11 septiembre 2021

L´AMÉRICAIN (El americano) (1969) Marcel Bozzuffi

 


     Si no existiera Inglaterra, Francia sería el país más hipócrita del mundo. Bajo el barniz de la educación, de la corrección, de la cultura, se encuentra la sociedad más alienada, desigual, injusta, del mundo. Las vergüenzas se lavan en casa es su divisa. Todos los bochornosos episodios de su historia, desde el genocida Napoleón al colaboracionismo nazi, pasando por la Guerra de Argelia o los campos de concentración para españoles, son obviados, o en el mejor de los casos dados la vuelta, transformados en hechos heroicos, épicos. Que sí, que mandamos a cientos de miles de judíos a las cámaras de gas, ¿pero qué es eso en comparación con la gloriosa, y más que minoritaria, Resistencia? Francia tuvo su Vietnam, Argelia, y la diferencia con los americanos es que los franceses no han hecho todavía una lectura crítica, objetiva. Razón por la cual esta película fue condenada al ostracismo, a la invisibilidad, a pesar de contar con Trintignant como protagonista, y a Simone Signoret, Françoise Fabian (viuda de Jacques Becker y mujer del director) y Jacques Perrin como secundarios. El americano del título puede llevar a engaño, la vestimenta de Trintignant también, sombrero y gabardina, porque no nos encontramos ante el típico polar genuflexo y crepuscular a lo Melville, sino más bien ante una película nostálgica, desencantada, existencialista, a lo Sautet. Pero más simple, naturalista, morosa, la sinopsis se puede resumir en una frase: Bruno vuelve a Rouen desde California y se reencuentra con sus amigos de infancia. Y como suele pasar en estos casos, la alegría de la vuelta rápidamente se convierte en decepción, en monotonía, en recordar, corroborar, los motivos por los que uno se fue. Nunca se debe volver a los sitios donde se fue feliz, ni a las personas con quien se fue feliz. La nostalgia, los reencuentros, hay que dejarlos para cuando la decepción, la frustración, la amargura, ya no es una opción porque se ha dejado de creer en los finales felices, en las resurrecciones. La crisis de los 40, la Midlife Crisis, se supera tirando palante como los bueyes sin mirar atrás, ni para los lados. La película es el debut, y única incursión, del actor Marcel Bozzuffi, habitual secundario del cine francés (“La Deuxième Souffle”, “Un homme qui me plaît”, “Compartiment tueurs”, etc.), que se encarga de la dirección, del guión y de los diálogos. Con un poco más de trabajo en el montaje, y de presupuesto (lo sacó adelante gracias a Claude Lelouch), hubiera sido una gran película. No lo es, pero por poco.





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