21 julio 2023

POLÉMICA “¡JO, PAPÁ!” (1975, Jaime de Armiñán)

 

Con sus padres durante el rodaje en Peñíscola


     El consenso crítico, una anomalía muy española, dice que “¡Jo, papá!” es ni chicha ni limoná, que se queda a medio camino, que lo que podía haber sido una gran película política, crítica con la dictadura (en plena dictadura, todavía no había muerto la momia), queda reducida a la mera brecha generacional (Armiñan no opina lo mismo: “Mi idea se basaba en el aspecto político, y el tema generacional, que, por otra parte, se ha estudiado más, es aquí adyacente al hilo de la película. A mi juicio, todo el tema está informado por lo político. Creo, además, que ésta es la primera expresión de un tema político en nuestro cine. No por culpa de los directores…”). El propio Armiñán contribuye a este consenso afirmando que la película podía haber sido muy diferente de haberse rodado unos meses después, vamos que la película nació muerta, con un lenguaje, con una autocensura, que ya no tenía que existir después de la reciente muerte del dictador (“A esa película le ocurrió una cosa muy mala: el momento elegido por mí para hacerla, cuando se está muriendo Franco. Aquí la política sí incide en el cine, no cabe la menor duda. Entonces la película es blanda, no se cuentan las cosas que se debían haber contado. Si esa película la ruedo dos años después, hubiera sido completamente distinta y supongo que hubiera tenido éxito, porque era una historia muy de verdad. Es la historia muy cierta del franquista que ha hecho la guerra y lleva a su familia a contarle la batalla de siempre. Y que se encuentra con los personajes con quienes ha hecho la guerra y contra los que luchó. Hay partes de la historia que son verdad, que yo conozco por mi padre. La censura prohibió a muerte aquella película varias veces, varias versiones del guión. Fue absolutamente machacada. El director general de cine con el que hablé en cierto momento me dio textualmente: “Mientras viva la momia del Pardo esta película no se estrena”. La momia del Pardo se murió tres meses después y la película se estrenó al poco tiempo. Pero cuando se estrenó, los periódicos, y la gente, y la radio ya decían otras cosas y se hablaba de otra manera, y contaban la Guerra Civil de otra forma. En meses. Fue una catarsis total. Esta película se estrenó en diciembre del año 75, y la momia había muerto menos de un mes antes. Una vez muerto Franco… adelante, se estrena la película. Y ya en ese momento se contaban las cosas de otra forma, en sólo 20 días. Y, claro, la película queda sosa, blanda. En esta película cortaban frases como cuando el personaje de Ferrandis decía “Estamos cruzando España”. Tachaban la frase y yo no sabía por qué. Y claro, era por la cruzada. Hasta ese extremo. Entonces los estamentos oficiales le estaban dando una cierta cobilla a las izquierdas o a los progres por lo menos. No se podía decir “los rojos”, pero ¡si era lo que se decía! Tampoco me dejaban decir “los republicanos”, no se podía hablar de la república. Entonces teníamos que rodar un diálogo en tres versiones distintas, diciendo “rojos”, “republicanos” y “el enemigo”. Luego creo que el final -el suicidio de este hombre- era metafórico: se mete en el agua y echa a andar hacia allá porque comprende que todo lo que ha hecho durante su vida ha sido un fracaso total; el público no acabó de entenderlo. Pero tenías que recurrir a los símbolos y a las metáforas. Él tenía que haberse pegado un tiro en la tienda de campaña o lo que fuera. Si hubiera podido hacer esta película dos años después, hubiera hecho la película de verdad. Mala suerte. […] Nos quedamos cortos y blandos. El hombre que sigue el trayecto que vivió en la guerra civil, con su familia, es bonito, pero estaba desperdiciado. Quizá es que la película estaba hecha con demasiada honradez, era demasiado lineal y le faltaba espectacularidad). Algo que lejos de quitarle importancia, para mí se la da. No es una película revanchista, algo muy razonable después de décadas de dictadura, aunque las revanchas post-mortem carecen de valor, en su doble acepción, es una película transicional, tolerante, y eso es incompatible con los extremos, con el maniqueo la Guerra Civil fue una cuestión de buenos y malos (He querido hacer un personaje de verdad, no una caricatura de fascista. He presentado un tipo que tiene bondades y debilidades. Ya no se pueden manejar criaturas de cartón-piedra totalmente buenas o totalmente malas. Ferrandis defendió el papel, en términos de interpretación, con sinceridad, porque él creía en la existencia de un hombre así y en su razón. Por eso su labor es convincente.”). Una simplificación llamada “Memoria Histórica” que no resiste el menor análisis histórico, sociológico. Como no me gusta repetirme, conscientemente, corto y pego lo que escribí sobre la película:



