15 marzo 2024

REGUEIRO REVISITADO (13): “LA VIUDA VALENCIANA” (1983)

 



     Segunda revalorización, también inesperada. Su último trabajo televisivo (estuvo a punto de ser el penúltimo porque los periódicos anunciaron a finales de 1983 que Regueiro se iba a encargar de uno de los capítulos de la mítica serie “La huella del crimen”, en concreto de “El caso de la novia imaginaria”, cosa que al final no sucedió, desconozco los motivos, Pedro Costa era muy suyo, Regueiro no digamos), y el mejor con diferencia, al mismo nivel que sus mejores películas, gracias Frade. Hombres y mujeres podemos hacer nuestras las palabras de Julianilla: “¡Madre mía, qué cuerpo!”. Ni más ni menos que el cuerpo, el rostro, el pelo, las cejas, la mirada, más bellos vistos nunca en una película española. Algo que en sí mismo no significa gran cosa porque no hablamos de una sesión fotográfica de una modelo, pero resulta que la actuación está a la altura, o por encima, de sus pezones, y eso son palabras mayores. Cristina Marsillach es superbella, y solo Regueiro supo estar a la altura de su supertalento como actriz, no necesita más que sus ojos, que su boca, que su voz, que su perfil de estatua griega (el equivalente en la actualidad sería Lucía Rivera, inédita en cine, y que ojalá algún día tenga el dinero suficiente para que pueda protagonizar “Tierra absoluta”, mi homenaje envenenado a Valladolid, al casticismo), no se puede decir lo mismo de Colomo, la mediocre, a pesar de ella, “¡Estoy en crisis!” (1982). 




     Por fin el Siglo de Oro reverdece sus laureles, recupera su espíritu lúdico, lúbrico, blasfemo, el que le hizo popular, accesible, a sus contemporáneos. Ese Siglo de Oro anti-pretencioso, anti-culterano, que tanta urticaria provoca a los hispanistas, a los programadores de festivales teatrales. El único Siglo de Oro que no ha caducado, lo mismo que la picaresca, el deseo, ya sea de placer o de dinero, nunca pasarán de moda, y mucho menos en el Levante, la tierra más fogosa, ruidosa, excesiva, los catalanes en comparación son robots. Los castellanos solo en nuestro castillo, fortaleza, interior. Esa combinación entre despendole levantino, y rigor formal castellano, vallisoletano (esos pavos reales Campo Grandianos, como fanfarrias del Paraíso, del Infierno), es lo que da equilibrio, mesura, a este esperpéntico juguete cómico, que si le quitas los trajes de época, el castillo de Peñíscola, se convierte en una obra maestra urbana de alta comedia madrileña, a Trueba se le enderezaría la mirada al verla. Regueiro se transmuta en Lope, o el Siglo de Oro según Martes y Trece.





https://www.rtve.es/play/videos/las-picaras/picaras-viuda-valenciana/4338848/





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