
Mi
sueño dorado cinéfilo sería poder hacer una lista de mis 10
películas favoritas de todos los países del mundo. Un sueño que se
da bruces con la realidad, hay cientos de países completamente
negados para el cine, y que encima con el cine digital se han quedado
sin excusas. Grandes directores judíos los hay a patadas: Lubitsch,
Lang, Wilder, Preminger, Cukor, Vajda, Fleischer, Kubrick, Mazursky,
Polanski, Spielberg, Allen… Pero la cinematografía israelí no hay
por donde cogerla, a alguno le puede sonar Amos Gitai, que no es gran
cosa, y para de contar. No hay una ristra de películas que puedas
repetir como un lorito aunque no las hayas visto, de hecho esta
película no es que sea mi favorita, es que no tengo otra (la comedia
“Metzitzim” (Peeping Toms) (1972) de Uri Zohar tiene un pase). Y
como se puede comprobar por el apellido, muy aborigen como que no es,
paradójicamente nació en Brasil. De hecho a Perlov, al que conocía
como todo el mundo por sus sobrevalorados diarios (no soporto los
diarios en general, ni en particular), no le asociaba con Israel,
ahora sí, titulándose “En Jerusalén” tampoco había que ser un lince. Para muchos este mediometraje constituye el verdadero
inicio del cine israelí, ni más ni menos que los años 60, un claro
ejemplo de precocidad. Israelí porque está rodado en Israel, la
forma es esencialmente francesa, donde estudió Perlov, la escuela
Franju-Resnais-Varda, tenía mucho predicamento en la época,
lógicamente porque fueron de los primeros, los primeros en casi todo
son los países del Este, en dar un poco de vidilla lírica,
montajera, a los tristes documentales. Jerusalén antes de ser
reconquistada por Israel, Israel antes de que el cine se convirtiera
en propaganda política, siguiendo los postulados de sus mecenas
rusos, siempre tan volcados en potenciar la libertad individual de
los creadores. Siguiendo las premisas del cine directo, de las
sinfonías urbanas, más bien sinfonía paisana, y del humanista
Haanstra, Perlov saca la cámara a la calle y deja que la gente haga
lo que le venga en gana, lo mismo que él en el montaje, y el
resultado es una preciosa cápsula temporal, un trozo de vida, real,
en la que los niños son niños, y básicamente hacen lo que mejor
saben hacer, es decir, jugar, mirar, hacer el tonto. Ahora para
compensar, para que la izquierda pagafantas pueda dormir tranquila,
tendría que recomendar mi película palestina favorita, y lo haría
de buena gana, pero ese lugar lo ocupa el docudrama “Lo Tafhidenu”
(Los ilegales) (1947), del periodista-escritor-director judío
americano Meyer Levin (de los primeros en entrar en los campos de
exterminio, el inventor del estilo Capote, “Compulsión” es
anterior a “A sangre fría” en una década, 1956-1966), que trata
el tema de la inmigración ilegal judía después del Holocausto (él
y su equipo siguieron a varios supervivientes que huían de Europa,
de Polonia, y querían entrar en la actual Israel), así que en el
fondo se podría calificar de israelí, confirmando mi tesis de que
Palestina no existe, ni ha existido nunca, salvo las servilletas a
cuadros. Luego corrijo, y realmente tengo dos películas israelís
favoritas, la de Perlov y ésta (la protagonista es ni más ni menos que Tereska Torrès, la escritora francesa que vendió 4 millones de copias de su primer libro "Mujeres de uniforme" (1950), en el que contaba sus experiencias en la guerra, y que en EEUU se considera pionero en la "propagación" del lesbianismo), que supone el arranque cualitativo,
y se podría decir que la cumbre, de la cinematografía israelí,
recuerda al mejor Rossellini, al mejor Rogosin.
¡VIVA ISRAEL, MANQUE GANE!
PERLOV:
https://mega.nz/file/47Zy0D6R#e1hBYznBbrMxAYaYxCkl6m25MrUqF6v8JbRqS0X9EFU
(subtítulos en inglés)
MEYER: https://mega.nz/file/8rhAwRJT#NkPM3zU9l4W_LxSfDjjUASaUoNuXQLwJ9CpwPv8Vjdo (subtítulos en español)