¡Hombres de España, ni el pasado ha muerto, ni está el mañana -ni el ayer- escrito!”Antonio Machado


     España es un país extraño, de los pocos en los que las únicas personas incapaces de olvidar, de pasar página, son las personas que no vivieron, sufrieron, los hechos de forma directa, ni indirecta, vamos que ni habían nacido. Por supuesto me refiero a la Guerra Civil y a la Posguerra, al comodín del franquismo, del esotérico franquismo sociológico, que sirve para justificar, encubrir, la falta de proyectos de presente y de futuro, para establecer comparaciones absurdas, imposibles, entre dictadura y democracia, para denigrar todo lo que tenga que ver con España y lo español, incluida su cultura. El lema publicitario con el que se presentaba la película, “¿Llegó ya el momento de olvidar?” (¿quién es el inútil que dibuja bizca a Ana Belén en el póster?), deja bien a las claras que los españoles progresistas de la época, entre los que se encontraba el humanista Armiñán, se lo planteaban, lo veían posible, deseable. 40 años después, los nietos, los bisnietos, de estos españoles han decidido que no, que lo que toca es fomentar de nuevo el odio, el resentimiento, entre españoles. “¡Jo, papá!” (originalmente “Papá”, y a la Junta Censora fue presentada como "Pretérito imperfecto" y "El padre") puede, debe, considerarse como la última película realizada durante el franquismo, y un anticipo del infame periodo del destape, los desnudos de Ana Belén son muy gratuitos, tanto por la fecha de su estreno, al poco tiempo de morir el dictador, como por el contenido, una confrontación relativamente amistosa, comprensiva, entre el franquismo y la inminente transición, algo que ya flotaba en el ambiente incluso antes de la muerte de Franco. Armiñán se enfrenta a este contraste con su habitual capacidad para comprender, para respetar, para no juzgar con saña ni a sus personajes ni a los españoles, lo que algunos subnormales definen como buenismo, sosería.




     Todo el mundo, incluso el propio Armiñán, coinciden en que el fracaso comercial de la película se debió a este navegar entre dos tierras, a que era demasiado blandita para los nuevos tiempos, que rodada unos meses después hubiera sido muy diferente, mucho más contundente, crítica, Armiñán tuvo que hacer varias versiones de algunas escenas por temor a la censura, aún así estuvo a punto de no poder ser distribuida. Algo realmente absurdo porque no se le puede pedir a los directores que ejerzan de visionarios, como mucho se les debe pedir que sean capaces de reflejar, analizar, con profundidad el tiempo presente. El valor de la película radica precisamente en esa condición de canto de cisne de toda una época, de toda una serie de limitaciones ligadas a la censura, a la auto-censura, es una plantilla de lo que se podía y no se podía hacer, un resumen de las libertades cosechadas y de las que faltaban por cosechar, un terreno lleno de sutilezas, de sobreentendidos, de sabiduría, en el que Armiñán se sabía mover como pez en el agua ("No me ha quedado por decir nada de lo que pretendí. El guión adolece nada más de mis autolimitaciones, provocadas por el exterior. En otro marco o circunstancias, quizá hubiera concebido otra película diferente. Pero tal como ha salido, la pensé. Cualquier fallo que se le vea es imputable a mí y no a los demás. No me gusta dármelas de censurado y perseguido. El guión pasó por numerosos problemas, pero la película no. Se discutió el argumento y el personaje principal, y parte del diálogo, y algunas palabras que no se debían mencionar. Pero, al final, se puso realizar conforme a mi propuesta original"). La vulgaridad, el maniqueísmo, nunca fueron sus fuertes, ni el de ninguno de los grandes directores españoles, a los que la dictadura les obligó a ser más inteligentes, más complejos, cosa que se perdió en gran parte con la llegada de la democracia, la última gran obra maestra universal del cine español es “El espíritu de la colmena”, de 1973, en 1977 no hubiera tenido sentido, no se hubiera realizado. Franco, por supuesto sin pretenderlo, más bien a su pesar, dio un plus de grandeza, de sutileza, a la cinematografía española. Al excesivo temperamento, impulsividad, machismo, del cabestro español, nunca le ha sentado mal el frenillo de la conciencia, de la auto-censura, la frontera entre libertad y libertinaje, entre buen gusto y guarrada siempre ha sido muy difusa en democracia. Que bien le vendría al cine español actual una buena dictadura, solo al cine español.




