Melville, y en su vertiente clásica, seria, quizás “Ascensor para el cadalso” (1957), de la que ésta es directa derivada. Tanto en Francia como en España, como en el resto del mundo, tampoco vayamos de especialitos, de diferentes, cuando una película triunfa en taquilla, y la de Malle lo hizo, los productores se lanzan de cabeza a buscar un éxito similar, a ser posible con los mismos mimbres, o muy parecidos, otra enrevesada novela negra llena de sorpresas, de giros. Como en los 50 los directores todavía no iban de autores, de estrellitas, o mejor dicho, sí que iban pero al espectador le importaba una mierda, el camino más corto para repetir éxito era contratar al actor principal, Maurice Ronet, que de nuevo lo borda, cosa que no hizo en “Les grandes personnes”. La historia siendo inverosímil resulta verosímil, sin giros inesperados, sin bandazos, sin cierto suspense, no hay novela negra que se sostenga. Pero como en todas las buenas, hablo de la película, la novela original, “Un silencio de muerte” (1956) de Michel Lebrun, es tirando a normalita, lo de menos es la historia, y lo de más la atmósfera. Y ahí es donde el debutante en el cine, en la tele no, Maurice Cazeneuve, con la ayuda fundamental de la contrastada, esencial, fotografía de Léonce-Henri Burel (“Diario de un cura rural”, “Un condenado a muerte se escapa”, “Pickpocket”), se sale, transformando una tópica película de chantajes, en un melodrama romántico, una femme fatale, la maravillosa Mylène Demongeot, en una fiel enamorada. Cazeneuve, gracias a su sobriedad formal, a sutiles reencuadres, encadenados, movimientos de cámara, consigue trascender la escasez de medios, se nota su larga experiencia en la precaria televisión, sacando el máximo partido expresivo de cada plano, de cada secuencia, ni Joseph H. Lewis (“Agente especial”) en sus mejores tiempos. Se comprende la admiración de Kubrick, que en una encuesta de 1963 la eligió una de las 10 mejores películas de la historia del cine, porque es la versión mejorada, depurada, de sus aproximaciones al cine negro de los años 50, “El beso del asesino” (1955) y “Atraco perfecto” (1956). Como la película pasó completamente desapercibida, incluso para los viejóvenes turcos, Godard ni soñando la hubiera podido realizar, Cazeneuve no tuvo una segunda oportunidad, y siguió su exitosa carrera televisiva, “La séparation” (1968), hasta su muerte. Cuando has tocado pelo a la primera, lo mejor es no tentar de nuevo la suerte.





Solo la televisión permite a un autor-cineasta expresarse sin consideraciones comerciales. La televisión me parece como el refugio de las grandes tradiciones del liberalismo y del mecenazgo: una suerte para los que quieren expresarse.” Maurice Cazeneuve




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