El único lenguaje universal es la droga. Hay más similitudes entre un yonki del tercer mundo y del primer mundo que entre dos adolescentes de la misma edad. Si esta película se hubiera rodado en un reformatorio de menores de Vallecas no habría demasiadas diferencias. La pobreza y sus derivadas son universales. Eso es lo primero que choca, y mucho, de la película, su mera existencia. Que en una férrea dictadura religiosa como la iraní se pueda hacer una película sobre un centro de reclusión de mujeres, que hablen sin tapujos de la droga, de asesinato, de suicidio, de malos tratos, de armas, de robos, suena bastante a milagro. Que se haga sin el menor paternalismo, didactismo, dirigismo, directamente lo es, porque hasta en Occidente algo similar hubiera tenido un tufillo a buenismo, a pornomiseria, ni Wiseman hubiera podido hacerla. Aquí no, aquí solo vemos a un conjunto de niñas que van de mayores, de chulitas, como buenas adolescentes, y que se abren en canal, se rompen, cuando menos te lo esperas. Pero el director tampoco se regodea en esto, en la tristeza, en el victimismo, también muestra sus momentos de felicidad, de cachondeo, también como buenas adolescentes. Y no, el mérito no es solo de las geniales protagonistas, todas con una personalidad completamente diferente y arrolladora, comparten idéntico carisma, honestidad brutal, inocencia, sino también del director que es capaz de generar un clima de confianza absoluta para que puedan ser ellas mismas, para que parezca que la cámara es inexistente. Tiene ese mismo aroma a verdad, a espontaneidad, de películas como “Children Undreground” o “Streetwise”. Un cine que navega continuamente en la evanescente frontera entre la objetividad y la subjetividad, entre el esteticismo y el mero reportaje testimonial. Que para estas niñas con experiencias de ancianas la reclusión suponga una especie de vacaciones, de oasis, deja bien a las claras la clase de infierno que vivían en la calle, en sus casas, en sus familias. La película también se puede contemplar como una oda a la amistad, a la sororidad, a la empatía, conmueve como se consuelan, como se sienten identificadas entre ellas, como se ayudan, dan cariño. La verdadera comprensión solo se puede dar entre iguales, entre ángeles caídos. De nuevo el humanista cine iraní dejando en pañales al resto de cinematografías. Premio para quien no llore, para quien no ría.
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