     Al margen de su condición de película fronteriza, transitiva, en términos políticos, lo importante, como en todas las películas de Armiñán, es los sentimientos, razón por la que ninguna de sus películas puede caducar jamás. El tema principal no es la Guerra Civil, la política, sino la brecha generacional, no solo intelectual, también sexual, entre padres e hijos, la brecha emocional entre hombres y mujeres. Es a la vez una película iniciática y nostálgica, como “El amor del Capitán Brando”, un canto al presente desde la obsesión por el pasado. Mirar hacia atrás, con o sin ira, no sirve de nada, la vida es una road-movie, no un flash-back, los recuerdos siempre mienten. El personaje de Ferrandis vive anclado en el pasado, y el personaje de su hija, la inquietante Ana Belén, con justicia el mito sexual de los 70, atropellado por el presente, lo que en manos de cualquier otro director se hubiera convertido en una relación marcada por una profunda incomunicación, incomprensión. En Armiñán no, en Armiñán son los dos personajes, inspirados en la relación con su padre Luis Armiñán, que mejor se comprenden, la habitual atracción, equilibrio, de sus películas entre madurez e inocencia, entre racionalidad e impulsividad, entre ilusión y desencanto, que poco, nada, tiene que ver con la pederastia, con el incesto, Edipo y Electra, sí. Armiñán es un voyeur casual, un provocador, un nostálgico de la infancia, no un sátiro. España no se merece a un director tan tolerante, tan clarividente, tan español. No en vano en su nombre y apellido están incluidas las dos letras más españolas, castizas, la jota y la eñe, y no necesariamente en ese sacrosanto orden.

«¿No va siendo hora de olvidar la guerra civil? ¿No es hora de que vivamos en paz y libertad? Ya va siendo hora de olvidar y enterrar a los fantasmas. Tenemos derecho a vivir en paz y libremente. Las generaciones actuales no pueden enterrarse bajo un ¿Qué sabéis vosotros, que no vivisteis la guerra?» Jaime de Armiñán





     Establecido el contexto, vayamos al texto, a la polémica: Flotats me parece un magnífico actor y además es una persona estupenda; se enfadó muchísimo conmigo, yo me enfadé con él, nos escribimos unas cartas desagradabilísimas y luego volvimos a ser amigos, aunque no nos veamos hoy. Porque él tenía razón en parte de lo que decía y yo también la tenía en lo que contesté. Pero los dos estuvimos agrios, desagradables y antipáticos”. La película sí tiene los personajes que yo quería, aunque José María Flotats entró un poco de clavo, desgraciadamente también por culpa mía. Yo creo que mis errores de reparto casi nunca son atribuibles a los actores”. “No era papel para Flotats, no era aquel personaje. Tenía que haber sido otro chico, pero como en España, y sobre todo en esa época hemos tenido una enorme falta de lo que mi abuela llamaba galanes, como se dice en el teatro: “¡No hay galanes!”… Pues Flotats lo era, era un actor con un físico extraordinario, con una preciosa voz, pero yo le doblé porque tenía un acento raro, entre catalán y francés, que resultaba un poco sorprendente para un locutor, que era su papel”.

     ¿Alguien tiene curiosidad malsana en leer esas cartas bomba? Pues vuestros deseos son órdenes. La polémica comienza con una entrevista a Flotats en la que se publica a mayores una carta dedicada a Armiñán (que se volvió a publicar en "Fotogramas" el 4 de febrero de 1976), y que tuvo doble contestación por parte de Armiñán:


Uno de los protagonistas de “¡Jo, papá!

Josep María Flotats: "Me desolidarizo de la película que hice con Armiñán"


     Josep Maria Flotats es un actor catalán afincado desde hace muchos años en Francia donde se ha desarrollado prácticamente toda su carrera. Recientemente se ha incorporado al cine español, protagonizando «Pim, pam, pum, ¡fuego!», de Pedro Olea, y a continuación «¡Jo, papá» de Jaime de Armiñán.

     «¡Jo, papá!», se ha estrenado hace unos quince días en Madrid y a Flotats no le ha gustado, por las razones que apunta en la carta a Armiñán que reproducimos.


¿Tú viste por primera vez la película en el cine donde se proyecta?

Sí. Me pilló por sorpresa. No había visto proyección antes ni me había doblado. No me permitieron doblarme aduciendo que tenía acento catalán y el personaje era de Vigo. En suma, hasta que me metí en el cine no sabía lo que me esperaba.

