10 abril 2024

PAULINE KAEL, la crítica más influyente de la historia

 


     En España tenemos a María Luz Morales, que muy influyente no era, es, dudo mucho que nadie haya formado su criterio leyendo sus críticas (he recopilado casi el 100%), aunque sea la mejor crítica/crítico española con diferencia. Ahí radica la diferencia con Pauline Kael, que ella sí influía a los espectadores, y a los directores, incluso al empleado de videoclub Tarantino: Para mí, Pauline Kael ha sido tan influyente como cualquier director de cine”. Influencia que gracias a Dios, a internet, su manifestación en la Tierra, ya no existe, la crítica de cine pinta menos que nada, y es bueno que así sea, hasta mi anticrítica ya es innecesaria, un residuo vintage. Pero no siempre fue así, nadie duda de la influencia de Bazin y de los jóvenes turcos cahieristas, aunque de criterio andaran bastante limitados, y la “nouvelle vague” de nouvelle, de nueva, tuviera lo justo, ni de la relativa influencia (en mi caso ninguna) de figuras individuales como Daney, Ebert, Rosenbaum (su canon es un mal chiste, una ofensa al cine, su top-100 roza la estupidez), y las fronterizas de Bordwell y Burch. Como se puede ver todo un alarde de testosterona, los textos de Susan Sontag y Kristin Thompson nunca han tenido igual eco. Los de Pauline sí, en el ámbito anglosajón, en español apenas se la ha traducido (creo que solo “El libro de Ciudadano Kane”, el que arroja su absurda teoría de que el guión era obra exclusiva de Mankiewicz), y casi siempre en hispanoamérica. Influencia en el sentido estricto, todo lo que escribía tenía repercusión, sus libros recopilatorios de críticas se vendían como churros, el primero “I Lost it at the Movies” (1965) más de 150.000 ejemplares, vamos que lo mismo que las autoediciones de los críticos españoles, que no las leen ni las personas a los que se las regalan. Pauline, desde la tribuna privilegiada del “The New Yorker” (1968-1991), la revista más influyente de la progresía americana, llevaba a los espectadores a las salas, ese era su gran poder, y su principal salvoconducto. Que yo escriba lo que me dé la gana, cómo me dé la gana, carece de mérito, ni tengo un público masivo ni vivo de ello ni quiero vivir de ello, Pauline sí, estaba dentro del sistema y aún así cargaba contra el cine más comercial, y escribía cómo le venía en gana, con un subjetivismo feroz, con una sana capacidad para la provocación, muchas veces gratuita, para expresar sus opiniones al margen del consenso general, y de forma incorrecta, completamente personal, la única crítica que puede tener algo de interés. "No tenía teoría, ni reglas, ni pautas, ni estándares objetivos. No se podía aplicar su 'enfoque' a una película. Con ella todo era personal. Como Bernard Shaw, escribió críticas que serán leídas por su estilo, humor y energía largo tiempo después de que muchas de las películas se hayan olvidado." (Roger Ebert).




