17 septiembre 2023

ADORENARIN DORAIBU (Subidón de adrenalina) (1999) Shinobu Yaguchi

 



     El cine de género es la religión de los ateos. Ese deseo infantil de tenerlo todo bajo control, pautado. El cuento contado exactamente con las mismas palabras. Una necesidad absoluta de seguridad para ahuyentar el miedo a lo desconocido, a lo imprevisto. Desde ese punto de vista psicológico, que también explica la adicción a las series, y al matrimonio, el amor al cine de género es comprensible, justificable. Aunque comprender no es sinónimo de compartir. En cuanto descubres que la vida es esencialmente caos, incoherencia, injusticia, el cine de género deja de acompañarte. Su universo cerrado, sus finales felices en los que siempre triunfa el bien, te empiezan a resultar pueriles. Razón por la que nunca recuperaré mi pasión adolescente por el cine negro, y eso que hablamos del único género con algo de doblez, de nihilismo. Con los años, solo un género ha sobrevivido, las parodias de género, las que se descojonan desde el conocimiento, tanto de las películas como de los espectadores. Que en un alarde de masoquismo, o de sentimiento de culpa, también disfrutan como perros. Sin ese componente irónico, metalinguístico, las películas japonesas de yakuzas, de samurais, de geishas, se me hacen bola. Los japoneses son los dioses de este subgénero, como buenos cuadriculados, nadie mejor que ellos para reírse de unas constantes que afectan a todas las facetas de su vida. Reírse de sí mismos es su forma de sobrevivir, de trascender su mediocridad, su uniformidad. Sin Suzuki (“La juventud de la bestia”), sin Kitano (“Escena frente al mar”), el género yakuza no habría quien se lo tomara en serio. Pues bien, “Adrenaline Drive” es una de las cumbres del género, también del género anti-romántico, la más abiertamente comedia, en la línea de Sabu o Itami, Kitano y Suzuki muchas veces es a pesar de ellos mismos. Todo lo dicho para “Sunday Drive” sirve para ésta, la principal diferencia es que aquí el humor no es soterrado, las situaciones absurdas son más identificables, vamos que es más accesible dentro de su surrealismo. O dicho de otro modo, funciona como parodia y como película de género, y sin ser una gran película, es disfrutable por normales y subnormales, luego una comedia inclusiva. La habitual evolución de patito feo a pibón de las comedias románticas aquí es al revés, Hikari Ishida al principio es preciosa, uniforme de enfermera, coleta y gafitas es un combo insuperable, y al final una chica del montón. No descarto del todo que no sea una involución premeditada del director, que solo sea una cuestión de gustos, míos. La ironía en cuestiones de belleza es algo muy subjetivo, relativo.




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PD: Feliz navidad y próspero año nuevo a todos, nos vemos el año que viene, o no.




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