10 julio 2021

VON WEGEN SCHICKSAL (¿Es esto el destino?) (1979) Helga Reidemeister

 


     Hay películas valientes, suicidas, y fuera de categoría, las catárticas, las que sirven de exorcismo individual y colectivo, lo que viene siendo una película testimonio generacional. Irene, lo mismo que Lola Herrera en “Función de noche” (1981) de Josefina Molina, se abre en canal, se expone al límite de la humillación personal, para tratar de despertar a toda una generación de mujeres de posguerra (las similitudes entre Alemania y España son absolutas) que hicieron del deber, de la abnegación, del sacrificio, su modo de vida. Mujeres que se olvidaron por completo de sí mismas para volcarse en cuerpo y alma a las necesidades de los demás, del padre patrón, y de la familia, que le pagan esa dedicación, sumisión, con reproches, con desprecios. Mujeres que ni desean ser libres porque les han enseñado desde la infancia que la libertad solo conduce a la infelicidad, al señalamiento social. Mujeres que cuando abren los ojos y quieren ser independientes se encuentran totalmente perdidas porque no tienen ni formación ni seguridad en sí mismas. Una generación perdida cuya única lucha, obsesión, era que las futuras generaciones de mujeres no cometieran los mismos errores. Una generación que sacrificó la paz familiar, la sacro santa imagen de madre sobreprotectora, para que sus polluelas pudieran volar solas, y si su elección era esa, a solas. Una generación que tuvo que romper con el pasado, que luchar contra toda una sociedad, todo un sistema, y a mayores contra sí mismas, contra el sentimiento de culpa. Una lucha que casi nadie valora, ni tan siquiera sus propias hijas, que le dan lo más grande en la película. El strip-tease emocional es tan brutal que a veces hasta incomoda, pero es completamente necesario, las preguntas de la directora van al centro del conflicto, y el conflicto estalla, el primer paso para la sanación, la resurrección como mujer, como persona. La mujer del principio no es la misma mujer del final, y entre medias hemos asistido a uno de los ejercicios de honestidad cinematográfica más salvajes, auténticos, de la historia del cine. En el que la propia protagonista participa en todo el proceso, incluido el montaje, porque la directora no quería hacer una película sobre la gente, sino con la gente. La pista me la dio Marguerite Duras, que quiso distribuir la película por su cuenta en París, junto con “Wanda” (1970) de Barbara Loden, una pena que no conociera “Función de noche” (1981) porque entonces hubieran sido tres.

     "Todo lo que le ha sucedido a esta mujer es corriente: cuatro maternidades, malos tratos del marido, divorcio, juventud enteramente sacrificada a los niños, voluntad de amar, ineptitud trágica para expresar este amor, el naufragio en la noche, en un silencio casi total. Esto sucede en el corazón de Alemania, dentro del proletariado mal avenido de la Alemania de posguerra (...). Nada pasa en esta película excepto el cine, la fabulosa explosión de este silencio gracias a la cámara, la traducción, por parte de esta mujer, Irene, de este silencio en un lenguaje jamás concertado, que se descubre bajo la cámara, como bajo el efecto de una droga." Marguerite Duras



     “Mi película más reciente, VON WEGEN SCHICKSAL, está completamente empobrecida en términos de presentar las relaciones entre el mundo interior y exterior. No queda nada del mundo exterior. Como resultado de las condiciones materiales de producción de la película. VON WEGEN SCHICKSAL me obligó a escenificar situaciones psicológicas. La protagonista, Irene Rakowitz, insistió en que si la película presentaba solo una verdad a medias, no valdría para nada. Pero presentar toda la verdad exige un esfuerzo enorme y, por su parte, el compromiso de revelarlo todo. Subestimó lo que significa tener focos, cámara, un camarógrafo y un técnico de sonido todo el tiempo. Todavía esperaba encontrar la verdad, pero bajó las cortinas. No vi otra posibilidad que provocarla, superar esas inhibiciones. Se me ocurrió una especie de puesta en escena para construirle un puente para que pudiera olvidar toda la situación alienante. Por supuesto, quería sacar a la luz problemas muy particulares. Con esos temas, no me vería obligada a montar escenas. Sin embargo, el final de VON WEGEN SCHICKSAL le parece artificial y optimista al público. (…) Sabía que la película con Irene Rakowitz tendría un final más positivo. Huérfana a los dos años, fue criada por padres adoptivos en un ambiente pequeño burgués. Pudo terminar el primer año de la escuela Gymnasium (aproximadamente equivalente a terminar el quinto grado en los EE. UU.) Y luego se convirtió en aprendiz de sirvienta. Después de su matrimonio, trabajó en una fábrica textil y en otros trabajos ocasionales. Las hijas de Rakowitz terminaron el primer año de Gymnasium. Tenían oportunidades completamente diferentes. Además, nunca tuve la intención de analizar la situación de Irene Rakowitz como el estudio de un caso. Quería mostrar de dónde viene su fuerza para seguir viviendo. Durante el rodaje estuve bajo una presión terrible, ya que Irene Rakowitz constantemente quería saber cuál era el objetivo de toda la película. Pensó que no tenía ningún sentido si solo veía en ella su propia miseria: "Si otras personas no reciben un puñetazo o un empujón, entonces todo es basura". Esas eran sus demandas, y siempre trato de apegarme muy de cerca a las necesidades de las personas con las que trabajo. Además, analizar en una película la ruptura de una familia en nuestras circunstancias sociales exige que los espectadores salgan con una actitud esperanzada. Tenemos que reconocer que es necesario trabajar en este tipo de vida familiar antes de que podamos emanciparnos. No vivimos en una época que pueda permitirse películas derrotistas; quería ser constructiva. Creí, al principio, que podría ayudar a Irene. Pensaba que una película que afronta realmente los problemas puede contribuir a resolverlos. Nueve años después, tengo más reservas sobre este punto. Sé que no podemos resolver nada y que, en el seno de un conflicto muy amargo, solo brindamos el apoyo momentáneo de la reflexión. A Irene, no la he perdido de vista y a veces estoy triste porque la película en sí no ha cambiado nada dentro de esta familia.” Helga Reidemaster


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