¿Y qué te esperaba?

Durante el rodaje se creyó interesante hacer doble versión de algunas escenas, por si acaso.

¿Por si acaso? ¿Qué tipo de escenas tuvieron doble versión? ¿Las eróticas?

No, no, la cosa era a nivel político. Puede que Armiñán tuviera miedo, no sé, pero el hecho es que el espíritu de la película no corresponde al del guión, ni a lo que yo pensé que ideológicamente podía ser. Hay pequeños cambios en frases, pero sobre todo ha variado el enfoque: lo que podía ser una película polémica sobre la mentalidad del «bunker» se ha convertido en un conflicto generacional,

Pero, bueno, ¿de qué trata la película?

Se trata de un señor que hizo la guerra con los nacionales y al cabo de los años decide recorrer con su mujer y sus hijas los lugares por donde anduvo durante la contienda. El final, por ejemplo, era así: Ferrandis llegaba al mar y se sumergía en él hasta el cuello. Y decía, más o menos: «Hasta aquí llegamos con el ejército victorioso de Galicia y vimos llegar una lancha de Cataluña, con rojos. Y nosotros, como el lobo del cuento, nos relamíamos». Ahora, en cambio (aparte de que «rojos» se ha sustituido siempre por «republicanos»), dice algo así como «he envejecido, estoy calvo y gordo...»

Y aparte de haberle escrito a Armiñán, ¿qué piensas hacer?

Nada, los actores no podemos hacer nada. Se nos considera un objeto, se puede desvirtuar algo en que, tal vez ingenuamente, creímos ver unas secretas intenciones. Yo trabajé en «¡Jo, papá!» porque creí ver esas intenciones, y ahora el resultado es otro, un resultado en el que no hubiera querido colaborar, porque tengo una trayectoria, y entiendo que el actor tiene unas obligaciones para con su pueblo. Comprendo que, lo mismo que a mí, esto le puede haber pasado a muchos actores que empiezan y no se atreven a denunciarlo, pero los que podemos permitirnos el lujo de hacerlo tenemos la obligación de protestar.

¿Crees que si Armiñán hubiera rodado la película ahora y no el verano pasado sería igual? ¿O se hubiera atrevido a hacerla como tú creíste que sería?

No sé, pero el hecho es que se ha estrenado hace quince días, y la publicidad insiste en lo de olvidar las fechas de la guerra y en convertir el producto en un conflicto entre generaciones, desposeyéndole de su carga política, una carga política que yo creí posibilista pero yendo al máximo de lo que se podía decir, como «Pim, pam, pum, ¡fuego!».

¿Conclusión?

Desconfianza. A partir de ahora, cuando haga una película en España, miraré mucho el guión, trataré de ver cómo es la gente que la hace y qué intenciones lleva. Y exigiré doblarme y que no se hagan modificaciones sustanciales a posteriori, y todo eso deberá figurar en el contrato.

Tras Lola Gaos, Josep Maria Flotats. Los actores empiezan a dejar claro que tienen opiniones políticas y reivindican su derecho a tenerlas.

Iván Tubau



Carta al director de “¡Jo, papá!”


     Querido Jaime:

     Acabo de salir del cine aterrado después de haber visto tu película. Aterrado no solamente por mi interpretación, si interpretación se le puede llamar a lo que hago, ni por el monstruoso doblaje al que se me ha sometido: pero sí, y sobre todo, porque la película que he visto es un vehículo ideológico contrario al guión que leí, y también porque como actor y como simple ciudadano responsable no puedo aceptar la publicidad de la película —casi un subtítulo— que habla de fechas y olvidos.

     Se presta a una confusión no tan ambigua a la que no quiero, ahora menos que nunca, colaborar. Como comprenderás es mi deber de desolidarizarme públicamente de todo esto.

     Puedo suponer los cambios que se te pueden haber impuesto por razones administrativo-político-comerciales, pero la falta de tu disconformidad pública y tajante te convierte en el máximo responsable de la película y sus consecuencias. Es por esto que dirijo esta carta a tu persona.

    Espero que sepas comprender mi posición. Tu amigo

JOSE MARÍA.


