21 agosto 2021

LES CORBEAUX (Los cuervos) (1966) Gisèle (y Nag) Ansorge

 



     Pongo el nombre del marido entre paréntesis y no simplemente enlazados con un “y” porque aunque hagan las películas conjuntamente, me niego a conceder la misma importancia a quien se encarga solo del montaje mientras la otra persona se deja los ojos haciendo los dibujos con arena y moviéndolos fotograma a fotograma, 24 movimientos distintos por segundo. Repito, con arena, en concreto arena de cuarzo negra (que Gisèle utilizaba para pintar cuadros), una de las técnicas de animación más fascinantes, complicadas (no hay posibilidad de marcha atrás, no hay diseño previo ni posterior, los dibujos se van autodestruyendo en cuanto los filmas), cuando se hace bien, cuando se hace mal es lo más parecido al gitano con la cabra, pongamos el 90%. Supuestamente la pionera de esta técnica es la canadiense Caroline Leaf con la insulsa “Sand, or Peter and the Wolf” (1968), y ésta obra maestra es de 1966, tras tres años de experimentos (por casualidad utilizaron arena para simular el flujo sanguíneo en una película sobre los ataques de corazón), así que lo de pionera lo dejamos en cuarentena, mejor lo olvidamos. La obra más premiada con esta técnica es “Hamu” (1996) del húngaro Ferenc Cakó, y volviendo a los gitanos, sería como comparar a Dios con un gitano. Así que si sumamos las dos cosas, pionera y mejor que las más premiada, pues habrá que concluir que estamos ante una gran película que no ocupa el lugar de honor que merece en la historia de la animación. Ni él, suizo, ni ella, francesa, eran profesionales del cine, él ingeniero y ella farmacéutica, pero tiran más dos marionetas que dos carretas, y gracias al impacto que les causaron las películas de títeres del genial Jiri Trnka, decidieron dedicarse al cine de animación, 10 geniales cortos artesanales en su propio estudio entre 1966 y 1991. “Los cuervos”, historia basada en la vida del poeta Villon, una metáfora del perseguido, del marginado, de la enconada lucha del poder contra el diferente, contra el disidente, contra el artista (recuerda en cierto modo al trabajo “La idea” (1932) del grabador belga Franz Masereel), fue presentada en Annecy (1967), el Cannes de la animación, con gran éxito, y fue premiada en 1968 en el Festival de Locarno, la primera vez que una película de animación suiza conseguía esa distinción. Como Locarno pinta menos que San Sebastián, nadie recuerda los cortos que ganan en ningún festival del mundo, el premio no ha impedido que la película sea prácticamente invisible, aunque tenga el encanto, valor, capacidad de fascinación, del trabajo de otros dos grandes pioneros de la animación, Alexandre Alexeieff y Claire Parker (“Une nuit sur le mont chauve”, 1933), en este caso con alfileres.




El proceso no es nada aconsejable para los perfeccionistas, para aquellos que tienen necesidad de seguridad, de saber con anterioridad cuál será el contorno exacto del dibujo en movimiento que resultará. Al contrario, disfrutarán de fantasías, de imprevistos, aquellos a los que les interesan los impulsos del instante: el dibujo de hoy no tendrá nada que ver con el que haréis mañana.” Gisèle Ansorge






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