     A Pauline se la puede leer al margen de las películas, es más escritora que crítica (su vocación era la escritura, frecuentaba el círculo de los Beatniks, pero al no lograr despuntar, y al tener que dar de comer a su hija, se centró en la crítica), no hace falta coincidir con su criterio, con sus gustos, no la lees para reafirmar tus opiniones, sino para disfrutar con su escritura, con su apasionado, visceral, humorístico, autobiográfico, estilo, lo que en España a muchos les pasaba con Boyero (no es mi caso, hace años le defendía a muerte por provocar, por tocar las pelotas a los aspirantes a críticos, realmente no recuerdo haber leído nada suyo), desconozco si sigue en activo. Mentiría si dijese que Pauline me ha descubierto muchas películas (la conocí y leí hace pocos años), o me ha hecho revalorizar algunos directores, más bien todo lo contrario, cada vez me gustan menos Penn, Scorsese, Altman, Coppola, Peckinpah, De Palma. Su criterio es muy cuestionable, voluble, y profundamente americanocéntrico, como el resto de críticos americanos. Puede que en su día fuera muy revolucionario defender, apoyar, o destrozar, de forma obsesiva, inmisericorde, determinadas películas, directores, pero el tiempo le ha quitado bastante la razón, salvo en su condena de la política de autores. Su ceguera con respecto a Resnais, a Duras, “Hiroshima mon amour”, a Malick, “Malas tierras”, a Lanzmann, “Shoah”, a Antonioni, “Blow-Up”, a Griffi, “El mar”, a Bresson, “El proceso de Juana de Arco”, a todo el cine formal en general, es descomunal. Algún día me gustaría traducir todas mis críticas favoritas pero se me acumulan los proyectos por terminar y la vida, los ojos, no me dan para más, así que de momento va que chuta con una, “The Heartbreak Kid” (1972) de Elaine May, probablemente la mejor comedia realizada nunca por una mujer.

El arte de la crítica es transmitir tu conocimiento y el entusiasmo por el arte de los otros.” Pauline Kael





Nuevos umbrales, nuevas anatomías


    NADA HAY TAN RARO en el cine americano actual como un director de comedia con estilo y personalidad. Elaine May encuentra su tono cómico en “The Heartbreak Kid”, y además consigue una primicia: Ninguna directora americana había dirigido antes a su hija en un papel protagonista. Como Lila, Jeannie Berlin no sólo es la sustituta de su madre, sino que interpreta a Elaine May en la pantalla probablemente mejor de lo que Elaine May podría hacerlo. Como intérprete, Elaine May es un poco retraída; la leve vacilación en su dicción forma parte de su personalidad. Jeannie Berlin, es una actriz que interpreta a un personaje fuera de lugar, que puede ir mucho más allá.

    Lila es una campesina judía de clase media, su lujuria madura es una caricatura de sensualidad. Se puede leer la historia de su vida en su cara y en sus vestidos rojo gitano; es demasiado abierta para ocultar nada, demasiado tonta para saber que tiene algo que ocultar. “The Heartbreak Kid” parte de una buena idea cómica: un hombre de luna de miel se enamora de otra chica. Lila es la ansiosa y protuberante novia; Lenny, Charles Grodin, es el novio. En Miami Beach, tres días después de la boda, ve a Kelly, una chica dorada de Minneapolis, Cybill Shepherd, el sueño americano. Ella hace de Daisy para su Gatsby, o, para ser más exactos, de princesa WASP (blanco, anglosajón y protestante) para su judío.

    Lenny resulta ser más complicado, más astuto, y más loco, de lo que sospechábamos. Eso es lo que hace que la historia sea más que un sketch, eso, y la dirección de la Srta. May. El guión, de Neil Simon, es bueno; trago hondo al decirlo, porque desprecio la mayoría de las películas hechas a partir de sus obras. Me parece una pesadilla sentarse en una sala de cine y escuchar las frases de Neil Simon disparándose de un lado a otro. En cine, lo importante es quién dice la frase, pero con los chascarrillos de vodevil de Neil Simon lo que importa es que la digan a tiempo. Los actores son cómicos haciendo muecas y gesticulando en el vacío. (En la película “La extraña pareja”, me fijé en las paredes verdosas del apartamento en el que vivían los dos hombres; no recuerdo los chistes malos, sólo la sensación de asfixia). Pero Neil Simon también tiene talento; había escenas inobjetablemente divertidas en el guión que hizo a mediados de los sesenta con De Sica y Peter Sellers, “Tras la pista del zorro”, y en su nuevo guión, a partir de la historia de Bruce Jay Friedman,"A Change of Plan", no hay, como aquí, casi nada de su latigazo Broadway.

