07 marzo 2024

LA MEJOR SERIE DE ANIME: “BOKU PATALLIRO!” (1982-83) Daisuke Nishio y Nobutaka Nishizawa

 



     Una afirmación tan tajante tiene que ser sustentada con argumentos, voy a intentar hacerlo. De primeras desmontar todas las razones por las que nunca ha sido emitida en Occidente (ni tan siquiera la traducción inglesa es oficial).






1) PEDERASTIA. Hay continuas alusiones sexuales, bromas sexuales, algunas muy salvajes, aunque siempre desde el humor, desde el sarcasmo, perpetradas por un supuesto niño de 10 años. No hace falta tener dos dedos de frente para saber que en el anime japonés los niños no son tales niños, sino vehículos simbólicos para potenciar, visibilizar de forma más explícita, libre, los defectos y vicios de los adultos. Digamos que son como Peter Pan, viejos verdes con aspecto aniñado. Los mangakas y los animadores japoneses se permiten licencias con sus personajes infantiles que estarían mal vistas, serían condenadas, de ser protagonizadas por adultos. Luego son adultos enmascarados, disfrazados, la mejor manera, o la más sencilla, directa, de saltarse la censura de lo políticamente correcto. Difícilmente un niño de 10 años tiene achaques de viejo: problemas de circulación, estomacales, tensión alta, diabetes. Difícilmente un niño de 10 años es el caudillo de un pequeño reino, Malynera, una forma como otra cualquiera de ridiculizar el poder, las tiranías, no casualmente casi siempre ejecutadas por auténticos enanos, también mentales, Mussolini, Mao, Franco, Kim Jong-un…





2) HOMOSEXUALIDAD. Un motivo que no es motivo, o no debería serlo, que haya protagonistas homosexuales, transexuales, pansexuales, asexuales, es lo de menos, sus relaciones, pasiones amorosas, conflictos, vicios, son tan normales, anormales, universales, como las de cualquier heterosexual. No existe el cine homosexual, existe el cine con homosexuales, algo anecdótico, Fassbinder, Schroeter, Hermosillo, hacían cine a secas, no cine de género, o transgénero. A quien le moleste ver un piquito, un morreo, entre hombres, entre mujeres, que se lo haga mirar, los homosexuales emboscados, latentes, suelen ser los más talibanes en estos asuntos. Incluso aunque hubiera sexo explícito no habría nada que objetar, pero resulta que no lo hay, que las escenas de sexo están solventadas con geniales elipsis y sobreentendidos, nada hay en la serie que pueda ofender la pacata moral de nadie, nada. No hay ni el menor atisbo de pornografía, de perversión, como mucho sadomasoquismo emocional.






3) SHONEN-AI, YAOI. Esta serie se considera la pionera del género, lo que viene a redundar en la anterior razón, convertir la serie en un gueto solo destinado al público homosexual. El shonen-ai, yaoi, es el modo en el que los japoneses definen los mangas y animes protagonizados por homosexuales hombres. Un profundo error porque la sexualidad, siendo importante, no define la identidad de una persona, es una faceta más de la vida, de la personalidad, y no precisamente de las más importantes, por muy sobrevalorado que esté el sexo. Si alguien no es capaz de identificarse con los sentimientos, deseos, de un personaje, por el hecho de que no sea heterosexual, tiene un grave problema de cerrazón mental, espiritual. Estos mismos cabestros son los que definen la literatura escrita por mujeres como literatura para mujeres, como si los hombres no pudiéramos meternos en la mente de una mujer sin ver por ello cuestionada nuestra sacrosanta masculinidad. Pues lo mismo con el anime, cine, literatura, con homosexuales, si eres capaz de disfrutarlo, de comprenderlo, de identificarte con sus personajes, es porque eres un mariconazo en ciernes. Pues va a ser que no, no me gustan ni me atraen los hombres, ni físicamente, ni espiritualmente, de hecho es lo único que le puedo reprochar a los homosexuales, que les gusten los hombres, cuando no hay por donde cogerlos, cogernos, en su acepción menos argentina.




     Ahora vayamos a las virtudes cinematográficas, formales, de la serie, las que la convierten en la mejor serie de anime, también de animación en general, de todos los tiempos. No hay ni una sola serie de animación, ni una sola, en la que haya semejante atención, mimo, en la planificación, en el montaje. Todo encuadre, todo corte, está medido al milímetro, no hay la habitual sobresaturación de planos, ni la hiperaceleración en el ritmo, hay distancia, tanto espacial como temporal, las escenas se toman su tiempo, hay silencios, puntos muertos, contrapuntos, elipsis, luego cine con mayúsculas. Narrativamente todas las historias, farsas, están muy bien construidas, estructuradas, las tramas son claras y limpias, son pequeñas películas de 20 minutos llenas de suspense, tensión, sorpresas, dobles sentidos, ternura, y humor, mucho humor, en muchas ocasiones tirando a brutote, disimulado con la “inocente ingenuidad”, infantilismo, del protagonista. El diseño de personajes es espectacular, todos parten de un estereotipo que va evolucionando desde la parodia, no hay uno solo plano, son imprevisibles dentro de su previsibilidad, hasta los malvados tienen cierta doblez, complejidad. Incluso un personaje tan insoportable, desquiciante, desagradable, como Patalliro, acaba cayendo bien, resultando entrañable, en el fondo es el personaje más desamparado, humillado, de toda la serie. Plásticamente es muy bella, todos los fondos están muy trabajados, como si fueran ilustraciones, hay un gran trabajo pictórico, cromático, una estilización, elegancia, digna de Aubrey Beardsley, un amor absoluto por el detalle, hasta en las ropas y los muebles, puro art-nouveau. Una pasión por la filigrana que no está en el manga original (todavía en activo desde 1978, ya supera los 100 volúmenes, y sigue siendo de los más vendidos (más de 30 millones), populares, entre las jóvenes, eso que se pierden los jóvenes) del genial Mineo Maya (que incluso hace cameos dentro de la serie, y no, no es homosexual, o no solo, está casado con una bailarina y tiene varios hijos), borracho profesional como Ozu, por lo que no es una mera traslación a la imagen en movimiento. Un conjunto de virtudes, de extravagancias (el bailecito recurrente de la canción infantil “¿Quién mató al Gallo Robin?” (variación del que ejecutan los pájaros del jurado en el corto-Sinfonía Tonta de 1935 de la Disney con el mismo título), el Supergato, son digresiones perfectas) que convierten la serie en algo único, excepcional, basta compararla con el resto de series de la TOEI, más que disfrutable por cualquier amante del cine, de la pintura, no solo del anime. Como ha sido traducida recientemente al español, 2019, lo mismo que el manga (trabajo en curso), por ANIME FUJOSHI (https://www.facebook.com/BokuPatalliroEsp/?locale=es_ES), os quedáis sin excusas para verla, para difundirla, para convertirla en una serie de culto, unisex.






PD: Ahorraros la experiencia de ver los musicales y la película de acción real, por respeto a vosotros mismos y a Mineo Maya.





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