En respuesta a la pregunta:
“¿Cuál es la mejor película de 1961?”
Había
empezado a parecer que
sólo aquellos con una mirada fresca, que trabajan en la pobreza y la
inexperiencia y en países subdesarrollados, que descubrían el medio
por sí mismos, podrían
hacer algo
nuevo e importante (como la Trilogía
de Apu).
El futuro de las películas parecía estar en manos de los cineastas
que no sabían que todo se había hecho antes. Para aquellos con
grandes tradiciones a sus espaldas el único campo a explorar parecía
ser la comedia, y la comedia "negra", o, al menos, las
obras que sugieren comedia negra: Eroica,
Kagi, À bout de souffle, Les Cousins, Sonrisas
de una
noche de verano, El séptimo sello.
La
Aventura
es, fácilmente, la película del año, porque Antonioni, al hacer su
película sobre este mismo problema, el
agotado
hombre moderno, demostró que las posibilidades de expresión seria,
culta, de
expresión
personal en el medio cinematográfico no
están aún exhaustas.
La
Aventura
es un estudio de la condición humana en
los niveles sociales y económicos superiores, un estudio del hombre
ajustado, comprometido, afligido
por la
corta
memoria,
el escaso remordimiento, la traición fácil. Los personajes son
pasivos como si fueran post-analíticos, activos sólo tratando de
descargar su ansiedad, el sexo es su único medio de contacto y
comunicación. Demasiado superficiales para estar verdaderamente
solos, son personas tratando de escapar de su aburrimiento en los
demás y lo
encuentran
allí. Sólo se reconcilian con la vida por
resignación. Claudia, la única capaz de amar, es derrotada como el
resto;
su amor se convierte en lástima.
Es una visión estéril
de la vida, pero es una visión.
Quizás
la compasión esté reservada para la vida de los pobres: la
corrupción de la inocencia es trágica en El
limpiabotas;
la intransigencia del hombre derrotado es noble en Umberto
D.;
la esperanza y la credulidad son la gracia salvadora de Cabiria.
Pero los artistas modernos no pueden verse a sí mismos (ni a
nosotros) trágicamente: con razón o sin ella, sentimos que nos
derrotamos a nosotros mismos, ¿cuándo fuimos inocentes? ¿cuándo
somos nobles? ¿cómo podemos ser "engañados"? El tema de
Antonioni, la caída (es decir, la exposición) del hombre rico,
guapo y dotado se trata de forma acumulativa y analítica, una visión
oblicua y tangencial del amor y la sociedad, una visión no elevada
al plano de la desesperación. En su melancolía La
Aventura
sugiere a Chejov.
Porque es sutil y ascética, pero laboriosa a la hora de revelar sus
significados, sugiere al Henry James que masticaba más de lo que
mordía. Y tal vez porque los personajes usan el sexo
destructivamente como un momentáneo medio de escapar de la
autoconciencia humillando a otra persona, eso
sugiere
a D. H. Lawrence. Sobre todo, creo, que sugiere a la Virginia Woolf
de Las
Olas:
el tono
de La
Aventura
es
"Dispares somos". Antonioni es un marxista declarado, pero
de esta película creo que podemos decir que aunque él pueda
creer en la crítica socialista de la sociedad, no tiene fe en la
solución socialista. Cuando lo piensas, probablemente la
mayoría de nosotros, más
de lo que quisiéramos admitir,
sentimos lo mismo. Una terrible calma se cierne sobre todo en la
película; el
espacio de Antononi es una
especie de vacío en el que la gente se mueve sin rumbo, buscadores
y
perdidos son todos iguales, dispares, sin metas ni alegría.
Para aquellos que pueden aceptar las películas o dejarlas en paz,
La
Dolcevita
es obviamente la película del año: la
audiencia
puede disfrutar de su "vicio" (el nombre que dan a sus
propias fantasías cuando otra persona las lleva a cabo) y pueden
alzar las manos horrorizados (mirando a través de los dedos) ante
toda esa perversa decadencia y todas esas orgías.
[1961]
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