18 abril 2024

PAULINE KAEL ANTOLEJÍA: “LOS INÚTILES” (1953) Federico Fellini

 



    I Vitelloni (estrenada en Estados Unidos como The Young and the Passionate; el título francés era Les Inutiles; una traducción literal del italiano sería "los grandes terneros", es decir, los niños de pecho, que, traducido idiomáticamente, sería algo así como "vagos adolescentes"). Chicos frustrados de pueblo con grandes ideas, hijos de familias indulgentes de clase media que se aprovechan de sus padres, holgazanean y sueñan con mujeres, riquezas y gloria. Sus energías se malgastan en actividades estúpidas; sus sueños e ideales son patéticamente infantiles o están podridos. Fellini, que escribió y dirigió esta película en 1953, tiene una aproximación diferente al tema que el enfoque hollywoodiense que se revela en El salvaje. Su tratamiento es ambiguo, una fusión de ácida sátira y cálida aceptación. Nunca sugiere que estos hombres deban adaptarse a nada; observa la farsa de sus vidas sin rumbo sin condescendencia.

     Los americanos han argumentado que los actores son demasiado mayores para sus papeles; los europeos replican que eso no tiene nada que ver con la película, que no son los actores sino los personajes que interpretan los que son demasiado mayores para las vidas parasitarias que llevan. (El historiador de cine italiano Mario Gromo los describió como "eternos adolescentes, aunque se acerquen a la treintena, y cuando la alcanzan, les hace más perezosos"). Los jóvenes héroes sugieren una manada de lobos americana. Está Fausto el ligón (Franco Fabrizi), que se convertirá en otro infeliz padre de familia de clase media; el regordete y ridículo Alberto el bufón (Alberto Sordi, el "Jeque blanco" de Fellini del año anterior, y antes actor de music-hall que alcanzó cierto reconocimiento doblando al voz de Oliver Hardy); Leopoldo el poeta (Leopoldo Trieste), cuyas ingenuas ilusiones artísticas se desvanecen cuando un antiguo actor homosexual le hace una proposición; y Moraldo (Franco Interlenghi, que unos años años antes había sido una de las dos grandes estrellas infantiles de De Sica en El limpiabotas), la figura de Fellini, el héroe autobiográfico, el único que encuentra las agallas para decir adiós a toda esta fútil vida provinciana. En 1953 no había ninguna indicación en la obra de Fellini de que el camino que su héroe emprende fuera de provincias conduciría a la corrupción urbana de La Dolce Vita. (Por cierto, Los inútiles ofrece una refutación perfecta al eminente juez estadounidense que propuso como solución a nuestra delincuencia juvenil el restablecimiento de la autoridad paterna como había observado durante un viaje a Italia.)




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