     Elaine May posee el don cómico más raro: la capacidad de crear un mundo visto cómicamente. La malicia de su sátira no es cortante; algo en la desconcertada atmósfera que crea la mantiene tibia, aunque de una manera demente, tibia como si fuera inmune a la cordura. Puede que sea la forma en que algunas mujeres ingeniosas buscan disculparse por la crueldad inherente a su ingenio; la Srta. May, con todas las disculpas, tiene un don para desactivar el dolor sin matar la broma. Los diálogos suenan naturales y sin forzar. El humor te sorprende, y es sorprendentemente ecuánime y democrático; todo el mundo en la película está un poco chiflado. Tu risa no es dura, ya que puedes ver que la pobre Lila, la novia de cinco días, sentada en un restaurante de marisco y agarrada a Lenny para evitar desmayarse mientras él le dice que todo ha terminado, está quizás menos loca que Lenny, que se deja llevar tanto por sus nuevos sueños de gloria de WASP (blanco, anglosajón y protestante) que ni siquiera la deja ir a vomitar. Casi parece esperar que ella comparta su emoción. Sabíamos que ella era una cabeza hueca, y nos identificábamos con él; ahora empiezas a ver lo que hay en su cabeza.

     El tono de Elaine May roza a menudo lo conmovedor (y es mejor cuando lo logra), pero hay demonios indestructibles en sus personajes, y nunca se sabe lo que descubrirás a continuación. Trabajando casi enteramente a través de los actores, deja que esos demonios afloren en una escena antes de pasar a la siguiente. Los personajes no parecen supervivientes de clase media (aunque lo son), parecen locos en bote con goteras, como los demás. Ella aporta un precario elemento de inocencia que los aleja del humor complaciente y duro de Simon. El propio Simon puede ser mucho más inocente de lo que parece posible para un hombre que admite ganar un millón y medio al año, pero es de una manera diferente. La inocencia en el mundo cómico de May es una forma de afecto ambivalente por los personajes, mientras que la inocencia de Simon está en su creencia de que eso complace al público, su inocencia es lo que corrompe su obra. Ella es una satírica; él un pelele del público.

     Bufón oficial del público de masas de clase media, Simon degrada su propio sufrimiento. En sus obras, los personajes son a menudo codiciosos y groseros, pero Simon no los satiriza, sino que se ríe de ellos. Millones de personas aceptan su punto de vista, pero algunos de nosotros estamos horrorizados por esta cómoda visión de una sociedad adquisitiva, nunca satisfecha. Las personas que disfrutan de la obra de Neil Simon dicen que rechazamos por esnobismo cualquier cosa que haga pasar un buen rato a la gente. Pero lo que rechazamos es que la gente pueda divertirse con esto: lascivia, codicia e impotencia domesticada con bromas. Es la disposición del público a verse a sí mismo reflejado en las obras de Neil Simon lo que congela incluso las risas tontas que sus chistes podrían arrancarnos. Como un cómico judío totalmente asimilado (que es esencialmente lo que es), ahora es uno con su objetivo; mandar al público a casa reconciliado con su despersonalizada mezquindad burguesa. Elaine May conserva lo mejor de Neil Simon, pero le quita la tosca risa aquiescente. Ella revela sin complacencia, la autocomplacencia de Neil Simon ha desaparecido. Lila, Lenny y Kelly tienen sueños inadecuados; van camino de perderse por culpa de estos pequeños sueños. En este sentido, son la edición juvenil de los fracasos de mediana edad sobre los que Simon ha estado escribiendo en sus últimas obras. La Kelly de Cybill Shepherd, el ideal de portada de revista, es una niña de papá y una eficiente provocadora; Lenny, persiguiendo un sueño decrépito tras otro, es un clásico trepa americano. Pero May los humaniza, y no te manda a casa reconciliado con tu amor propio. “The Heartbreak Kid” es anárquicamente escéptica sobre la forma en que la gente se engaña a sí misma, sobre la inesperada perversidad de ese amor propio.

