05 octubre 2021

LES DEUX MEMOIRES (Las dos memorias) (1974) Jorge Semprún

 



     Es evidente que para abordar cualquier fenómeno histórico colectivo hace falta distancia, tanto emocional, temporal, como ideológica, las cosas en caliente siempre acaban quemando, les falta perspectiva, poso. Siempre hay dos versiones, dos memorias, y aunque exista la verdad jurídica, la Guerra Civil fue una violación de la ley vigente, hay unos golpistas y unos defensores de la República, ceñirse en exclusiva a ella es tirando a simplista, a infantil, es no querer comprender nada. Lo sorprendente es que este ejercicio de madurez democrática lo ejecuta un comunista, la ideología más reaccionaria, sectaria, anti-empática que existe, la religión de las verdades absolutas y de la falta de libertad, individual y colectiva. Digamos que es un pequeño paso adelante con respecto a “¡Arriba España!” de Berzosa (hablo del tratamiento, la de Berzosa es mucho mejor, el humor formal siempre es un plus) que a pesar de dar voz a las dos Españas lo hace con distancia irónica, y posicionándose claramente del lado republicano (Semprún no tanto, porque la denomina como república burguesa, dicho por un burguesito afrancesado como él no deja de tener su gracia), algo bastante comprensible, la objetividad no existe ni tan siquiera en un documental. Semprún, el malo, Jorge, el bueno es Carlos, hace un mayor esfuerzo, tampoco sin pasarse, primero hablan los anti-franquistas (viendo la película puedes llegar a la conclusión de que la Guerra Civil no fue más que un enfrentamiento incivil entre hermanos de izquierdas, entre comunistas y anarquistas, algo que es bastante cercano a la realidad, si ambos hubieran remado en la misma dirección, se hubieran centrado en la guerra y no en jugar a la Revolución, el resultado hubiera sido muy distinto) y luego los franquistas (aunque reducir al genial Dionisio Ridruejo a un simple falangista, "la utopía falangista estaba completamente equivocada", cuando fue la persona que más hizo por la reconciliación entre españoles, porque no hubiera sectarismo en la cultura, es bastante maniqueo, injusto), por disimular su postura, por camuflar su sectarismo. Hace como Patino en “Queridísimos verdugos”, dejar que por la boca muera el pez, que sean los propios protagonistas los que acaben decantando la balanza con sus esperpénticos testimonios (los más alejados de la realidad, de la sensatez, son los anarquistas de la CNT, Montseny es ridícula, una enajenada, Carrillo en comparación queda como un pequeño-burgués, valga la redundancia, lo que siempre fue, un vividor, un asesino sin escrúpulos ni remordimientos), una estrategia más sibilina, zorreras, nada que objetar, más o menos lo mismo que hizo Lanzmmann en “Shoah”. 




     En el haber de Jorge Semprún hay más cosas, la valentía de empezar la película recordando a los exiliados españoles muertos en los campos de concentración franceses, aunque en ningún momento los califique como tales, no hace sangre contra la bochornosa, homicida, actuación de los republicanos franceses, formalmente es magistral el montaje paralelo de las playas ahora y de los campos antes, redobla el sufrimiento, el contrapunto, se nota la mano de Marker. En el debe, que el grueso de los testimonios sean políticos profesionales e intelectuales, escritores, vamos políticos no profesionales y/o subvencionados, al pueblo español, al exiliado currito, ni se le huele. Que los exiliados hablen en francés, supongo que una forma de mostrar su completa adaptación a la chovinista, castradora, idiosincrasia francesa, aunque escuchando su francés se hace patente que jamás los franceses les van a considerar franceses de primera. En español su testimonio hubiera sonado más sincero, espontáneo, se nota demasiado el esfuerzo que hacen para encontrar las palabras correctas en su pobre vocabulario francés. Tampoco entiendo demasiado la egocéntrica omnipresencia de Semprún, completamente prescindible, me recuerda a Trueba en “Mientras el cuerpo aguante”, película fallida precisamente por eso, aquí se salva por el resto. El principal valor de la película radica en que sirve para constatar hasta que punto los exiliados políticos viven en una realidad paralela, estancada, la que dejaron al irse, de ahí no se han movido, el tiempo se detuvo para ellos y son incapaces de asimilar, interpretar, el presente, en su cabeza siguen creyendo que la Guerra Civil no ha terminado y que en cualquier momento gracias a su inicua lucha de pasquines van a derrocar al dictador. El equivalente actual sería los tuiteros comunistas, que mientras malgastan sus vidas lanzando proclamas en la red los voxeros les comen el terreno en los barrios. Los exiliados apolíticos, o los no políticos profesionales, hicieron más o menos su vida, currando como cabrones, lo mismo que hubieran hecho en España pero con el agravante de la nostalgia y del idioma no compartido ni querido, una forma de resistencia pasiva al supuesto anfitrión, más bien explotador, como otra cualquiera. El idioma es la única verdadera patria, perderlo es perder tus raíces, tu identidad, tu memoria.  


"Yo soy un castellano viejo y, como castellano viejo, estoy ligeramente tocado de estoicismo y como hombre ligeramente tocado de estoicismo considero que las glorias del mundo son vanidad de vanidades." Dionisio Ridruejo



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