23 octubre 2021

LE PAYS BASQUE, ÉTÉ 1982 (El País Vasco, verano 1982) (1983) Otar Iosseliani

 



     ¿Qué es lo malo de sentirse singular, diferente? Que si realmente no lo eres, de manera acusada, pronunciada, quedas como un supremacista, como un gilipollas. Si lo único que diferencia a los vascos del resto de españoles es el vasco, o vascuence para los más puretas, flaco favor se hacen a sí mismos sintiéndose especiales, únicos. El vasco, esa lengua de origen africano, no la hablan ni los vascos, ni ahora, ni nunca, así que como signo de identidad cultural, racial, se queda un poquito cojo, escaso. Lo mismo le pasa al catalán, que en pocos años quedará reducido su uso social a los Seminarios, y a los payeses, vamos a los paletos, sin ningún matiz peyorativo, tampoco admirativo. El resto de singularidades para turistas, levantar piedras, el aurresku, la pelota vasca, son tan parecidas a las costumbres folclóricas del resto de España, del mundo, que fundamentar de nuevo una supuesta superioridad genética en semejantes chorradas, gilipolleces, retrata al que lo intenta. A los georgianos les pasa lo mismo que a los vascos, que por mucho que no se sientan españoles, rusos, lo son más que la tortilla de patatas, que el vodka. Esa pasión por lo rural, por el agro, del humanista pastoril Iosseliani, esa devoción por lo documental, por lo etnográfico, por el montaje, por los rituales, hunde sus raíces en el bucólico cine soviético, en la literatura rusa, siempre tan apegada al terruño, al supuesto buenismo campesino. Si te dicen que en lugar de recios vascos son mujiks te lo crees, total, se les entiende igual, nada. Y su día a día campestre es exactamente igual al de cualquier aldeano ruso, o del resto de España. La tierra es la tierra, las ovejas son las ovejas, las misas son las misas, aquí y en Sebastopol. Lo bueno de la etnografía, de la antropología, es que a poco que escarbes las diferencias se acaban convirtiendo en confluencias, en coincidencias. Resumiendo, que si esta película, la versión mejorada, no publi-reportaje, de “Ama Lur” (1968), en lugar de titularse “País Vasco” se titulara “Georgia”, “España”, no habría que cambiar ni un fotograma. Los nacionalismos son la viagra de los acomplejados, la endogamia (casi borbónica) es el germen, y el desarrollo, de la fealdad, de la subnormalidad. Los genes cuando se airean se transmutan, embellecen. Primer esbozo de su obra maestra “Un petit monastère en Toscane” (1988).







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