30 marzo 2022

THE EARTH IS BLUE AS AN ORANGE (La tierra es azul como una naranja) (2020) Iryna Tsilyk

 


     Entono el mea culpa, como amante del cine ruso, cada vez que veía una película de las ex-Repúblicas Soviéticas, mentalmente la archivaba en la categoría de cine ruso a secas. Un menosprecio a estos países independientes basado exclusivamente en la ignorancia, en los prejuicios. En cuanto profundizas un poco en la historia de estos países te das cuenta que su odio visceral a Rusia, al comunismo en general, está más que justificado, fueron invadidos, masacrados, esquilmados, amparándose en una ideología que no es más que pura fachada. Las dos primeras víctimas de toda dictadura comunista son la verdad, y la libertad, las dos únicas cosas por las que merece la pena luchar en esta vida, en la justicia y el amor ya no creo, eso que me ahorro. La serie que mejor ilustra esta doble cara del comunismo (léase fascismo), es la ochentera “V”, que ahora habría que rebautizar como “Z”, con z de nazis. La invasión de Ucrania comenzó en 2014, cuando el genocida Putin decidió aleatoriamente que el Donbás, la región más industrializada de Ucrania, era un territorio exclusivamente ruso (cuando nunca lo fue, los rusos hicieron su propia marcha verde, como los marroquíes, para explotar sus cuencas mineras, y cuando Ucrania se independizó en 1991, más del 80% de la población votó a favor de escindirse de la Unión Soviética), y por tanto había que expulsar, masacrar, a sus legítimos habitantes ucranianos, descendientes directos de los aguerridos cosacos. Una simple paja mental como la de los supremacistas catalanes y vascos considerándose una colonia de España.




     Terminado el contexto, vayamos al texto. Iryna resucita a Vertov, su cine-ojo, y lo lleva a otra dimensión mucho más transparente, humana, cotidiana, cercana, a lo Alberto Cima (“Tallinn Lieve”), a lo Akerman (“D´Est”), a lo Kiarostami (“Close-Up”). Vertov quería que la cámara, el hombre cámara, no fueran meros testigos, que formaran parte de la película, de la vida, que fueran un protagonista más, muchos de sus operadores murieron en el intento. Vertov lo consiguió, pero no del todo, no logró desprenderse del componente espectacular, esteticista, reflejó la vida como no se había hecho hasta ese momento, pero no la vida misma, o solo en su parte más superficial, mecánica, ritual. Iryna coge el relevo y se lo lleva a casa, a la casa de una familia recluida en una zona de guerra, el Donbás, a la que conoció cuando realizaba un taller de cine para adolescentes de la guerra, y lejos de hacer un simple reportaje amateur, se marca la “El sol del membrillo” del cine ucraniano, sin caer en ningún momento en el victimismo, en la desesperanza. Iryna, la familia, se aferran al cine, a la creación, con la pasión de un moribundo, el carpe diem-noctem, llevado al extremo, y sin buenismo pastelero a lo “La vida es bella”. En medio de una guerra el único territorio posible es el presente, en Sarajevo mientras bombardeaban los jóvenes organizaban raves. Pues Iryna, que también es poeta, hace lo mismo pero sin estridencias, histerismos, hedonistas, paganos, haciendo que el metalenguaje, el proceso de filmar, y la vida misma, converjan, se hagan indistinguibles. Pasamos del cine-ojo al cine-vida, si nos queda un solo segundo de vida, hagamos algo productivo, creativo, con él, trascendamos la muerte desde la superficie de lo real con guerra de fondo, lo que viene siendo misticismo a palo seco. “La tierra es azul como una naranja”, título extraido de un poema de Éluard, es una película heroica, resistente, partisana, creyente, los ucranianos no dejarían de ser libres ni sepultados bajo una tonelada de hormigón. Numancia fue el ejemplo paradigmático de resistencia pasiva, fatalista, Ucrania es su reverso optimista, proactivo, resiliente. ¿Seguirán vivos los protagonistas, los modelos, en 2022? Miedo me da saberlo.



Mientras algunos defienden su tierra con armas, otros la defienden contando historias, y también es muy importante porque el silencio puede ser una especie de crimen también.” Iryna Tsilyk (declaraciones de hace 9 días)




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