28 agosto 2021

MAEVE (Dionisia) (1981) Pat Murphy

 


     El nacionalismo se cura viajando, viviendo. Todo nacionalismo no es más que una neurosis obsesiva, un trampantojo. En cuanto tomas distancia física, emocional, en cuanto dejas que el presente se libere de la losa del pasado, de los supuestos, o no supuestos, da lo mismo, agravios históricos heredados, las cosas caen por su propio peso, por su paranoica falta de peso. Un nacionalista es alguien incapaz de vivir el presente, de integrar el pasado en el presente, vive permanentemente en estado de sitio mental, inmerso entre un pasado que no vivió, o que incluso nunca existió, y un futuro imaginario, utópico por infantil, por ridículo, por excluyente, que no va a existir jamás, y que en el caso de que existiera solo generaría frustración. Los sueños cuando son tan extremos, irreales, basados en algo tan esotérico, pueril, como la identidad, la singularidad, la megalomanía, hasta cuando se consiguen son fuente de insatisfacción, que se lo digan a los nazis. Un nacionalista fuera de la tribu, del rebaño, del adoctrinamiento que repite como un loro las palabras que quiere, necesita oír, está más perdido que Marco el día de la madre, se queda sin tema de conversación, sin modo de rellenar su tiempo, su vacío existencial. Nacionalismo es sinónimo de aburrimiento, por eso siempre es un movimiento vertical, burgués, escapista, elitista, supremacista. El lugar de nacimiento es un accidente, lo mismo que las variantes genéticas. Un moreno en Irlanda es una oveja negra, un irlandés pelirrojo en Andalucía una rareza, todo es cuestión de perspectiva, de amplitud de miras. La diferencia entre vivir en Belfast en los años 70-80, en Bilbao en los años de plomo, o en Lérida durante el procés, es inexistente, no solo por la parte de los fanáticos, de los talibanes, sino sobre todo por la de los “disidentes”, o directamente apolíticos. Si a mayores eres mujer la opresión es doble, triple, hablamos de la ultra-católica Irlanda, una dictadura dentro de otra dictadura dentro de otra dictadura, lo que recoge de forma más que brillante la película, genial su estructura de saltos y retrocesos temporales, que lejos de centrarse en la política, en la ficción del conflicto, pone el foco en cómo el nacionalismo, el machismo, la religión, tres formas idénticas de totalitarismo, afectan, trastornan, la vida cotidiana, la infancia. En como el miedo, el sufrimiento, lo contamina, desvirtúa, todo. Para vivir, respirar, crecer, hace falta un espacio propio, también mental. Resumiendo, que en Irlanda en los años 70-80 ser mujer era una nacionalidad.





Estaba pensando en todo lo que estaba viendo sobre Irlanda del Norte y sobre la historia de Irlanda, y sentí que era realmente falso. Particularmente cuando estaba en la universidad y en la escuela de arte en Londres, donde incluso la percepción de la izquierda excluía las realidades vividas. En ese momento, realmente pensé que un documental era incapaz de decir la verdad sobre una situación porque dependía de una especie de efecto visceral. Ya sabes, la película deriva en autoridad por el hecho de que la persona que hace la cámara está allí, y está viendo algo violento que está sucediendo o cómo se desarrolla la historia. Y así, el espectador queda atrapado en eso de una manera incuestionable. Creo que en el momento en que salió “Maeve”, era mucho más política de lo que soy ahora. Realmente la vi como un documento político. Estaba muy influenciada por Godard, por Mayo del 68, Chris Marker y el grupo Dziga Vertov. Cómo se hace una película. Cómo se construye su significado.” Pat Murphy



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