Tres pasiones en una: cine, flamenco y bailarinas clásicas. No hay nada más bello e inquietante en este mundo que una mujer con moño y mallas de ballet, en cambio los hombres dan grimilla, penilla. Bailarinas de clásico bailando flamenco, o más bien intentándolo, con toda su buena voluntad, y muy poquita gracia, salero. Lo milagroso del asunto es que aún así funciona, el flamenco es así de generoso, de rumboso. Y eso que hablamos de bailarines canadienses, que tienen fama de tranquilos, de pasmarotes, de soseras. Son el blanco favorito de los chistes americanos, son sus leperos. El milagro lo ejecutan dos curritos, buscavidas, del flamenco, en concreto dos guiris, el matrimonio, padrinos de Enrique Morente en el extranjero, formado por la bailarina y compositora suiza Susana Audeoud (que formó parte desde 1947 a 1972 del dúo de danza española “Susana y José (José de Udaeta)”, Antonio componía la música de sus ballets), y el pianista y compositor Antonio Robledo, en realidad Armin Janssen (Hannover, Alemania). Vamos que entre extranjeros anda el juego, español también se hace, y si hablamos de flamenco, es mayor el cariño, atención, fuera que dentro. El contenido no puede ser más simple, una Masterclass, una clase maestra de toque de palmas y baile flamenco dada en la National Ballet School of Canada (Toronto), la Escuela Nacional de Danza de Canadá, a alumnos del último curso. Fruto del éxito de la película, del mediometraje, ganó el Oscar de Hollywood al mejor corto documental, crearon la compañía “Flamencos en Route” (Flamencos en Ruta). En cuanto a la directora, Cynthia Scott, es más que evidente la influencia directa de “Bodas de sangre” (1980) de Carlos Saura (que a su vez no es más que la puesta en imágenes del espectáculo creado por el bailarín Antonio Gades en 1974, y con el que giró por todo el mundo, incluido Canadá), digamos que es su versión amateur, calentamiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario