02 marzo 2022

MÁS ALLÁ DEL OLVIDO (1956) Hugo del Carril

 


     Se me escapa el motivo acinematográfico por el que el cine clásico argentino goza de tan extraordinario prestigio entre la cinefilia latina, la única razón que se me ocurre es que en la Argentina hay más críticos que espectadores, y para desgracia del resto de cinéfilos del continente (en Europa, en el ámbito anglosajón, no pintan nada, nadie les toma en serio), su “juicio” suele ser tomado como palabrita del niño Jesús. Craso error, la cansina, verborreica, crítica argentina es tan mediocre, falta de criterio, como la española, y si nos atenemos al clásico aún más, no hay país que no tenga que sufrir sus propios Marías, sus propios Garcis. Méjico tuvo su Edad de Oro, tanto de películas, actores, actrices, como directores, Argentina no, solo tuvo una industria, y algunas películas aisladas. Directores como Salavsky (“Historia de una noche”, el remake español), Christensen (“No abras nunca esa puerta”), Amadori (“La herida luminosa”), Klimovsky (“Aquella joven de blanco”), están más que sobrevalorados, y sus únicas películas notables, muy pocas, casi siempre las ejecutaron en el extranjero. Grandes películas, lo que se dice grandes, que puedan estar incluidas en cualquier canon clásico mundial, dos: “Rosaura a las 10(1958) de Mario Soficci, y “Mas allá del olvido”, de Hugo Carril, un melodrama que perfectamente podría estar firmado por el mejor Stahl, el de “Sublime decisión” (1948), o el Hitchcock de “Vértigo” (1959), de hecho es materialmente imposible que el gordo cabrón no hubiera visto esta película antes de rodarla, fusila idea tras idea (lo mismo que los autores de la novela en que se basa Alfredito, “De entre los muertos” (1954), que no es más que una relectura, plagio, de “Brujas la muerta” (1892) de Georges Rodenbach, la novela adaptada por Hugo), lo mismo que Hugo del Carril con “Rebeca” (1940) de Hitchcock (basada en el libro de Daphne du Maurier (1938), que a su vez lo había plagiado de “La sucesora” (1934) de Carolina Nabuco, el posmodernismo, perdón intertextualización, viene de lejos), así que lo comido por lo servido. Gran parte del mérito lo tiene Laura Hidalgo (el papel estaba destinado a la mujer de Hugo del Carril, Ana María Lynch, por suerte le dejó antes de la película), que tiene un cuajo, un temple, una presencia, al menos en la primera parte, espectacular, hubiera podido triunfar perfectamente en Hollywood. Puede que no sea la mejor película de la historia del cine argentino, pero sí la más ambiciosa, la más universal.






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