02 junio 2022

A FALECIDA (La fallecida) (1965) León Hirszman

 


     Las nuevas olas, más bien la revolución de las cámaras ligeras, liberaron al cine clásico de todos sus corsés, de la faja del Estudio. Eso sí, lo que no cambió es la fotogenia, la presencia de unos protagonistas que se coman la cámara, que sostengan las historias, o las no-historias. Se rejuveneció el star system, se rebajó el caché, pero los Belmondo de turno, las Karina de turno, seguían estando ahí, como el dinosaurio de Monterroso. Aparentemente el cine se hizo más cercano, pisó la calle, los problemas, inquietudes, reales. En realidad la esencia no cambió demasiado, un hombre, una mujer, que como diría Rajoy, hacen cosas, persiguen un objetivo. Las nuevas olas de los años 60, al margen de constituir la década prodigiosa del cine mundial, fueron más un relevo generacional, formal, que una revolución duradera, un cambiar las caras, la fachada, para que en el fondo nada cambie. El cine más estrictamente comercial, convencional, sigue siendo idéntico a sí mismo hasta la estupidez, el supuestamente autoral en cambio ha desaparecido por completo del mapa. Brasil también tuvo su nueva ola, más escorada a la crítica social, al neorrealismo, con su puntito de sarcasmo, como las nuevas olas del Este (Hirszman es de origen polaco). Digamos que lo único nuevo era la presencia de la cámara como un personaje más. Una cámara testigo que por supuesto sigue a un personaje principal, la increíble presencia de una jovencísima (36 años) Fernanda Montenegro (por extraño que parezca en su debut en el cine, llevaba una década haciendo series en televisión), la Doña, la Señora, del cine brasileño. Una mujer que siempre tuvo el poso, el aspecto, de una mujer mayor, razón por la que nunca ha envejecido. Sus ojeras sarandonianas son patrimonio artístico de la humanidad. En cuanto a la película es una especie de “La tía Tula” con la libertad formal de “Vivir su vida”, es decir costumbrismo formalista más humor negro, tirando a cruel, como “Muerte de un burócrata”. Y si hablamos de contenido, quedaros con este concepto: profecía autocumplida, o si no puedes hacer una buena boda, siempre te queda la posibilidad de hacer un buen funeral. La macabra ilusión, esperanza, de los pobres, de los desheredados. La muerte como afirmación, como forma de reconocimiento social.







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