     Charles Grodin y Jeannie Berlin son como unos nuevos y frescos Nichols y
May, pero un Nichols y May con la categoría de actores. Grodin es un maestro
del humor de revista, y Lenny, el héroe deformado, es alternativamente tímido y descarado, mientras que la Srta. Berlin utiliza sus dotes para la revista en una gama cómica más salvaje y vívida. Se parece tanto a Elaine May que es como si estuviéramos viendo la máscara cómica de Elaine May, pero con sangre real corriendo por ella: actuación de revista con temperamento, de revista vital voluptuosamente vertiginosa. Como sirena contrapuntística, Cybill Shepherd encarna su papel, pero no tiene mucho que hacer; ciertamente no es una actriz mala de la muerte, como Candice Bergen o Ali MacGraw, pero en la película no aporta nada nuevo. Nunca vemos realmente por qué (o cuándo) Kelly se siente atraída por Lenny, y la mayoría de los WASP (blanco, anglosajón y protestante) de la película no tienen la dimensión de los personajes judíos de Nueva York. Eddie Albert, como el padre de Kelly, se esfuerza en ser un cabezota, y es una idea divertida tener a la madre de Kelly (Audra Lindley) tan dulcemente sugestionable, tan dócil en su apertura de ideas que es prácticamente una idiota, aunque no es suficiente disonancia con respecto a esta gente. Puede parecer suficiente la construcción de Cybill Shepherd, tan magníficamente narcisista como en sus apariciones en anuncios de televisión, con esa sugerencia sexy de hosquedad en los labios a lo Bacall, pero la película sería más rica si llegáramos a saber cómo puede sufrir Kelly; no hay contraste con su vacuidad. Sin embargo, el único defecto real es que la película simplemente se acaba, con un final "que invita a la reflexión", cuando esperábamos algo que aclarase el nuevo dilema del héroe. Y lo que es peor, se percibe que la realizadora no sabía cómo terminar. Pero este indeciso final no es tan desastroso como lo sería en una obra de Simon, en la que todo es explícito. La obra de Elaine May tiene una nota de incertidumbre sobre la gente y sus destinos, las cosas pueden cambiar en cualquier momento, por lo que un final ambiguo no resulta chocante, sólo un poco decepcionante.

     Siempre es difícil intentar seducir a la gente para que vaya a ver una comedia sin desvelar parte de su humor, y en este caso corro el riesgo de dañar los placeres de "The Heartbreak Kid" al elogiarla en exceso. Es una película ligera pero encantadora. Creo que lo que más me gusta de ella es que aunque el toque de la señorita May es muy seguro (la imagen juega, técnicamente, en una liga diferente de la de su tambaleante primera película, “A New Leaf”; es decir no está rodada con colores desvaídos, y el encuadre de la acción es del todo profesional), la seguridad en ella no significa ese estilo mecánico, estilo sobreenfático que es la perdición de la comedia americana reciente y que es el peor legado de Broadway al cine. Ese estilo que siempre te dice que las cosas son más graciosas de lo que crees que son. Elaine May subestima su papel. El elemento de incertidumbre que resulta un desastre cuando un director no domina la situación, como en este caso, aquí funciona bien, le da un especial distraído tono cómico, lo que implica que no siempre se puede saber lo que es divertido. Es la incertidumbre como actitud cómica, una picardía que viene de ver la vida como una serie de trampas explosivas.


Pauline Kael



Hija y madre, Jeannie Berlin y Elaine May




2 comentarios:

  1. Genial crítica de Kael. Gracias por haberla traducido. ¿Veremos algún día un nuevo canon canónigo?

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  2. La última actualización de todas las antolejías, más la creación de un par nuevas (Japón, Comedia), va encaminada a eso, a la elaboración de un nuevo CANON CANÓNIGO, infinitamente mejor que el anterior, que sirva de contrapunto a las listas y cánones anglosajones, y de finiquito definitivo a mi labor como mosca cojonera cinematográfica.

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