26 febrero 2022

GOROD ZERO (Ciudad Cero) (1988) Karen Shakhnazarov

 



     Haga lo que haga el psicópata de Putin, hiciera lo que hiciera el genocida de Stalin, siempre amaré la cultura rusa, la irracional alma rusa. Lo que se mama en la infancia, fui durante años coleccionista-lector compulsivo de literatura rusa, luego de cine ruso (más ex-Repúblicas Soviéticas), no se puede destetar. Nada de lo ruso me es ajeno, tratar de juzgarlos, de comprenderlos, desde los estrechitos esquemas racionales, cartesianos, occidentales, es un completo absurdo. El ruso, el eslavo, solo se mueve entre la nada y la inmortalidad, quien no comprenda su nihilismo tampoco comprenderá jamás su megalomanía. Putin ha invadido Ucrania sin ningún motivo, precisamente por eso, porque no lo había, porque siguiendo el credo del anarco-nihilismo de Pisarev, si algo se puede romper hay que romperlo, y Europa, Estados Unidos, han dejado claro que se podía romper. El pragmatismo no existe para el ruso, su espíritu aspira al absoluto, a la negación de la vida. Morir por un ideal, por absurdo que sea, es su meta, son lo contrario a los existencialistas, a los yihadistas. El suyo es un sacrificio puro, desinteresado, no aspiran al paraíso, a la reencarnación. Ponerse a prueba, llevar todo al límite, es su obsesión. No es casual que los rusos hayan sido los que mejor hayan comprendido el Quijote, que para ellos no es un lunático, un subnormal, es un héroe, un mártir. El surrealismo para ellos no es un movimiento, es una religión, pagana. Kafka en Rusia habría pasado por un escritor realista, costumbrista. Cuando Kafka va, el cachondo de Gogol (“Almas muertas”, “El inspector”) ha ido y vuelto un par de veces.




     La genial comedia negra tizón “Ciudad Cero”, una esperpéntica relectura y/o ajuste de cuentas a la mitología, simbolismo ruso, una auténtica oda envenenada a la disidencia, a la americanización que supuso el deshielo, a la tierra de nadie que supone toda transición, es la película más rusa de la historia, la que mejor refleja su espíritu contradictorio, excesivo, irracional, David Lynch es un aprendiz en comparación. También la que mejor escenifica, de forma alegórica, la corrupta esquizofrenia conspiranoica de la dictadura comunista, de todas las dictaduras, es lo que tiene ser impuestas, que carecen de legitimación, de base social. Si después de verla no comprendéis a Putin, a Zverev, a todos los rusos que beben vodka hasta caer desmayados al suelo, no los vais a comprender nunca. Los occidentales inventamos a Dios, los rusos la nada. ¿Con todo esto estoy tratando de justificar al comunista, fascista, son términos sinónimos, de Putin? Para nada, comprender no es respetar, ni apoyar, Putin no es un Quijote, un iluminado, es simplemente un tirano, un puto enano acomplejado como Hitler, Mussolini, Franco o Napoleón. ¡VIVA UCRANIA, MANQUE PIERDA!




Ciertos pueblos, como el ruso y el español, están tan obsesionados por sí mismos que se erigen en único problema: su desarrollo, en todo punto singular, les obliga a replegarse sobre su serie de anomalías, sobre el milagro o insignificancia de su suerte.” Cioran





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