Diario de Barcelona - Viernes 30 de enero de 1976



Con Ana Belén durante el rodaje en Teruel (1974)



Tribuna libre

Armiñán responde o Josep María Flotats


     Sin ánimo de entrar en polémica alguna publicamos en esta sección de «Tribuna Libre» la carta que el director de cine, Jaime de Armiñán, transmite a José María Flotats, en respuesta a la que este actor le dirigió en su día y que apareció en nuestra edición del pasado viernes, junto a unas declaraciones del propio artista catalán:

     «Querido José María:

     En primer lugar te diré que me parece de muy mal estilo airear tu antipática carta privada de esa manera. Podías tener más imaginación y mandar otra. Eso no lo hubiera hecho nunca Oscar Wilde, hijo.

     Por lo pronto veo que te ha ocurrido lo mismo que a los críticos de «Arriba» y «El Alcázar» [Se refiere a Marcelo Arroita-Jaúregui y a Félix Martialay, que le dedicó la friolera de 10 obsesivos artículos (primero en “El Alcázar”, y posteriormente republicados en “Flores y Abejas” entre marzo y mayo de 1976) a Armiñán, y todo porque Jaime de Armiñán en una entrevista de Maruja Torres para Fotogramas (n.º 1.427) había dicho de la crítica de este buen hombre titulada “Jo, a secas”: “La opinión del crítico no me sorprende, porque qué se va a esperar de un señor que escribía en “Flores y Abejas”.”]. Es natural. Comprendo que "¡Jo, papá!" no se puede entender lo mismo desde España que desde un teatro más o menos "snob", lleno de señores con abrigos de pieles en París. Exactamente igual —pero en serio— ocurrió con nuestra guerra civil, que no es un mero asunto de buenos y malos. Perdóname que no te conceda la menor beligerancia en este terreno.

     Naturalmente que soy responsable de la película, no faltaría más. No vas a serlo tú, querido, que no tienes por qué meterte en un trabajo que no te concierne. Tú a lo tuyo, que para eso has cobrado.

     Bien sabes que la película está rodada exactamente con el mismo guión que tú tienes. Bien sabes que hicimos "primeras", "segundas" y hasta "terceras" versiones, que tú aceptaste sin la menor vacilación. Haberlo dicho, entonces. Y bien sabes, por último, que se utilizó la primera versión escrupulosamente. Tranquilízate, pues, como simple ciudadano —lo de simple me parece bien— o aprende a leer.

     En cuanto a la interpretación, estoy absolutamente de acuerdo contigo. Estás flojito. Yo ya lo sabía el primer día de rodaje, pero por amistad hacia ti intenté sacarte a flote. Es difícil tener la expresividad cinematográfica de Ana Belén, Ferrandis o Amparo Soler Leal. Lo del “monstruoso doblaje” es consecuencia de tu poca facilidad para hablar normalmente. No digas lo de que tienes acento catalán: tienes un acento que yo no sabría clasificar. Qué más hubiera querido yo que no doblarte; entre otras cosas has estropeado el sonido directo.

     Lo de la publicidad es aún más chocante... ¿No va siendo hora de olvidar la guerra civil? ¿Tenemos que seguir matándonos como en 1938? ¿No es hora ya de que vivamos en paz y en libertad? Todo eso se dice en "¡Jo, papá!", y tú bien lo sabes. Para protestar en serio hay que "echarse al monte" y vivir en España. No hablar de oídas acolchado en un bonito escenario de París.

     Un abrazo de tu amigo y director,

JAIME DE ARMIÑÁN.


Diario de Barcelona - Miércoles 4 de febrero de 1976




 “¡Jo, papá!”: Armiñán replica a Flotats


El señor Flotats, que, por lo visto, no sólo no sabe hablar -desgraciadamente, hubo que doblarle en “¡Jo, papá!”, destruyendo el esfuerzo que hicimos al intentar rodar con sonido directo-, tampoco sabe leer y, ni siquiera, escuchar. Esa frase melodramática a la que alude en la sección “Gente” de ByN: “Ahora tengo ganas de olvidar, he cambiado”, se la ha inventado él solito. No existe, ni jamás ha existido. Y bien fácil es comprobarlo. La frase suprimida del final -tampoco se la sabe- está bien claro que si no está en la película no fue por mi culpa. Por otra parte, tampoco es definitoria, ni muchísimo menos. La película está rodada exactamente -como dice Ana Belén- tal como fue escrita en el guión que prohibió la censura en abril de 1975. Yo también siento que el señor Flotats haya participado en “esta historia” y lo siento por la película, no por la recia contextura política del señor Flotats, que vive en un escenario de París -por muchos años- y que no tiene ni idea de lo que se cuece en España.


Jaime de Armiñán

Madrid


ABC – 7 de febrero de 1976







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